La última década nos ha traído numerosos términos que siguen los paradigmas sugeridos por Stephen Weils (1999 y 2002) sobre el concepto de nuevo museo. Hablamos de conceptos innovadores, como el Responsive Museum (Reeve y Wollard, 2006), el Engaging Museum (Black, 2005), o el Participatory Museum (Simon, 2010), que apoyan el cambio de enfoque hacia la comunicación y el rol público de los museos en el desarrollo social. El concepto del Connected Museum (Drotner y Schrøder, 2013) asume el papel central que como «mediador» tiene para este desarrollo, proporcionando herramientas clave para alcanzar el compromiso de los visitantes, la democratización, el progreso social y el activismo, convirtiendo este concepto en un terreno prometedor para una mayor evolución del museo «comunicador y mediador».
Por otro lado, los dispositivos móviles, las redes sociales y la comunicación en línea, obligan al replanteamiento de algunos conceptos fundamentales en los estudios de museos. En lugar de hablar de audiencias y visitantes, ahora lo hacemos de usuarios y públicos; en lugar de recepción, hablamos de contribución y rendimiento, y en lugar de interesarnos por captar la esencia de los museos, nos preocupa cómo estos pueden funcionar por sí mismos, para su sostenibilidad. La atención a las expresiones, fidelizaciones, recorridos y solución de problemas de colaboración en red – aquellos que están apareciendo con la cultura participativa actual (Jenkins et al, 2010) -, nos sugiere que los museos deben asumir un papel principal para enfrentarse a los desafíos sociales de la cultura on line. Las consecuencias son culturales y están relacionadas con el acceso al conocimiento, la definición del saber y la comprensión de la configuración del mundo por parte de los medios. En nuestra opinión, los museos están en una posición privilegiada para abordar su «distanciamiento» actual y aproximarse a la participación activa, a la transparencia y a la ética que proporcionan los medios digitales.
El Museo Conectado, como concepto, realiza un gran trabajo al mostrarnos cómo los museos dan forma a las conexiones sociales a través de los medios en red. Las simulaciones móviles y basadas en GPS, la realidad mixta y aumentada, y el flujo constante en la aparición de aplicaciones sociales, desafían al museo a encontrar las mejores formas de conectar personas, conocimientos y objetos, tanto analógicamente como en línea. Este debe ser un esfuerzo continuo, y señala al museo como un medio de conexión cuyo objetivo principal es cuidar, producir y desencadenar las reflexiones de las personas sobre temas, además de relacionarse con sus propias vidas. Focalizarse en las conexiones sociales de los objetos de los museos ayuda a profundizar en cuestiones de relevancia y motivación. Exige pensar cómo el museo puede apoyar múltiples conocimientos y entendimientos, valores, historias y, por qué no, una clara visión del futuro.
El Museo Conectado contrasta así con el antiguo museo coleccionista y señala el carácter de reunión de los museos. Se trata de «algo» relacionado con la conexión que, en la perspectiva de la teoría de la red de actores, propuesta por Latour y Weibel, podría ayudar a transformar nuestro enfoque de las «cuestiones de hechos» en «cuestiones de interés» (Latour, 2005). El concepto de conexión puede influir en este cambio que tendrá implicaciones para las prácticas de los museos, la educación y su rol social, así como para los métodos utilizados para establecer nuevas conexiones. Observamos varios cambios de entidad en aquellos museos que se han sumado a la idea del Museo Conectado, y que están respaldados por el uso de los medios, pero que en realidad van más allá del rol y el carácter de dichos medios. El concepto de Museo Conectado está revitalizando a otras organizaciones del patrimonio cultural basadas en actividades de «perfil bajo», motivando a las personas a participar activamente en el cuidado y en otros temas importantes relacionados con el patrimonio cultural. Por otro lado, esta corriente provoca que el museo cambie y tenga como objetivo principal las conexiones entre las personas. También transforma nuestra comprensión sobre el aprendizaje en los museos, al tiempo que los medios de comunicación se convierten en una herramienta muy importante para explorar las colecciones y otros contenidos. El Museo Conectado cuestiona, asimismo, la participación y la colaboración, características principales de las conexiones de los museos modernos. Y, por último, el Museo Conectado apunta a nuevas formas en que los museos tienen que trabajar para establecer y mantener espacios que permitan a las personas vincularse unas con otras.
En nuestra opinión, el Museo Conectado analiza cuestiones relacionadas con cuatro temas que consideramos clave para ser desarrollados en los próximos 3 a 5 años: la transición a las actividades de patrimonio cultural, la cuestión de la educación democrática, los métodos de colaboración y la participación. Todas estas áreas plantean quién y cómo debe hacer las conexiones y el modo de mantenerlas. El «Museo Conectivo» tiene como objetivo principal hacer que las conexiones de las personas se desarrollen, generando en ese proceso un conocimiento de los objetivos. Esto incluye renunciar y repensar la experiencia y la curación, observando la comunicación mediada como un tema central que también incluye nuevas formas de asociación y de entendimiento en las relaciones con la comunidad.
