La forma de ver y entender la vida de diferentes comunidades de personas, condiciona totalmente la manera en que cada una difunde y asimila información. En el área que nos ocupa, que no es otro que el de los museos, esta diversidad humana, con su forma particular de entender la realidad, hay que tenerla muy en cuenta a la hora de programar el contenido de la exposición. Si nos centramos en las diferentes creencias religiosas o la ausencia de ellas, comprobaremos que son un hecho condicionante a la hora de proponer dicho contenido en el museo, sobre todo si es de carácter religioso. Hay que tener muy en cuenta esa diversidad por el respeto que nos merecen todas las ideas que parten de la bondad, aunque sean totalmente diferentes a las nuestras, con distintos puntos de vista, dentro de la diversidad que nunca debemos valorar superficialmente.
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Esta diversidad cultural, que es una bendición si se vive en armonía en la convivencia, genera una reflexión abierta sobre la forma que los museos adoptan para exponer sus contenidos. Los museos de carácter religioso, que son muchísimos en el mundo, miles, de toda clase de creencias, tienen que tener muy en cuenta esta diversidad de percepciones. No es lo mismo que un niño o niña musulmanes vayan con su grupo a visitar una exposición sobre arte sacro cristiano románico, por ejemplo; o que un niño o niña occidentales visiten una exposición sobre arte islámico; o que lo haga un señor agnóstico; no es lo mismo. Creemos que tanto en unos casos como en otros, la exposición necesita estar construida sobre la base de una gran delicadeza pedagógica y didáctica. Debe, además, estar muy adaptada a las diversas culturas y a otros muchos niveles de percepción mística (o a la ausencia de ella): agnósticos, cristianos, ateos, judíos, todo el espectro de formas de entender la interpretación de Dios/dioses.
España, nación con un enorme patrimonio religioso en cuanto a exposiciones, es un país que acoge a miles de personas que han venido de Latinoamérica y que sabemos que tienen una forma de vivir sus creencias de manera mucho más intensa que la mayoría de los españoles. Pues bien, eso se debería traducir dentro de la exposición en unos contenidos adaptados a esa forma de entender la vida en sus creencias, sobre todo si queremos que visiten nuestros museos de contenido religioso. Los niños españoles, la mayoría alejados de la religión, se aburren en todas las exposiciones relacionadas con las creencias místicas. En las tan traídas y llevadas exposiciones denominadas en España «Las Edades del Hombre«, por ejemplo, el aburrimiento generalizado de los miles de visitantes – sobre todo de colegios, ¿habéis aprendido algo? – que asistieron al magno evento, fue mayúsculo. Hemos preguntado sobre su didáctica «a pie de obra». El público no acaba de entender nada, no aprende nada, salvo la evidente presencia a la vista del «lo tomas o lo dejas» de los conjuntos arquitectónicos y artísticos cristianos. Es algo hecho sin discurso, sin didáctica, sin el más mínimo atisbo de intento de conseguir empatía, salvo vendernos más de lo mismo y hacer caja. Fueron un auténtico rollo para la mayoría de los visitantes; por supuesto que los eruditos se lo pasaron bien, o no.
La visita elevada subiendo por andamios a las vidrieras de la Catedral de León, fue todo un acontecimiento, y la gente se divirtió aprendiendo sobre arte y cristianismo. Resultó una exposición muy original y bien estructurada a la que acudieron miles de visitantes. No todo se hace mal, pero hay que cambiar muchas cosas. La creatividad no debe estar reñida con la forma de entender la religión.
Creemos que la forma de exponer el contenido de naturaleza religiosa, está absolutamente desfasado, y que cada vez genera menos interés en los visitantes. Nosotros observamos que las exposiciones religiosas están casi vacías, salas donde no vuela ni una mosca, por algo será. Actualmente los contenidos carecen de la universalidad necesaria para que sean entendidos y por tanto valorados por todo el espectro de visitantes posible. No olvidemos que las excursiones colegiales recalan en nuestros museos, y que son una oportunidad valiosísima para generar amigos de los museos(o todo lo contrario). Los museos deben existir también para conciliar y acercar a las personas con distintas formas de comprender la vida, no para alejarlas más. Entender el origen de las cosas es muy importante para aprender a valorarlas ,y el museo es pieza clave en ese proceso de enseñar el porqué, el cómo y el dónde. El conocimiento bien difundido será bien asimilado y a eso lo llamamos cultura, que su vez es el antídoto más efectivo contra la violencia. El mensaje que debemos difundir es, pues, es muy concreto: todos somos iguales.
La religión forma parte del todo cultural, y es imposible entender muchas de las cosas que ocurren en nuestro mundo sin apelar al conocimiento de las religiones en toda su dimensión. Ese conocimiento debe estar expuesto con sus actualizaciones pertinentes, aunque sean duras y difíciles de explicar. Es cierto que cada iglesia tiene su patrón en la difusión de sus creencias ,y ahí no podemos entrar. Nos mostrarán lo que ellos consideren, pero los museos públicos deben mostrar el todo, y deben hacerlo con respeto hacia los diferentes niveles de entendimiento y creencias de sus visitantes. Los vacíos de contendido didáctico en los museos religiosos y públicos – miles en el mundo – es algo inadmisible hoy en día.
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