Breve Historia del Diseño de Exposiciones

Breve Historia del Diseño de Exposiciones

 

 

­La exposición es un elemento innato del comportamiento humano, practicado constantemente en nuestra vida cotidiana. La mayoría de las casas tienen arreglos casuales de posesiones e imágenes atesoradas, organizadas por preferencia personal y con la intención de reflejar la identidad de sus dueños. Los tenderos y comerciantes del mercado, buscan también la mejor manera de exhibir sus mercancías; cómo y dónde colocar los productos para atraer a los clientes y crear un entorno atractivo. Los edificios religiosos, como las iglesias, mezquitas y templos, son poderosos ejemplos de cómo las técnicas de exposición pueden emplearse con mayor habilidad. Muchos de ellos usan su arquitectura para elevar objetos icónicos, comunicar la necesidad de reverencia, enmarcar vistas que concentran la atención en un solo objeto o lugar sagrado («el altar») y estimular nuestros sentidos (olores, sonido, estimulación visual, táctil – tocar el agua bendita -). Promueven la contemplación espiritual de la misma manera que otros estados de mayor aprehensión son promovidos por los diseñadores de exposiciones modernas. De hecho, muchos museos y espacios de exposición suelen tener algo de la atmósfera de un templo, al que a menudo se asemejan físicamente. En este contexto, mencionaremos que los grandes edificios del siglo XIX dedicados a museos se diseñaron con un estilo similar a un templo inspirado en los precedentes griegos o romanos (templos de las musas).

Las exposiciones de museos y galerías de arte surgen, principalmente, de las colecciones de los ricos mecenas, cuyas curiosidades y artefactos normalmente se mostraban solo a otras familias adineradas. A fines del siglo XVIII, varias de estas colecciones se combinaron y organizaron para exhibición pública. En muchos lugares – Florencia es un claro ejemplo, con grandes obras de arte encargadas por mecenas, como la familia Medici – simplemente tuvieron que consolidarse en palacios que se ampliaron o adaptaron con el fin de exhibirlas. En Nueva York y Washington, las colecciones se importaban, en gran medida, y se demandaban no solo por su mérito artístico percibido, sino también por la percepción que brindaban de todo lo extranjero. Muy a menudo, las exposiciones de museos o galerías de arte se establecieron con un doble propósito: albergar una colección existente de objetos y artefactos, y brindar oportunidades educativas para una población cada vez más alfabetizada y autodidacta. La promesa de superación personal era una parte central de su atracción y, al igual que hoy, permitieron que un gran número de visitantes obtuviera una comprensión más amplia y compleja del mundo.

La primera galería de arte pública fue la Dulwich Picture Gallery en el sureste de Londres, cuyo edificio se encargó al francés Noël Desenfans y a su amigo suizo Sir Francis Bourgeois. Los dos comerciantes de arte habían adquirido originalmente las pinturas de Dulwich para el rey de Polonia, Estanislao Augusto. Tras su abdicación en 1795, el rey les llegó una importante colección de la que no pudieron deshacerse por completo. Se les ocurrió la idea de abrir una galería pública con el apoyo de una anciana viuda. La galería supuso un precedente importante para arquitectos y diseñadores de espacios galerísticos. Esta primera iniciativa mostraba cómo introducir la luz del día desde arriba en un momento en que, en la mayoría de los edificios, las paredes donde se colgaban las pinturas estaban acompañadas de ventanas.

Muchas instituciones comenzaron a adquirir objetos y artefactos a un ritmo sin precedentes para satisfacer el apetito del público. Es difícil imaginar el impacto que las exposiciones de arte y ciencia habrían tenido en estos visitantes, cuyas oportunidades para viajar y explorar eran muy limitadas, y para quienes dichas exposiciones proporcionaban una visión fascinante sobre una gran variedad de temas. Dejando a un lado los problemas de transporte, hubo pocas restricciones en el movimiento de colecciones entre países; muchas obras de arte irremplazables fueron retiradas de sitios históricos. El más notorio, quizás, es el friso del Partenón de Atenas, que actualmente se encuentra en el Museo Británico de Londres. Los creadores de museos contemporáneos pueden contentarse con filmar o registrar los productos culturales de un país, pero en el siglo XIX los animales exóticos, las antigüedades culturales, el arte y otros objetos de interés simplemente eran saqueados de sus lugares originales y naturales.

