En el programa de graduación de Educación en los Museos de la Universidad George Washington (Washington DC, EUA), el primer semestre está dedicado básicamente a la metodología del aprendizaje a partir de la exposición del objeto. ¿Cómo se puede enseñar algo a partir de la exposición de un objeto? ¿Cómo se escogen los objetos para que sirvan de referencia en un modelo de enseñanza? Estos estudios relacionados con la educación en los museos a los que hacemos referencia, son los que dan respuesta a estas cuestiones y muchas más, ya que sabemos que los museos son lugares donde se guardan y exponen todo tipo de objetos.
Archivo EVE
Pero, normalmente, la exposición de los objetos no es lo primordial en el caso de los museos infantiles. Los museos para niñas y niños exponen experiencias y no tanto objetos. Son lugares donde fundamentalmente se programan experiencias didácticas para niños y niñas a partir del juego. Entonces, si los museos infantiles no son lugares donde se expongan objetos, ¿por qué los llamamos museos? ¿Son realmente museos al uso? Responder a estas preguntas con claridad es importante para los museos infantiles, pero también es fundamental para el resto de los museos a la hora de dar respuesta a una pregunta un poco más compleja: ¿Qué hay que hacer con un museo para que sea un museo?
A la hora de intentar entender mejor los porqués, comprender si los museos infantiles son museos o no, tenemos que hacer un poco de historia para mostraros algunas de las posibles explicaciones.
La explicación histórica
Son muchos los especialistas en museos que atribuyen la condición de museo a los museos infantiles por razones históricas, por sus orígenes como institución. Los primeros museos para niños y niñas aparecieron a raiz de la exposición de determinados objetos en museos convencionales, es decir, en museos para adultos. Cuando estas exposiciones permanentes de objetos, pensando en el público infantil, comenzaron a crecer, haciéndose cada vez más y más grandes, se empezaron a considerar lugares como museos para niños y niñas. Al mismo tiempo, se estableció una diferencia con los museos al uso, los objetos que se exponían eran cosas que se consideraba que podían interesar a los niños y a las niñas: juguetes, muñecas, objetos históricos relacionados con la infancia, especímenes animales y botánicos, etcétera.
Más adelante (en los años 60), hubo quien se preguntó por qué esos objetos que interesaban a los niños y a las niñas debían seguir guardados en vitrinas. Es evidente que a los niños y niñas les gusta tocar las cosas, esa debió ser la primera reflexión. Entonces, hubo quien decidió que algunos de esos objetos debían ser sacados de sus sagradas vitrinas. Estos procesos se produjeron paralelamente al auge de la investigación sobre la didáctica informal y sus valores aplicados a los museos, y muchas de estas investigaciones fueron lideradas por prestigiosos psicólogos.
Los museos infantiles fueron pioneros en mostrar ideas relacionadas con que el aprendizaje y el objeto se llevan fenomenalmente bien. La didáctica y el aprendizaje comenzaron también a ser una prioridad para cualquier tipo de museo, de hecho, es muy difícil encontrar museos dónde no haya un área/áreas y/o actividad/actividades dedicadas en exclusividad a los niños y niñas. Esto no existía hace una generación. Decir también que, una vez que han aparecido entre nosotros, los museos infantiles han generado una enorme influencia positiva, tanto para el resto de museos, como para la sociedad.
Los museos infantiles, como muchos museos convencionales, se consideran como tales porque, normalmente, establecen alianzas con otros museos, con la comunidad y con entidades que potencian su capacidad para el aprendizaje de los niños y las niñas (en algunos casos, los menos, el gobierno local, estatal o nacional, también colabora). Muchos museos infantiles exponen también material temporal que supone una enorme fuente de enseñanza para los niños y niñas («Darwin, la exposición», fenomenal experiencia en el Trompo Mágico, por ejemplo). El museo infantil se establece en la comunidad para convertirse en un importantísimo valor didáctico donde las escuelas no pueden llegar, y ambas entidades se complementan con un objetivo común: formar a los niños y las niñas para que sean buenas personas.
Los museos como espacios públicos para el aprendizaje en 3D (tres dimensiones)
Podemos definir los museos como espacios públicos donde las personas aprendemos cosas en un espacio tridimensional. Son organizaciones que presentan dos ventajas que pueden ser muy importantes para la comunidad. Una de ellas es que son lugares donde se puede interactuar con cosas y otras personas de manera segura. La segunda es que ofrecen a sus visitantes experiencias didácticas en tres dimensiones, estableciendo una forma muy particular y potente de aprendizaje personal y también en grupo. Cuando usamos el término tridimensional no nos referimos a la mera exposición de objetos, a una experiencia contemplativa pasiva, sino a otras experiencias táctiles, sensoriales y emocionales dentro del museo.
