Llevamos muchos años trabajando en museos, por lo que nos vemos capaces de dibujar con claridad diferentes perfiles o tipologías de visitantes que suelen visitar las colecciones permanentes de nuestros museos o sus exposiciones temporales. Hoy, los vamos a describir con cierto desenfado, cierto toque de humor no está de más con la que está cayendo. Esperamos ver alguna sonrisa entre vosotros. Allá vamos…
EI visitante «fan».
Es aquel que viene predispuesto a visitarlo, que por alguna razón determinada escoge un museo concreto y planifica la visita. Tiene claro el motivo, lo que desea ver, y por lo tanto tiene facilidad para encontrar información relacionada con la institución, ya sea a través del sitio web o por información referenciada en otros medios. Esta tipología de público sabe lo que quiere, prefiere una visita autónoma y, como probablemente le dedicará bastante tiempo, requerirá de espacios que le permitan descansar, zonas habilitadas para el reposo en lugares estratégicos de las salas, así como cafetería y/o restaurante donde poder realizar una pausa de manera confortable.
El turista accidental.
Aunque pueda parecer lo contrario, forma parte de un grupo bastante amplio de personas que no son visitantes habituales de museos en su rutina cotidiana. Su vinculación con el museo se produce por motivos «estacionales», vinculados a la rutina del turismo vacacional. Suele darse la paradoja de que esta tipología de visitante es capaz de resistir largas colas en los principales museos de las ciudades que visita y suele desconocer los museos de su propia ciudad; todo un personaje contradictorio.
El escolar cautivo.
Recibe esta denominación, que tiene una cierta connotación negativa, en referencia a la experiencia con los museos. Debe su calificación a la obligación de tener que realizar la visita con la escuela. Dependiendo de cómo se plantee la experiencia, podemos generar un mal recuerdo en el escolar o ganar un futuro visitante «fan» para los museos. Para conseguir esto último, es muy importante destinar el máximo esfuerzo, atención y recursos ,para que la experiencia de nuestro museo en los jóvenes visitantes sea lo más positiva e interesante posible.
Querido profesor.
El colectivo docente ha de ser considerado un objetivo principal para los departamentos de públicos de los museos. Hay que mimarlo, pero también debemos formarlo y hacerlo cómplice de la experiencia educativa. ¿Qué queremos decir con formar al maestro? Hay que enseñarle todas las posibilidades que una institución patrimonial, como es el museo, puede aportarle en su día a día como docente, proponiéndole una experiencia que no sólo esté diseñada para el alumno, sino que, bien dirigida, pueda representar un recurso eficaz en su crecimiento personal y profesional. Para conseguirlo, el museo tiene que facilitar los instrumentos que permitan la participación del profesional de la didáctica, en el proyecto educativo del mismo: a partir de cursos de formación, de talleres, conferencias, implicación en el desarrollo de propuestas formativas, etcétera.
Los grupos de mayores.
Si existe un perfil de visitante que dispone de tiempo para visitar el museo, como puede ser el jubilado/a. Este grupo de público puede convertirse en un aliado muy interesante para nuestra institución, no sólo con el fin de alimentar la estadística de visitantes, sino considerándolo un colaborador cualificado. La clave radica en la capacidad que tengamos para diseñar un programa de voluntariado dinámico y atractivo para unas personas que, aunque han finalizado su etapa laboral, pueden aportarnos su valiosa experiencia en el desarrollo y realización de actividades diversas; un ejemplo de ello lo podemos encontrar en el Museo del Ferrocarril de Madrid, donde ferroviarios jubilados realizan visitas guiadas, como voluntarios, a grupos de escolares. Son un activo fantástico y amable que hay que tener en cuenta para que, en momentos puntuales, si ellos desean colaborar, puedan complementar las tareas que realizan los profesionales del museo: orientación, información, divulgación de las actividades o grandes eventos que en fechas señaladas organiza el museo, por ejemplo «las noches de los museos» o jornadas de patrimonio, etcétera, y además, generalmente conforman el grueso de los «amigos del museo».
La familia, bien gracias.