Aunque las «curiosidades» importadas suscitaron asombro a quienes las contemplaron, con frecuencia fueron mal etiquetadas y erróneamente entendidas. El personal de la galería solo tenía, por lo general, una vaga noción de la función, la importancia y la atribución de sus exposiciones. El énfasis se ponía en la creación de «espectáculos» destinados a provocar y asombrar. Muchos objetos y artefactos adquirieron narrativas que, aunque emocionantes, tenían poca o ninguna base verídica. La introducción de prácticas más escrupulosas estuvo influenciada por distinguidos científicos como Charles Darwin y Linnaeus, el taxónomo sueco, preocupados por la clasificación y el orden cuidadosos de los fenómenos naturales. Su enfoque se convirtió en el de los curadores de museos, cuyo celo por el etiquetado y la clasificación escrupulosa contribuyó significativamente al arraigo de las disciplinas científicas emergentes.

Al mismo tiempo que las naciones occidentales adquirían estas vastas colecciones del extranjero, comenzaron a utilizarse exposiciones públicas para promover y celebrar los crecientes logros industriales y técnicos de estas sociedades. La Gran Exposición de 1851 en Londres, alojada en el revolucionario Crystal Palace, fue un hito sustancial en la historia de las exposiciones y, en consecuencia, en la historia intelectual de Europa. (La Gran Exposición representó el comienzo del movimiento de la Expo Mundial, actualmente supervisado por la Oficina Internacional de Exposiciones en París).

El edificio Crystal Palace, diseñado por Joseph Paxton, fue, en sí mismo, una maravilla de la ingeniería, construido en solo seis meses a base de componentes modulares repetidos de vidrio y acero, que influyeron profundamente en la arquitectura.

El Museo de South Kensington en Londres (luego Victoria & Albert Museum) se creó con el dinero generado por la Gran Exposición, con la intención expresa de mejorar los estándares de fabricación y de las artes aplicadas. Al igual que muchos museos y galerías de ese período, éste museo no estaba destinado a la recreación, sino que se estableció para proporcionar una fuente de información valiosa para diseñadores, artesanos y fabricantes que buscaban mejorar sus productos.

Los pioneros de museos y galerías afrontaron los desafíos de exhibir objetos públicamente de varias maneras. En una época anterior a la electricidad o las lámparas de gas confiables, los diseñadores recurrían a la infiltración inteligente de la luz natural en las galerías, generalmente desde arriba, de modo que se pudiera usar el mayor espacio posible de la pared para la exposición. Los balcones se ubicaban, por lo general, debajo de un tragaluz para maximizar el uso de la luz del día, dejando un vacío en el atrio central que permitía iluminar los niveles inferiores del edificio.

Las vitrinas con gruesos marcos de madera constituían el elemento básico de la mayoría de las colecciones de los museos, ofreciendo seguridad y protección contra robos y daños. Unido a una mala iluminación, el vidrio de estas vitrinas hizo que muchas exposiciones fueran difíciles de ver y se creara una distancia psicológica importante entre el espectador y el objeto. Muchos curadores se vieron a sí mismos como fideicomisarios de importantes colecciones; satisfacer las necesidades del público se consideraba, a menudo, una tarea más que un deber, una actitud que se reflejaba en la atmósfera silenciosa y en las barreras que se ponían entre el espectador y las colecciones. Las exposiciones tendían a estar muy concurridas según los estándares modernos, con cuadros colgados en cuatro o cinco alturas en las paredes; las pinturas más altas inclinadas hacia afuera de la pared para encontrarse con la mirada del espectador. Muchos museos se sintieron obligados a mostrar tantos de sus artefactos como pudieran meter físicamente en vitrinas, por lo que las exposiciones eran impresionantemente completas, pero muy difíciles de asimilar para el observador ordinario (algo que aún se mantiene en muchos museos). Las características de conservación que se consideran tan importantes hoy en día, como el control de la temperatura, la humedad relativa y la contaminación del aire, no eran frecuentes.