La transición a las actividades de patrimonio cultural se extiende a las relaciones con la comunidad, algo que muchos museos han cuidado y mantenido. Dichas relaciones se han centrado, hasta ahora, en el intento de involucrar a grupos de interés en el trabajo de recolección (Meyer, 2010). Medios como los teléfonos móviles han permitido que los museos se abran a la creación de imágenes por parte de aficionados, o a prácticas de «fotografía 2.0» que amplían la narrativa museológica dominante en el museo (Galani y Moschovi, 2010). Las aplicaciones de redes sociales basadas en fotografías, como Tumblr, Instagram y Pinterest, también han hecho posible que los museos establezcan nuevas relaciones con comunidades de interés en línea (Colquhoun y Galani, 2013) o que surjan proyectos basados en colecciones que exploran las dinámicas sociales y culturales del etiquetado social, así como las clasificaciones personales vinculadas a las colecciones de los museos (Trant, 2009). Estas acciones de crowdsourcing para la corrección, contextualización, complementación y co-curación del contenido histórico fotográfico proporcionado por las instituciones de patrimonio cultural (Oomen y Aroyo, 2011), representan nuevas asociaciones, donde los medios de comunicación son utilizados como herramienta central (Stuedahl, 2011, Stuedahl y Smørdal, 2015). La conectividad introduce nuevas prácticas mediadas para el museo que van más allá de la comunicación, transformándose en un acto de cuidado y apoyo a las comunidades. Las dudas en cuanto al valor de esta conectividad aún no se han abordado lo suficiente, ya que el contenido aportado por aficionados en muchos aspectos desafía la idea existente sobre la calidad, los derechos de autor y las responsabilidades del museo. Varios estudios muestran cómo el concepto es ambiguo y causa fricciones entre las infraestructuras tecnológicas e institucionales de archivos y museos (van Passel y Rigole, 2014, Holdgaard y Klastrup, 2014).
El Museo Conectado pone en valor cómo las personas aprenden utilizando los medios de comunicación. No solo observando, mirando y hablando, sino también creando, haciendo, produciendo y utilizando herramientas multimedia. Esta transición hacia la creación traspasa el aprendizaje del museo a cuestiones en las que la educación democrática y las teorías de aprendizaje pueden ser muy valiosas. Entre estas teorías encontramos la de Gert Biestas (Biesta, 2006), que nos habla de «aprender» en el sentido de responder, crear e inventar, estableciendo una alternativa de aprendizaje como adquisición de algo que ya existe. Además, el movimiento de «aprendizaje conectado» apunta a las direcciones de «aprendizaje asistencial»en cuanto a proceso creativo en los museos- sobre tiempos espaciales y temporales- y se halla profundamente relacionado con el interés personal, la oportunidad y el reconocimiento (Ito et al, 2013, Sefton-Green et al, 2009, Erstad, 2013). Los museos y centros de ciencia podrían adquirir un papel central en estas discusiones pedagógicas, proporcionando experiencia en el aprendizaje informal y en las conexiones personales.
Para terminar, decir que las actividades de comunicación mediadas por los museos le dan a estas instituciones la oportunidad de asociarse en nuevas formas de reunión, para repensar la comunicación y el aprendizaje en un espectro mucho más amplio que el que supone la visita guiada o las actividades internas de los museos. Observamos el surgimiento de un museo que va más allá de las paredes de su edificio y que explora nuevos espacios de comunicación y conexiones (Balsam, 2011, Stuedahl y Lowe, 2014). En esta acción se incluye al museo para realizar intervenciones, activismo, programas de desarrollo social, etcétera. Muchos centros científicos y museos técnicos ya están estudiando formas de involucrar a los ciudadanos y a sus comunidades, no solo con la programación de actividades pensadas para sus públicos, sino también como métodos centrales para mejorar y hacer crecer la institución. Por ejemplo, los centros de ciencia recurren a los ciudadanos de a pie para la difusión del pensamiento de la nueva ciencia, e invitan a personas a eventos de debate y discusiones sobre controversias científicas que van más allá del desarrollo de las exposiciones. Además, vemos varios casos de cómo los museos abordan nuevas formas en las que la curación puede involucrar y profundizar en las discusiones sobre planificación urbana y política. Todos estos son ejemplos sobre cómo pueden colaborar los museos activamente, y cómo se debe repensar la participación enfocada al resultado y a su relevancia.
Observamos un gran potencial en aquellos museos que siguen las teorías y experiencias de la tradición escandinava del co-diseño. Como parte del movimiento democrático hacia el desarrollo tecnológico en la década de 1970, Dinamarca, Suecia y Noruega cuentan con una sólida tradición de participación y colaboración entre expertos y sabios, prácticas de integración y colaboración de ciudadanos (Kensing y Greenbaum, 2013). Este cuerpo de investigación puede proporcionar a los museos métodos y herramientas para explorar cómo las nuevas colaboraciones de asociaciones y prácticas de conexión académica e institucional, los proyectos experimentales en el diseño de exposiciones (Smith, 2012) y el desarrollo de programas educativos (Stuedahl, 2015), pueden apoyar los esfuerzos de la comunicación mediada en el futuro Museo Conectado.
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