Durante siglos, o incluso milenios, las tribus indígenas de América del Norte reconocieron a un grupo de personas a las que llamaban «dos espíritus», término común aplicado a aquellos que no eran exclusivamente mujeres u hombres, sino que se encontraban en algún lugar diferente, más allá de lo que se definía como femenino y masculino. Esas tribus americanas, no solo aceptaban a estos grupos, además los respetaban. Como casi todo lo que existía para ellos en el mundo, consideraban que provenían del mundo espiritual, y por esta razón las personas con dos espíritus eran doblemente bendecidas, pues poseían un espíritu femenino y otro masculino. Eran individuos que, a menudo, asumían el papel de líderes o maestros espirituales. Los nativos indígenas han practicado tradiciones religiosas similares en el continente americano meridional, en Siberia y en muchas partes de Asia central y sur oriental. Pero con la llegada del hombre blanco comenzó la colonización de la tierra y de la espiritualidad.
Pero, ¿a quién pertenece la Historia?
¿A quién pertenece la historia que transmitimos, y por qué? La perspectiva europea sobre la historia de Estados Unidos se suele considerar desde que Cristobal Colón descubre accidentalmente América y tiene lugar la posterior colonización europea. La versión que se repite es la historia de los hombres, los conquistadores, los vencedores. Raramente mencionamos lo que se quedó por el camino. La sociedad, en general, no suele prestar mucha atención a aquello que pueda desmontar la imagen de un mito o de una leyenda, aunque la Historia alcance una nueva narrativa científica. También preferimos suprimir temas relacionados con la vergüenza o los tabúes.
¿Qué sucede cuando se hacen públicos estos tabúes? Lo más probable es que nos encontremos con temas de los que sintamos la necesidad de hablar, o cosas de las que no tengamos por qué avergonzarnos. Con suerte, nuestras discusiones resultarán más sinceras y de mente más abierta. Sabemos que los tabúes actuales no siempre existieron, por lo que no hay necesidad de que sigan existiendo en el futuro. Tenemos el derecho a variar y mejorar nuestros puntos de vista, desarrollar nuevas ideas sobre la realidad que nos rodea, e incluir en esa realidad a más grupos de personas.
Las actitudes frente a los LGBTQ varían en función de las diferentes culturas y lugares del mundo. También cambian de generación en generación. Pero lo que los grupos LGBTQ de todo el mundo comparten hoy, es el hecho de haber sido prácticamente excluidos de la historiografía colectiva. La existencia del movimiento LGBTQ rara vez se menciona como parte de esa «historia social universal». En aquellos episodios históricos en los que grupos LGBTQ han destacado, se han omitido datos sobre su identidad de género u orientación sexual. Y estos hechos se enfatizan especialmente en la historiografía; hechos obvios que corren el riesgo de hacerse invisibles; contextos y personas que han desaparecido del conocimiento humano de una manera injusta e innecesaria.
La experiencia del ser sin historia conduce al desarraigo, a la soledad y a la necesidad de formularse toda clase de preguntas sobre la identidad. Los puntos ciegos en la historiografía afectan a individuos, grupos y sociedades enteras. Los museos actuales tienen en sus manos la posibilidad de contribuir enormemente como narradores de la Historia, transmisores de conocimiento y portales de entendimiento. La versión de la Historia de ayer puede ser contemplada bajo una luz diferente; los puntos ciegos necesitan eliminarse para dar paso a esa luz. La historiografía del futuro debe escribirse ahora, y requiere una conciencia más amplia, abierta y profunda sobre gran cantidad de ideas. Nuestros museos, pueden hoy llevar a cabo esa tarea, que no es precisamente sencilla. Básicamente, el trabajo consiste en transmitir gran parte de una verdad que se ha mantenido oculta demasiado tiempo.
Perspectivas sobre LGBTQ.
