Una de las cosas que hacemos con más frecuencia e insistencia, cuando visitamos un museo, es observar el ir y venir de la gente en las salas. Da igual de que museo se trate, nos sentamos en lugar apartado para pasar desapercibidos para mirar y observar. ¿Qué somos unos voyeurs? En el mal sentido no, desde luego.
Foto: josemanuelerre.blogspot.com
Mucho antes de entrar en el museo, nuestros mojos y mente están trabajando. Siempre nos ponemos unas gafas de sol muy oscuras para que nadie sepa a donde estamos mirando. Imaginamos que muchos de vosotros también lo hacéis. Nosotros nos fijamos, sobre todas las demás, en las personas que miran escaparates. Nos fijamos en todo: como se aproximan al cristal, la dirección que alcanza su mirada, el tiempo que pasan observando, el movimiento, el lenguaje corporal. No somos voyeurs, somos profesionales que acumulan información para que luego pueda ser aplicada a nuestros proyectos. La observación del comportamiento humano en relación a las cosas que le rodean es fundamental para nuestro trabajo. Y agotador. Cuando viajamos, nuestra atención se multiplica ya que la información se dispara por todas partes. No solo es observar a la gente, es observarlo absolutamente todo y registrarlo en la memoria. Nuestro agotamiento en los viajes nada tiene que ver con lo físico. Si queremos descansar tenemos que cerrar los ojos, oscuridad total, no queda más remedio.
La observación del comportamiento de las personas en la realidad con la que interactúan, sobre todo en los museos, forma parte de nuestro «entrenamiento» mental que fortalece y hace crecer nuestros archivos de memoria
Ya en los museos, y dependiendo de que museo se trate, solemos visitar primero lo que nos interesa ver, por eso lo de los madrugones o bien, calculando el tiempo necesario, cerca de la hora de cerrar. Es mejor hacer la por la mañana que antes de la hora de cierre porque no se ha acumulado e cansancio, sobre todo el mental. Un museo al día, nada de maratones porque, además, no todo es visitar museos ni mucho menos cuando se viaja a algún lugar. Sentarse en las terrazas de los bares y observar es un placer para todos, imaginamos. Mientras seamos discretos, que nadie se moleste por estar observándole porque es muy incómodo para el observado, no habrá problema. La dirección de la cara también cuenta como sabréis perfectamente. Nos os vamos a descubrir ahora la rueda con estas cosas que decimos.
Museo de Arte de Shanghai (MOCA)
De todo lo que hemos podido observar a lo largo de estos años, hay algo que seguimos viendo constantemente y lamentablemente y para lo que parece no hay remedio. En los museos de arte y galerías, hay personas – por denominarlas de alguna manera – que se apoyan en los cuadros con el hombro, espalda… Muchas de estas acémilas tocan los lienzos con el dedo. No sabemos para que están los vigilantes y las cámaras de seguridad de los museos de arte y demás. Es posible que los museos confíen ciegamente en los servicios de restauración y rehabilitación. Estamos más que cansados de comentarlo; con este tipo de vigilancia nunca podrá evitarse una agresión a un lienzo – con unas uñas largas bastaría -, pero hay otros males que son muy dañinos y parecen pasar desapercibidos para la vigilancia. Poner un dedo que habrá estado manchado de ketchup- katchup, casi con toda seguridad, por ejemplo, encima de la superficie de un lienzo. Si llamamos la atención al «agresor del dedo de ketchup» – no se toca -, podemos estar seguros de que se va a armará el lío, los dueños de dicho dedo suelen ser gente sin ninguna educación y, lo peor, se multiplican. La dinastía de los dedos de ketchup no corre riesgo de extinguirse, van en manadas. Por cierto, a ver cuando en las cafeterías de los museos se da ejemplo y se deja de servir comida basura…
Hay muchos museos que no dan abasto para controlar a la gente que los visita y eso es un gran problema para la seguridad de las obras que no están protegidas con cristales
Y hay muchas otras cosas y anécdotas de todo tipo. Nosotros inauguramos un museo al que habíamos instalado un baño preparado para minusválidos y que nos costó un dineral. Los soportes de sujeción para que las personas minusválidas puedan sentarse en el inodoro sin problemas y que pueden aguantar un peso enorme, tardaron escasamente un día en romperse; curiosamente no hubo minusválidos que visitaran ese museo aquel día (¿lo haría un vigilante vengativo?). Otro problema: no es nada fácil diseñar y constuir elementos interactivos para los museos que duren, ni tan siquiera fabricándolos utilizando acero galvanizado de la mejor calidad. El mantenimiento de todo lo que es interactivo, sobre todo si hay elementos electrónicos (pulsadores, botones, ratones, etc.), es carísimo porque se estropean todos los días. No nos lo podemos explicar, o sí. Hemos visto de todo, desde dar patadas a vitrinas, escupir en el suelo, golpear un cuadro con una cámara o carreras de niños al lado de peanas con cerámica… Hay veces que nos tenemos que ir porque sufrimos mucho.