Esto no quiere decir que las prácticas de exposición modernas sean mejores en todos los aspectos. Un gran número de pinturas y esculturas se ven hoy en día en un entorno muy diferente a aquel en el que estaban destinadas a ser expuestas. En las galerías de arte, el dispositivo para colgar cuadros era el riel con ganchos y cadenas unidas a las obras enmarcadas. Fuera de sintonía con el diseño moderno, esto ha desaparecido de muchas galerías. Históricamente, en las casas de los mecenas del arte, las pinturas con marcos profundos eran una parte constitutiva de un esquema de diseño decorativo que, a menudo, incluía intrincados trabajos de yeso, papel tapiz estampado, rieles de ranura y muebles ornamentados. Muchas de las pinturas de temas religiosos que se encuentran en los museos occidentales se exhibían originalmente en iglesias. El formato de algunas de estas pinturas, como por ejemplo los trípticos, normalmente se ven desubicados en una galería moderna porque están literalmente fuera de lugar.

Las técnicas de exposición modernas están influenciadas, en gran medida, por los movimientos de arte y diseño de principios del siglo XX, principalmente por el desarrollo del arte abstracto y los principios propugnados por artistas y diseñadores de vanguardia, muchos de los cuales estudiaron y enseñaron en la Bauhaus en Alemania entre 1919 y 1937. Estos principios hicieron que los diseñadores repensaran radicalmente los elementos del diseño, de modo que las paredes y los pisos llegaron a ser ser considerados como «planos», a modo de elementos de una escultura abstracta. Arquitectos y diseñadores del Movimiento Moderno reinterpretan las estancias de los edificios de nuevas formas, usando el lenguaje de las «relaciones espaciales» y los «volúmenes» para influir en el contexto de visualización. Los ambientes de exposiciones se reconcibieron de muchas formas diferentes por parte de surrealistas, futuristas y constructivistas.

Simultáneamente, artistas como Duchamp fueron pioneros en el arte de la instalación, donde la envolvente de la galería, anteriormente tratada como una cáscara vacía en la que se colocaba la exposición, se transformaba en un elemento añadido a la obra de arte.

Los nuevos enfoques del diseño enfatizaron una innovadora dedicación a la combinación de funcionalidad y estética. En 1924, Frederick Kiesler, influido por la Bauhaus, diseñó un sistema de exposición independiente y desmontable, el sistema L&T, con el característico estilo geométrico del Movimiento Moderno, que utilizó para los cuadros del Konzerthaus de Viena. Este sistema, precursor de las pantallas plegables modernas, era modular y permitía la visualización combinada de objetos e imágenes; también era adaptable, pudiendo el espectador ajustar las imágenes y los objetos al nivel de sus ojos.

De las líneas de práctica expositiva que surgieron del Movimiento Moderno, la más influyente fue la del ambiente sobrio y minimalista con paredes blancas desarrollada en el Museo de Arte Moderno (MoMA) en Nueva York. También inspirado en los principios de la Bauhaus, este estilo aséptico, ahora tan generalizado, se desarrolló a través de una serie de exposiciones experimentales desde mediados de la década de 1930 hasta principios de la de 1940, cuando la reacción al arte moderno aún era muy variada. Sus exposiciones introdujeron paredes de superficie lisa y exhibiciones cuidadosamente tratadas, aunque escasamente adaptadas para el público estadounidense, y fueron vistas como provocativas. «Machine Art» de Philip Johnson (1934) mostraba bienes industriales como si fueran obras de arte. Contrariamente a algunas expectativas, la exposición resultó ser muy popular y la controvertida idea de que las exposiciones de productos industriales podrían recibir la reverencia que normalmente se dedica al arte fue aceptada, en general, como una premisa razonable por el público visitante. El estilo sobrio, inspirado en las líneas suaves de los barcos modernos y la esbeltez funcional de aviones, se adaptó a la exposición y se ganó la aceptación del nuevo Museo de Arte Moderno entre los patrocinadores contemporáneos.

