En su día fue una lucha constante e intelectualmente agotadora. Nos encontrábamos a principios de los 90 e insistíamos a los museos locales en la necesidad urgente de aplicar el diseño gráfico a sus soportes e comunicación. Porque hace años, el uso del diseño gráfico en los museos como soporte de comunicación visual solo se aplicaba en los grandes. Se hablaba de museología, aun no tanto de museografía y prácticamente nada de diseño de la comunicación visual institucional. Desde el punto de vista de los promotores, para nosotros normalmente los ayuntamientos, no era importante e incluso había quien afirmaba que no era necesario el diseño, porque aquello era un museo, algo serio que debía mantenerse serio (?). Era muy frustrante para nosotros insistir en la necesidad, sin respuesta. Además, estábamos vislumbrando la llegaba de internet, un enorme canal de comunicación donde el hecho visual iba a ser, como así hemos comprobado finalmente, fundamental, extremadamente necesario. La partidas presupuestarias oficiales para la creación de un nuevo equipamiento museológico, o para la renovación de algo que ya existía, obviaba un epígrafe aplicado al diseño de identidad, sencillamente no existía. Éramos entonces nosotros mismos los que, cuando el proyecto estaba ya en marcha y haciendo malabares, desviábamos algo de dinero para así disponer de un pequeño programa de identidad corporativa. Mencionar que en algunos casos lo hicimos incluso gratis, aunque sabemos que los del colectivo del diseño gráfico se nos pueden enfadar y con razón. No había otra manera, desgraciadamente era así. Un equipamiento museológico, insistimos, necesita un enorme ejercicio de diseño gráfico aplicado.
Los anglosajones fueron los primeros que aplicaron el diseño gráfico a los museos como soportes de comunicación visual
Como apuntamos en el pie de foto, los anglosajones no solo crearon el concepto de museo como lo conocemos hoy en día (Museo Británico, p.e.), sino que también se dieron cuenta los primeros en la importancia de cuidar la imagen gráfica de los mismos. Como padres de la comunicación visual, a partir de la Revolución Industrial, la cultura anglosajona nunca se apartó de la convencida necesidad de aplicar creatividad a lo que pudiera entrar por los ojos de la opinión pública, potenciales clientes. Nada se escapaba del control del diseño y se nota. Por el contrario, resultando un contrasentido, la creatividad latina no acababa de aplicarse a ese terreno de la comunicación entre los museos (emisores) y los visitantes (receptores). Italia, paradigma de la creatividad aplicada, padres de los primeros programas de identidad corporativa auqnmue un poco detrás que los ingleses (marca Olivetti, por ejemplo), se preocupaban más del diseño alrededor del producto y no tanto al diseño de la comunicación visual. Se tardaron muchos, muchos años, en estar a la altura, ya no tanto de la creatividad inglesa y norteamericana aplicada a los museos, sino también al diseño emergente en los países nórdicos. Y tampoco al día de hoy podemos tirar voladores, queda mucho camino que andar.
Banner exterior del museo de Victoria y Alberto de Londres donde la ausencia de diseño es impensable
Normalmente, el razonamiento que había que desplegar para que los responsables de los museos locales dieran finalmente importancia al diseño gráfico y lo incluyeran en las licitaciones, fue convencerles de que el diseño visual tenía retorno económico. Que el diseño se podía vender, que se podía sacar dinero con él. Para ellos, ya no sería una cuestión de orden visual, de percepción visual, sino de puro retorno de la inversión. No tuvimos más que aplicar aquí lo que se venía haciendo fuera, al norte del Mediterráneo y cruzando el charco, aplicando la marca (bien diseñada) del museo en posters y camisetas para empezar, y venderlas en el mostrador de «información» (ha habido pequeños museos que han recuperado la inversión en dos años, solo con la venta de «merchandising»). Para nosotros no era tanto una estrategia mercantilista, en absoluto, sino la única forma de poder introducir el diseño en los museos locales. Es curioso como, en ocasiones, resulta difícil entender que salvo lo que genera la naturaleza, lo demás es diseño humano y es muy importante entonces hacerlo bello. No es lo mismo una silla fea que una silla bonita, aunque las dos sirvan para lo mismo. Algo tan evidente a veces resulta difícil de hacerse comprender.
Las tiendas de algunos museos parecen verdaderos centros comerciales
Con la implantación normalizada de las tiendas dentro de los museos – todo los museos que se precien disponen de una tienda por la que el visitante sale obligatoriamente al exterior -, la necesidad de implantar diseño ya no era una opción, hoy hay que vender, «show me the money». Las marcas de los museos quedaban impresas en todo tipo de cosas: tazas, posters, lápices, imanes de frigo, corbatas y hasta en ropa interior. Hoy nos resulta difícil saber a que museo pertenece que tienda salvo que miremos la marca impresa en las cosas «made in China» que se venden (incluso existen franquicias de tiendas de museo). Las últimas incorporaciones o novedades de aplicación de las marcas de los museos es a bebidas y a bolsas de snacks. Todo lo que se pueda vender, sirve de soporte. Como reflexión personal decir que no sabemos hasta que punto es bueno que salgamos a la calle después de haber visitado un museo y que lo abandonemos pensando en que nos han querido vaciar los bolsillos. Siempre se explica que los museos necesitan recursos para mantenerse abiertos y de ahí que tengamos que salir por la tienda y con bolsas en las manos. Pero, si hemos pagado casi, o no tan casi, 20 euros / 27 dólares por la entrada, ¿necesitan que salgamos necesariamente por la tienda? ¿No les parece suficiente lo que pagamos al entrar, qué también tengamos que pagar al salir? Si el museo es gratis o en régimen de donación voluntaria, salimos felices habiendo parado en la tienda para comprar algo, eso seguro. Si hemos pagado entrada, la entrada a la tienda debería ser opcional. Recordamos que de lo que se trataba era de aplicar buen diseño de identidad a los museos; pero en algunos casos se ha ido un poco de las manos, ¿No hay término medio?…
Tienda de la Tate Modern de Londres, se lo perdonamos porque no pagamos entrada
La tienda del museo Metropolitano de Nueva York vendió más de 3,5 millones de euros / 4,8 millones de dólares en 2013, aunque el montante de mayor ganancia para el museo proviene de las exposiciones temporales.
Hola! Soy diseñadora grafica y estudiante de museologia avanzada en el museo social argentino. Me gustaria comunicarme con vos para charlar de mi tesis. Saludos!
Hola Belén. Por favor envíanos un email a la siguiente dirección: estudio@evmuseografia.com y a partir de ahí nos ponemos de acuerdo contigo en el medio más apropiado para resolver tus dudas, eso si nos lo pones muy difícil. Un saludo.