Existe la necesidad social de hacer visible, de una manera justa y respetuosa, la existencia y las condiciones de vida de estos grupos LGBTQ. Encontramos numerosas propuestas constructivas acerca de cómo las exposiciones y los museos pueden contribuir a este trabajo. Y, sin embargo, a menudo surgen dudas respecto a si es «correcto» focalizarse en un único grupo o punto de vista – creemos que se debe enfatizar en que lo LGBTQ no representa solo una perspectiva o un grupo único -. LGBTQ son las siglas que corresponden a un grupo de individuos de amplia diversidad, heterogeneidad y con múltiples visiones. LGBTQ son personas que por sí solas difícilmente pueden representar a todo el espectro LGBTQ. Es por ello que a cada museo le corresponde, antes de afrontar cada nuevo proyecto, poner atención a todas esas diferentes perspectivas, para definir qué y en quién apoyarse en un contexto particular.
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LGBTQ engloba a lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros y «queers». Queer es un nuevo término colectivo amplio que explicaremos a continuación (para quien no lo conozca). Con respecto a las primeras cuatro iniciales, LGBT, debemos diferenciar entre lo que es sexualidad y lo que tiene que ver con la expresión, es decir, entre acciones e identidades. La homo-sexualidad y la bisexualidad denotan orientaciones sexuales, y entran en diferenciación con la norma heterosexual de la sociedad. Transgénero es un término general relacionado con la identidad y expresión de género. Contrasta con las normas de corporeidad y las expresiones asociadas a uno de los dos géneros, al igual que con la norma bidireccional de género prevaleciente en nuestra sociedad occidental. Histórica y geográficamente, sin embargo, el sistema de género bidireccional no es un paradigma prefijado, como nos lo muestra la historia de los «dos espíritus». Algunos países, como Argentina, Alemania, India y Pakistán, cuentan actualmente con un tercer género reconocido legalmente.
Hetero-normatividad.
De las normas es de lo que menos se suele hablar. A menudo se dan por descontadas, aunque cambien, y por lo tanto siempre existe el riesgo de ceguera. Por lo general, solo recordamos las normas cuando alguien o algo va en contra de ellas. La conciencia de las normas prevalecientes, y la forma en que nos afectan, debería interesarnos a todos. En este contexto, el concepto de la hetero-norma es prácticamente universal en la sociedad actual, aun cuando numerosas personas se desvían de algunos o muchos de los aspectos que engloba.
La hetero-normatividad se basa en el principio de la diferencia jerárquica: algunos cuerpos y estilos de vida se consideran «privilegiados», pero otros, en cambio, se nos presentan como desviados o menos aceptables. La hetero-normatividad acepta la heterosexualidad como el estado normal en el que los hombres se sienten sexualmente atraídos por las mujeres y viceversa. Mientras que ciertas orientaciones sexuales se someten a juicios y discusión, las personas heterosexuales no necesitan «presentarse» ni dar ningún tipo de explicación acerca de la suya. La hetero-normatividad, por otro lado, sienta las nociones de cómo debemos comportarnos como hombres y mujeres respectivamente, lo que conduce a generar expectativas que podrían limitarnos a todos.
Muchos creemos que tan importante es discutir la hetero-norma como las distintas perspectivas LGBTQ, en base a las prioridades de los museos. «La heterogeneidad no debería ser una verdad objetiva» y «cumplir con el status quo también es una elección libre y personal». A lo mejor nuestros museos necesitarían una exposición sobre la «norma hetero».
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Queer.
«Queer es una palabra de moda. Todos seremos raros en diez años», escribió Magdalena Dziurlikowska en 2006, en un artículo en el que entrevistó a los pioneros de exposiciones gay en los museos suecos, Anders Karnell y Patrik Steorn. Tal vez muchos de nosotros seamos «raros» por no adherirnos a la norma subyacente actual de la sociedad de hombres blancos, educados, de mediana edad. La palabra queer, aunque ya forma parte esencial del vocabulario, es un término complejo por su enorme contenido, que no solo hace referencia a aquella persona que se desvía de la norma hetero, sino a todo o a todos los que se apartan de las normas sociales, lo que lo convierte en un concepto fluido geográfica, temporal y contextualmente.