Quizás el elemento más definitorio del legado de exposiciones en el MoMA fue también el más simple. Alfred Barr, el director fundador del museo, fue pionero en exhibiciones de pinturas colgadas a intervalos amplios, con un borde considerable de espacio vacío alrededor de cada exposición. Se eliminó la práctica común de pintar cuadros en lo alto de las paredes, uno encima del otro, eligiendo un color de pared neutro, primero una tela de monje beige y luego pintura blanca. Barr trató todas las exposiciones de la misma manera, por lo que una exhibición de pinturas de Van Gogh en 1935 recibió una consideración más o menos similar a la de los «Maestros italianos» en 1940. Su método excluía el uso de detalles de la época, color o tapices para comunicar el contexto o el momento en que se produjo la obra de arte. Se animó a los visitantes a ignorar el contexto histórico y social del artista y a considerar el arte independientemente, como un objeto autónomo. Este estilo, ahora evidente en todas partes, fue innovador y alentó a los espectadores a observar el arte de una manera nueva.

En la década de 1960 se produjo una nueva revolución en las exposiciones por el crecimiento de la «exhibición práctica», desarrollada y adoptada por instituciones como las del Exploratorium , en San Francisco. Insatisfechas con los métodos tradicionales de enseñanza de la ciencia, estas instituciones introdujeron una nueva concepción del aprendizaje, mediante la cual los niños participarían activamente en la ciencia real. Desarrollaron exposiciones interactivas que permitieron al público aprender directamente de la experiencia y divertirse al mismo tiempo. Las exhibiciones buscaban involucrar a un tipo de visitante ahora conocido por especialistas en museos y educación como «aprendices cinestésicos». Dichos visitantes, tradicionalmente mal atendidos por los museos, disfrutan al involucrarse en algo, «haciendo», en lugar de observar. Hoy en día, esperamos este tipo de exposiciones en nuestros museos, lo que indica el enorme impacto que han tenido las exhibiciones interactivas en la forma en que los profesionales del diseño de exposiciones piensan sobre los museos y las experiencias de los visitantes. «Hacer» es ahora el enfoque estándar para la enseñanza de la ciencia, y las exhibiciones interactivas continúan poblando otras áreas de práctica de exposiciones, enriquecidas por nuevos tipos de experiencia interactiva, como las interactivas ambientales y de «descubrir más». Las exposiciones contemporáneas, como la de Winston Churchill en Londres, deben mucho a estos precedentes.

Otros experimentos han buscado disipar la naturaleza elitista de muchas prácticas expositivas. El imponente Centro Pompidou de París, diseñado por el arquitecto italiano Renzo Piano y el británico Richard Rogers, tiene, desde sus inicios, la intención de crear una atmósfera menos reverencial, más de mercado que de templo del arte. El edificio high tech con sus enormes conductos de aire tubulares, estructura expuesta y colores brillantes es, en muchos sentidos, lo opuesto a las galerías palaciegas y tradicionales del Louvre al otro lado de la ciudad y, en este sentido, es un lugar ideal para crear instalaciones provocativas y experimentales que podría atraer a audiencias más jóvenes. Además, los planos de planta enormes e independientes del Centre Pompidou y la falta de columnas o muros de carga internos le dan al diseñador de exposiciones una mayor libertad para dividir los espacios de acuerdo con los dictados de cada exposición, en lugar de tener que responder a la estructura del edificio.

Los desarrollos recientes han provocado un realineamiento en los modos de ofrecer exposiciones, tanto en el sector público como en el privado. Los visitantes más jóvenes han comenzado a prestar menos atención a la publicidad y el marketing tradicionales, y habitan cada vez más en una comunidad digital paralela. Para mantener la relevancia sobre una nueva generación de clientes potenciales, las corporaciones e instituciones se ven obligadas a buscar el hábitat virtual en el que residen estos consumidores. A su vez, las exposiciones se han vuelto altamente interactivas y dialogan más con este mundo virtual. El visitante suele navegar por un sitio web antes de ver una exposición y, a menudo, lo consulta después. Lo que es más importante para las corporaciones es que la exposición se ha convertido en una oportunidad para organizar un evento en vivo que se anuncia en línea y se representa digitalmente después de que haya tenido lugar. Esto que permite a la institución replantear su territorio en el entorno digital. El hecho de «llevar a casa» las exposiciones modernas tiene paralelismos con los tradicionales «obsequios» entregados a los visitantes y los souvenirs temáticos de la tienda del museo. La diferencia importante es que la captura de datos en las exposiciones permite a las instituciones atraer el tráfico de Internet de sus públicos objetivo a su espacio digital, ofreciendo el tipo de beneficios de marketing que las meras baratijas de marca ya no pueden proporcionar.