Los museos infantiles son lugares especializados (o deberían serlo) en generar experiencias de aprendizaje en tres dimensiones. Por ello también podemos decir que los zoos y los parques botánicos son sus familiares cercanos, casi primos hermanos. Todos estos lugares nos ofrecen la oportunidad de aprender a partir de una experiencia de índole física, sensorial. Por estas razones, entre otras, la definición de museo tal y como la conocemos convencionalmente se nos queda un tanto corta. Esa definición que está basada en el hecho de coleccionar, preservar, educar, investigar y exponer ,es de corto recorrido. Nosotros nos inclinamos más por la creación de espacios públicos donde las personas se relacionan, donde pueden aprender interactuando entre ellos y con cosas. El aprendizaje tridimensional es importante porque genera componentes sensoriales que lo bidimensional no es capaz de ofrecer al visitante. Uno de los objetivos primordiales de los museos infantiles es generar ese tipo de experiencias sensoriales que apoyan al aprendizaje, que generan emociones; hablamos de las experiencias táctiles. Estas experiencias táctiles son cuidadosamente diseñadas por especialistas para crear vías de comprensión, pensando incluso en un amplio rango de edades. Muchos son los museos que copian este tipo de propuestas para ser aplicadas como complemento de su experiencia museal.
La creación de experiencias sensoriales no son siempre las mismas entre diferentes museos infantiles. Algunos proponen experiencias de «pulsar botones», otros proponen «empuja y salta», otros «juega interactuando», otros tienen el «todo junto». Hay museos que consideran que cualquier interacción pensada en los niños y niñas es suficiente para que «aprendan algo», cuando en realidad esas interacciones son más apropiadas para un espacio de celebración de cumpleaños que para un verdadero museo infantil. Es evidente que lanzarse a una piscina de bolas puede ser toda una señora experiencia, pero no es necesariamente una experiencia didáctica.
El aprendizaje, la experiencia didáctica, es algo verdaderamente complejo y debe ser integrado a la experiencia del museo en pequeñas porciones. Los museos infantiles no deben aspirar a tener una experiencia de aprendizaje global multiusos, sino que debe ofrecer a los niños y niñas varias experiencias didácticas individualizadas y grupales bien delimitadas, además de disponer del personal de apoyo necesario para complementar presencialmente ese tipo de experiencias (monitores/as). Los verdaderos museos infantiles deben trabajar constantemente en el testado de las ideas que proponen, para comprobar si realmente están ofreciendo experiencias didácticas de valor a los niños y niñas. Lo que aparentemente es obvio e incluso sencillo, puede ser un medio fantástico para convertirse en una gran puerta al conocimiento y al nuevo entendimiento de una realidad que cambia cada vez más deprisa.
Los museos son entidades con responsabilidades públicas
El museo debe servir a su comunidad. Los museos son entidades sin ánimo de lucro (aunque cobren entrada), que han adquirido el compromiso «de generar programas efectivos para mejorar la calidad de vida en la comunidad a la que pertenecen». Antes que atendiendo a la naturaleza de sus colecciones, los museos deben definirse a sí mismos en función de la relación que mantienen con la sociedad.
Para servir bien a la sociedad, los museos deben ser servicios públicos, usar sus competencias y su saber para que sus visitantes sean mejores personas, estableciendo un vínculo muy estrecho con las comunidades a las que pertenecen. Y esto debe hacerse desde la construcción de espacios seguros, proporcionando lugares de esparcimiento a salvo del mal, para que los visitantes tengan la posibilidad de ser felices allí. Podríamos entonces añadir, a partir de este concepto o idea, que los museos infantiles son museos porque son entidades que sirven a su comunidad de muy diferentes maneras.
Todo esto está muy bien, pero ¿los museos infantiles son museos de verdad?
Otro argumento que podemos manejar es que los museos infantiles son museos porque al día de hoy son entidades que han evolucionado a partir del museo convencional. La decisión de mantener la palabra «museo» como parte de su denominación, ademas de facilitarle la inclusión en determinadas organizaciones nacionales e internacionales, le da un valor especial a la entidad como tal. La palabra «museo» implica, para determinado grupo de personas, un lugar de aprendizaje donde se pasa bien. Esta idea nos sugiere que, a diferencia de los parques temáticos, llevar a nuestros niños y niñas a estas instituciones implica ofrecerles una experiencia formativa asegurada y controlada. Para nosotros, los museos infantiles son museos de pleno derecho, al margen de que la palabra «museo» se emplee también desde el puro valor de la estrategia de marketing de la entidad.
Cultura




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