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Dziurlikowska plantea la idea de si el concepto de queer de hace diez años ya ha culminado y se está suavizando. Patrik Steorn, entonces investigador y ahora director de la Galería Thiel, ha manifestado que pasará mucho tiempo antes de que la perspectiva homosexual se convirtiera en una parte orgánica de la mentalidad general en la sociedad. «Las personas son asesinadas a plena luz del día por su orientación sexual, por lo que esa discusión no ha terminado».
Este es un punto de partida vital para la integración activa de los enfoques LGBTQ y de otras ideas críticas con la norma. Mientras en nuestra sociedad existan individuos que no sean bienvenidos por otros, y que no puedan manifestar abiertamente quiénes son, debemos continuar resaltando las perspectivas y condiciones de esos grupos particulares. El conocimiento en general, y sobre todo el conocimiento de los demás y de nosotros mismos, genera entendimiento. Existimos en cuanto a la relación del uno con el otro.
Crítica de la Norma.
La norma es un término que denota las expectativas, generalmente compartidas, sobre el comportamiento que están incrustadas en una comunidad o sociedad. Ser raro es desafiar a la norma. Algunos museos participan activamente en lo que tiene que ver con las normas. El término «museo» a menudo se emplea para describir esa práctica y enfoque «normativo». Otra expresión que también ha entrado en uso es el de la «conciencia normativa». Podría decirse que los museos son políticos, en el sentido de que producen normas, valores e imágenes de la sociedad.
Un museo que trabaja de manera consciente y activa, con perspectivas normativas críticas, no solo desafía al mundo, sino, ante todo, a sí mismo. La crítica normativa puede integrarse naturalmente en la gestión de la organización y en todos los ámbitos profesionales de trabajo, pero haciendo una elección responsable y trabajando activamente en ella. La conciencia constante y el permanente cuestionamiento requieren mucha valentía, algo que puede resultar incómodo al principio. Pero un museo que se muestre espontáneo y natural a menudo integrará las perspectivas LGBTQ de la misma manera que el resto de opciones.
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Interseccionalidad.
Las diferentes perspectivas no existen independientemente la una de la otra. El enfoque LGBTQ coexiste con otras cuestiones relacionadas con la identidad, el poder y la discriminación. Estas combinaciones varían según el individuo, el grupo, el contexto y la situación. «Interseccionalidad» se refiere, en un modo amplio, a cómo se relacionan las diferentes estructuras de poder entre sí, y cómo se construye la identidad. El término fue acuñado a finales de la década de los 80. Surgió de una segunda ola de feminismo, que introdujo la raza y la clase como dimensiones analíticas importantes con relación al género. Hoy en día, se suman otras consideraciones, como la fe, la edad y la sexualidad.
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Hay quien opina que «los temas LGBTQ deben analizarse desde una perspectiva interseccional», señalando la importancia de considerar los siete factores definidos en la Ley de Discriminación. Un argumento vital para explicar por qué los museos deberían tener un enfoque interseccional con múltiples perspectivas es que la intolerancia a menudo se centra en más de un fenómeno.
Cuanto más comprensivos sean los museos con la humanidad, en toda su complejidad, mayor será su función social. Cuanto más se esfuercen por invitar al entendimiento, a la apertura y a una actitud acogedora, más importancia cobrarán como lugares de reunión, y más personas participarán en las actividades de sus exposiciones (y a la inversa). Sin embargo, se nos ocurren algunas cuestiones: si un museo pretende ser para todos, ¿deberían invitarles a todos a la vez, o es mejor dar la bienvenida a diferentes secciones del público y en diferentes ocasiones? ¿Debería el público segregarse, o integrarse? ¿Es posible crear un espacio para todos y hacer todo al mismo tiempo?
Perspectivas congestionadas.