Curiosamente, la experiencia física y en vivo a la hora de realizar un evento no ha sido reemplazada por las exposiciones virtuales, como se pronosticó cuando nació Internet. La experiencia digital a menudo conduce a una visita física y parece alentar a los visitantes en lugar de desanimarlos. La llegada, en su día, de comunidades digitales como «Second Life», o el Metaverso ahora, puede cambiar esta situación en el futuro, pero la evidencia parece sugerir que la exposición «real» es una característica sólida de la vida moderna, y resulta poco probable que sea reemplazada muy pronto.

Para los museógrafos/as y directores/as de exposiciones, los desarrollos que hemos mencionado anteriormente han tenido un impacto significativo en la práctica a la hora de organizar y producir exposiciones. Se espera que los diseñadores web, multimedia, gráficos, de sonido e iluminación trabajen codo con codo para ofrecer una única experiencia vinculada que opere con coherencia desde el primer contacto en el sitio web hasta el correo electrónico posterior al espectáculo. Asimismo, es previsible que los curadores y museólogos publiquen blogs continuamente desde el momento en que se conciben sus ideas para la exposición durante la duración de la muestra. También se espera que los visitantes interactúen con la pantalla, den su opinión sobre su valor y expresen su opinión sobre todos sus aspectos. La elección del «me gusta» o «no me gusta» de las generaciones pasadas de diseñadores y gerentes de exposiciones ha sido reemplazada por una actitud menos defensiva y más flexible hacia la retroalimentación y los comentarios.

Las exposiciones continúan siendo un medio de comunicación extremadamente eficiente y, en palabras de un comentarista, Tony Bennett, «hablan a los ojos», y debieran «hablar a nuestras emociones». A cualquiera que desee obtener una comprensión valiosa de un tema en un período de tiempo determinado se le recomienda visitar una exposición bien curada, donde la información que busca se presente como un viaje tridimensional comprensible y amigable. Dentro de la mayoría de los principales museos y galerías de arte nacionales, lo que el visitante da por sentado es una enorme cantidad de cuidado en la elección de las exposiciones y, a menudo, brillantes interpretaciones sobre un determinado tema. También desea encontrar una subcapa fascinante de información y poder profundizar más allá de la superficie. Para los turistas, las visitas a museos y galerías son un elemento sustancial del disfrute de su viaje y una representación vital de la cultura del país que desean explorar. Las exposiciones bellamente iluminadas y presentadas son un requisito mínimo para los consumidores culturales internacionales cuyo gasto alimenta la vibrante economía turística internacional. El fundamento teórico y las exhibiciones son proporcionados por un ejército de profesionales de las exposiciones, pero es trabajo del diseñador de la exhibición orquestar un entorno que conecte con el visitante y transforme una colección de exposiciones en una experiencia inspiradora. Los museógrafos/as han desarrollado una gran sofisticación en su comprensión del público, y deben pensar cuidadosamente acerca de cómo involucrar a un mercado segmentado.

En mayor medida, las ferias ofrecen una oportunidad para los visitantes de lograr una visión general sobre un tema completo. Aunque las exposiciones de coches, por ejemplo, se han convertido en gran medida en oportunidades para el entretenimiento de marca, un solo evento puede reunir a todos los jugadores más importantes en el mercado del automóvil , permitiendo a los visitantes el lujo de ver a las grandes marcas compitiendo por su atención. Para los clientes comerciales, las ferias de muestras brindan una oportunidad única de codearse con sus contactos más importantes de manera eficiente en el tiempo, forjar relaciones comerciales y tomar una instantánea de los desarrollos más avanzados en su campo. Para los expositores, estas ferias son fundamentales en el sentido de que crean una conversación con sus clientes a través de una experiencia diseñada. No es de extrañar que, a menudo, gasten grandes sumas de dinero en el diseño y la construcción de sus stands comerciales, con cada expositor compitiendo para superar a sus vecinos. Es posible que, en otros tiempos, el mundo del diseño – y muchos clientes – haya pasado por alto la habilidad del diseñador de exposiciones. Sin embargo, los principales expositores contemporáneos no necesitan ser persuadidos de ese valor, lo que lleva a invertir mucho en el diseño de «experiencias para sus clientes».

 

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Fotografía: PlayBuzz.

Consultas: info@evemuseos.com

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