Otra de las cosas que se repiten como si fuera en una película de Woody Allen, es la aparición del listillo o listilla seguidos por su pandilla de admiradores. Ha habido excepciones en las que nos hubiera gustado acompañarlos por el museo para escuchar sus explicaciones, pero este perfil escasea mucho. Lo más ridículo que hemos podido ver ocurrió en el Museo de Arte de Filadelfia (Pensilvania). Es un sitio fantástico para los amantes del arte y que os recomendamos. Pues bien, en el museo hay una sala dedicada a Marcel Duchamp y nosotros estábamos combinando la observación de las obras como a las personas. En mitad de la sala se encontraba una escalera llena de pintura y nada más, solo la escalera multicolor. Un grupo de gente liderado por una voz muy alta, demasiado alta, se paro alrededor de la escalera y el voces siguió con su explicación que por lo que pudimos oír, no era difícil en absoluto hacerlo, trataba sobre la vida y obra de Duchamp y, sobre todo, les hablaba de una de sus obras más conocidas, la escalera. En ese momento llegó un operario vestido con un mono de trabajo azul y, abriéndose paso entre el grupito y apartando al voces, cogió la escalera multicolor, se la puso en un hombro y se la llevó. Sabemos que no fue la única vez que pasó. Para descargo del sabio orador, decir que la sala está llena de los famosos urinarios de Duchamp. En la Tate Modern también vimos alguna cosa muy rara.
La anécdota de la escalera es una de las que más se repiten en los museos de arte de todo el mundo, llegó a pasar con un extintor
Os recordamos a los mexicanos del DF y a todos los que quieran participar, que el próximo día 26 de febrero se va a celebrar la noche blanca en los museos de México. Nos lo recuerda el Museo de Ciencias Naturales y Conducta Medioambiental de México. Les deseamos mucho éxito y que lo disfruten.
Nota: Aprovechamos para pedirle disculpas a nuestro amigo George por usar una fotografía de su fantástico rostro en nuestra entrada de hoy. Esperamos que no se ofenda cuando la vea ya que su uso no responde a acción onerosa alguna. Gracias George.
Hola, me ha encantado vuestra entrada de hoy. Estoy absolutamente de acuerdo en lo que decís sobre la escasa vigilancia que existe en los museos. Yo también soy una observadora del entorno y os puedo asegurar que a veces, lejos de disfrutar, salgo atacada de un museo. La gente parece entrar en los sitios como si se tratara sólo de dar una vueltecilla, por no hablar de los padres que «sueltan» a sus hijos como si de un parque de recreo se tratara, me parece inadmisible. Si este es el ejemplo que damos a las nuevas generaciones echémonos a temblar. Y, por supuesto, ni se te ocurra dar un toque de atención a nadie, las bestias se te echan encima y te miran como a un bicho raro. Yo estuve un tiempo sin visitar museos porque tuve un par de malas experiencias con este tipo de cosas. Afortunadamente ya estoy curada , aunque no tranquila .Siento que , cuando entro en una sala mi cuerpo se tensa ,es una pena.
Muchas gracias por todo el trabajo divulgativo que hacéis y por vuestras muchísimas recomendaciones. Estuve visitando el Thyssen el fin de semana y la exposición me pareció una maravilla. Un saludo