Evidentemente, existen muchas perspectivas diferentes que debemos tener en cuenta al trabajar sobre la igualdad de derechos y la igualdad de trato y de oportunidades. Los museos desean ofrecer arte, conocimiento y cultura para todos. Queremos que la sociedad, en su conjunto, pueda experimentar los museos; pero el concepto «todos» debería tener en cuenta las diferencias. Nuestra sociedad es un formidable collage de múltiples colores, patrones y estructuras.
Volviendo a la cuestión de centrarnos en la idiosincrasia o en las ideas de un grupo a expensas de los demás, podría ocurrir que los grupos no necesitaran ser mutuamente excluyentes. La sociedad ya está diversificada, independientemente de cómo elijamos abordar la cuestión, y la comprensión de esa idiosincrasia de un grupo puede ayudar a construir puentes para poder comprender al resto. Probablemente necesitaremos tomar medidas específicas para grupos particulares, al menos hasta que el grupo en cuestión se convierta en esa parte natural de la sociedad que merece ser. Sin embargo, nunca debemos desatender el contexto intermedio más amplio, pues eso supondría ignorar la complejidad de la sociedad y también del individuo.
Muchas de las personas que participan en la introducción de ópticas LGBTQ en exposiciones y museos, a menudo se encuentran con inquietudes y dudas entre colegas y socios respecto a cómo priorizar las muchas posibles perspectivas y grupos. Los numerosos enfoques nunca han de ser una excusa que impida estar a la altura de los derechos humanos. Quizás simplemente deberíamos aceptar que necesitamos asumir multitud de perspectivas para poder avanzar. O tal vez deberíamos dejar de contemplar nuestros esfuerzos bien intencionados como parte de un juego con cero en el marcador. Seguramente el progreso y la perspectiva para un grupo puedan allanar el camino para otros. Para todos nosotros.
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El papel de los museos.
Son numerosos los obstáculos que se encuentran los museos para implementar las perspectivas LGBTQ. Grupos LGBTQ que han colaborado con ellos hablan sobre el hecho de haber tenido que escuchar argumentos varios por parte del personal para evitar trabajar en temas relacionados con ellos. No obstante,también nos constan otras tantas opiniones favorables al trabajo conjunto.
Un punto de vista obvio sería la asignación democrática de los museos para servir a todos los ciudadanos. Pero existen otros, como el de que las personas LGBTQ de todo el mundo, a pesar de sus derechos legales y su creciente y amplia aceptación social, cuentan, según las encuestas, con peor salud que las personas que no pertenecen a LGBTQ. Los problemas de salud mental y el suicidio intencional o fatal están sobre representados entre los homosexuales y bisexuales. Una de cada cinco personas transgénero declara haber intentado suicidarse en algún momento de su vida. Estas diferencias en temas de salud pueden ser debidas a la exclusión y a la marginación, que, a su vez, son consecuencia de las normas y actitudes sociales. Los museos deberían marcar la diferencia mostrando la diversidad de orientaciones sexuales, identidades y expresiones de género y formas de vida, de hoy y del pasado. Y esto puede hacerse ofreciendo a las personas la oportunidad de desafiar las normas vigentes que dictan que ciertas sexualidades e identidades, así como determinadas expresiones de género, son más deseables que otras y con más derecho a existir. Ser capaz de identificarse con las narraciones sobre las vidas de los demás es esencial. Los heterosexuales «diferentes» (especialmente aquellos que no se ajustan a las normas de «lo políticamente correcto») también esperan poder verse reflejados en las narrativas que presentan nuestros museos. Destacando las experiencias y narrativas de LGBTQ, los museos pueden brindar a más personas la misma oportunidad de ser representadas, contribuyendo a crear identidades y un sentido de comunidad con los demás.
Las perspectivas de los grupos LGBTQ en los museos no solo les conciernen a ellos. Hacer visibles las normas de género y sexualidad en estas instituciones es un tema que nos compete a todos – independientemente de la orientación sexual, identidad de género y condiciones de vida -, y nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre cómo dichas normas han cambiado, y pueden seguir cambiando, o sobre el modo en que afectan a la sociedad, a todos y cada uno de nosotros como individuos.
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Fotografía principal: Gabriel Dawe