Es una de las tipologías de visitantes más difíciles de satisfacer, por la diversidad de preferencias y niveles de conocimientos previos de sus componentes. El museo debe ofrecer recursos y actividades que permitan incentivar el diálogo entre padres e hijos con la exposición; de esta manera, conseguiremos que la experiencia conjunta sea interesante y agradable para todos. En este sentido, ya existen museos que han creado un espacio paralelo adaptado al público familiar, como el Children’s Museum.
El experto, ¡huy que miedo!
Esta categoría puede llevar a confusión al lector si cree que este visitante no requiere de ayuda alguna y no necesita indicaciones – aunque él/ella crea que no la necesitan en absoluto -. Nuestra experiencia constata lo contrario, pero con ciertos matices: no podemos pretender explicarle el museo desde la perspectiva que él/ella ya conocen, sino que hay que ofrecerles lecturas complementarias o alternativas. Muchos de estos visitantes, antes de empezar la visita, demandan una experiencia diferente que les aporte nuevos puntos de vista. La clave es poner en valor la colección a través de un discurso multidisciplinar, que ayude a despertar su curiosidad para que pueda aportarle un valor añadido a su conocimiento previo.
Visitantes con discapacidad.
Salvo en contadas excepciones, esta categoría de público es aún una asignatura pendiente en muchos de nuestros museos. Las razones son diversas y sobre todo están vinculadas a criterios de accesibilidad, movilidad e inclusión. Si bien es verdad que la gran mayoría de museos tienen recursos limitados para crear las condiciones que permitan a este visitante una autonomía razonable durante su estancia, hay que velar para que desde un principio (antes de inaugurar el edificio) tanto el proyecto museológico como el museográfico, tengan en cuenta toda una serie de aspectos destinados a hacer del museo un espacio sin barreras. Cuando hablamos de barreras no nos limitamos a la existencia de rampas o ascensores, sino a la adecuación de la museografía a las necesidades de estos públicos: iluminación, vitrinas, climatización, textos en braille, maquetas, audioguías, dispositivos móviles adaptados, etcétera.
Visitantes con necesidades educativas especiales.
El museo, como instrumento al servicio de su comunidad, tiene que prever las estrategias inclusivas necesarias para facilitar el acceso de todos los visitantes, sea cual sea su origen, creencia religiosa, capacidades, nivel socioeconómico o cultural. En este sentido, cualquier itinerario educativo, visita guiada, exposición permanente o temporal, debe contemplar una serie de recursos que permitan ,en un momento dado, incorporar a visitantes que por razón de raza, religión, origen, condición socioeconómica, etcétera , tengan alguna dificultad para disfrutar de la visita de la misma manera que el resto de públicos. En este sentido, es imprescindible la creación de un protocolo de trabajo que incorpore elementos de interpretación o acompañamiento para esta tipología de visitante.
El visitante ocasional
Es un visitante que suele acudir en ocasiones muy puntuales, no suele tener mucho interés por el museo y, si accede a él, suele ser habitualmente por intereses de terceros.
El visitante VIP, ¡que pereza!
Es aquel que, por su cargo o relevancia social, se ve en la obligación de visitar el museo. Entre ellos podemos diferenciar dos tipos de visitantes: Los primeros serían aquellos que no tienen especial interés, por lo que acostumbran a quedarse satisfechos al recibir una atención personalizada – hacerles la pelota, quien quiera hacerlo -, acompañándoles en una visita general panorámica, realizando alguna parada para que puedan hacer un chascarrillo del que todos se mueren de risa falsa delante de algún objeto valioso para la comunidad. Los que no se ríen serían aquellos que tienen verdadero interés en el museo, en la colección o en alguna exposición temporal (y acostumbran a tener conocimientos sobre la misma) y a los que hay que prestar una atención más personalizada, ya que ello, sin duda, redundará en beneficio de la institución (potenciales patrocinadores).
El visitante online.
Ha surgido de la revolución que ha representado Internet en la primera década del siglo XXI y muy especialmente por la evolución de la Web 1.0 a la 2.0. Con la eclosión de las denominadas redes sociales (Facebook, Twitter, Flickr), hemos pasado de una Web a modo de prospecto informativo electrónico, repositorio de contenidos diversos, a una Web que interacciona con el usuario. Esta nueva realidad, obliga a todos los museos a una democratización tanto de sus contenidos como de su política institucional, ya que al abrir la ventana virtual no puede controlar, como había hecho hasta el momento, los procesos que en él se llevan a término. El visitante online tiene la oportunidad, sin estar en el lugar físico, de conversar con el museo y con otros usuarios, acceder a contenidos y experiencias que luego puede compartir, establecer relaciones con otros visitantes con los que crear páginas o grupos vinculados, o no, a los amigos «oficiales» del museo, y lo que más preocupa a los gestores de la institución: generar debates y estados de opinión que antes no se daban por la inexistente conectividad de los públicos del museo. La nueva era de los museos, obliga a escuchar y a conversar con esta nueva categoría de visitantes, y a asumir y compartir sus inquietudes, con la finalidad de generar una comunidad de usuarios fiel y participativa. Un estudio de públicos realizado por Veron y Levasseur en 1983, bautizaba con el nombre de un grupo animal a los diferentes grupos de visitantes de acuerdo a su manera de ser: Hormiguita: los visitantes más ordenados y disciplinados; Mariposa: los que visitan la exposición a su aire, sin lógica ordenada; Saltamontes: disponen de poco tiempo y van «dando saltos» visitando las obras principales. Y por último, los visitantes Pez: se mueven desconfiados a lo largo y ancho del espacio museístico.
El visitante cotilla.
Normalmente su perfil es el de un museógrafo/a que mira con detalle lo que hace la competencia e intenta estar camuflado como un visitante más. Se les reconoce fácilmente ,porque suelen arrodillarse constantemente en el suelo para observar detenidamente las bases de las vitrinas.
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Fotografía principal y para redes sociales: Luís Ramón Marín
Buenas tardes. Sólo se me ocurre deciros ¡Bravo,bravo!.
Magnífico «documento» sobre los distintos estamentos que participan en la visita del museo.Qué bien descrito, qué bien clasificado y con qué sutil sentido del humor está tratado.
Artículos como éstos hacen de vuestra página lo que es, un rincón amigo en el que día a día ,los amantes d los museos y los no tan amantes , sentimos un poquito más de curiosidad por este mundo tan desconocido y , a la vez , tan familiar para todos.Quién no ha visitado nunca un museo , en la calidad que sea , pero cuántos de nosotros hemos disfrutado con la visita ?.
Gracias por , casi de modo subliminal, impregnarnos de amor por las cosas bellas.
Un saludo..Fernando
Querido Fernando, comentarios como el tuyo son como gasolina para el motor. Andamos en «reserva» la mayor parte del tiempo y cuando nos llenan el depósito como has echo tu, nos volvemos Porsche. Nuestro objetivo, si realmente existe alguno, es que los museos sean queridos y se vean con amabilidad. Necesitan urgentemente más visitas y hay que empujar en la medida de nuestras posibilidades. El amor por las cosas bellas debería ser obligatorio y una asignatura importante en las escuelas. Un fuerte abrazo Fernando y gracias de nuevo.
Me encanta visitar pequeños museos que ofrecen artículos que no existen en los museos grandes. Buen ejemplo en Finlandia es por ejemplo:
Museo internacional de la taza de café.
Es único en el mundo.
Un saludo. Matti.
Gracias Matti por tu comentario. Estamos de acuerdo contigo en que hay verdaderas joyas que son desconocidas por los visitantes en general, o bien porque se encuentran en lugares inhóspitos o bien porque no se les atribuye relevancia local y no se publicitan. Suelen surgir de la serendipia. Lo bueno que tienen es que suelen poder visitarse a solas, sin más gente alrededor;) Un abrazo.
Me gustó mucha esta nueva clasificación o acercamiento al tipo de visitante. Actualiza la clasificación de 1983 de Veron y Levasseur. Muchas gracias y te sigo leyendo desde el sur de México
Gracias por tu comentario Miriam, somos casi vecinos. Un abrazo