La rápida evolución de la tecnología, que afecta a casi todos los aspectos de la vida moderna, ha cambiado también la función fundamental de los museos contemporáneos. Sin embargo, la adopción de la tecnología digital e Internet por parte de este sector no se produjo repentinamente sino a través de un periodo largo y gradual que se prolongó más de medio siglo. El primer paso hacia la transformación digital de las organizaciones culturales fue la digitalización de sus colecciones, que atendía a un proceso de creación de la representación digital de un objeto o contenido museológico (documento, imagen, idea, ritual, etcétera). Desde entonces, los museos de todo el mundo han adoptado una variedad significativa de medios y métodos digitales, creando un tipo nuevo y moderno de museo de la era digital.
Según el Museums Report 2016: «Esta transformación digital puede presentar muchas formas, desde permitir que los visitantes del museo usen teléfonos inteligentes o tabletas en todas sus instalaciones para mejorar su experiencia, hasta digitalizar la colección y hacerla disponible en línea, o interactuar con las personas antes o después de sus visitas a través de canales en línea». Por otro lado, se define la digitalidad en el museo como: «una colección organizada de recursos digitales dentro de un campo cultural artístico, accesible a través de herramientas y servicios informáticos en su conjunto, que permiten la preservación, el acceso, la investigación y la organización». Dewdney, Dibosa y Walsh mencionan que: «Las tecnologías digitales ahora se consideran el medio para expandir globalmente el alcance de las colecciones y el espacio del museo en su forma virtual y, al hacerlo, poder desarrollar nuevas audiencias».
El comienzo de la automatización de los museos aparentemente ocurrió en 1963, en el Museo Nacional Smithsonian de Historia Natural, en Washington DC, aunque hubo otros que también lo intentaron en aquella época. Sin embargo, fue el ex director del Instituto Smithsonian, Donald Squires, quien propuso y desarrolló la idea de una posible utilización de la tecnología informática en la comunidad de museos de su institución. Squires intentaba averiguar si era posible utilizar tecnología informática para gestionar las colecciones del museo, así como las ventajas que podría aportar aquella nueva práctica. Después de un estudio exhaustivo de su propuesta, se creó un sistema de procesamiento de datos para el Museo Nacional de Historia Natural, implementado en enero de 1969, en el que se incluían los procedimientos de entrada estandarizados y con un software de consulta.
Al introducir la tecnología informática en los museos, las prácticas y métodos de trabajo tenían que ajustarse a los nuevos procesos, por lo que todas las operaciones relacionadas con cada una de las organizaciones debían ser transparentes, lo que generó, en un principio, una sensación de malestar entre los empleados del museo. El proceso de digitalización no siempre fue apoyado y alentado por el personal, debido a algunos resultados no deseados, como la pérdida de información durante la migración de datos de los sistemas de información manuales a los automatizados. Como consecuencia, se tuvo que comenzar de nuevo, lo que hizo que la transición fuera aún más lenta. Everett Ellin escribió:
“Dado el alto costo del uso de computadoras en relación con los modestos fondos típicamente disponibles para el museólogo, y su comprensible oposición a la intervención de las máquinas en el desempeño de sus funciones tradicionales, no es de extrañar que los museos hayan tardado bastante en darse cuenta sobre las potencialidades de esta nueva tecnología como herramienta de investigación […] ”.
Hoy en día, el proceso de digitalización se considera una actividad obligatoria para las organizaciones culturales, ya que ofrece grandes capacidades que permiten digitalizar todo tipo de colecciones y contenidos. Aunque es un procedimiento difícil y lento, aparecen nuevas formas de estructurar y comunicar el conocimiento. Debido al progreso tecnológico, han surgido muchos tipos diferentes de digitalización – dependiendo de los métodos y medios tecnológicos utilizados – al tiempo que se ha suscitado una discusión significativa en torno a cómo las organizaciones culturales gestionan sus datos y dan forma a nuestro conocimiento sobre los objetos de sus colecciones.
En las primeras etapas de la transformación digital, la tecnología se utilizó principalmente como herramienta de asistencia para una gestión más eficaz de las colecciones. Con el tiempo, esa herramienta reformó toda la experiencia y funcionamiento del museo. Como resultado de esta alianza entre medios tecnológicos y organizaciones culturales, surgió el museo digital. Un museo digital incorpora plenamente las herramientas digitales en sus métodos de trabajo, con el fin de potenciar las funciones centrales: la colección, la conservación, la investigación, la exposición y la comunicación.
El procedimiento para que un museo se convierta en digital pasa por tres fases. En primer lugar, se utiliza tecnología informática para facilitar la gestión interna y el inventario de cobranza. Posteriormente, los museos recurren a medios digitales para comunicarse con su público y, finalmente, adoptan por completo herramientas y estrategias digitales en todo momento. En general, es obvio pensar que la tecnología transforma el museo de diferentes maneras. En esta era tecnológica en la que vivimos, la comunicación y las relaciones están cambiando, no solo entre el museo y su público, sino también entre el museo y otras instituciones. La gestión de la colección, el archivo, la exhibición, la investigación y la comunicación se están desarrollando aplicando nuevos métodos y prácticas emergentes.
Más específicamente, la transformación digital proporciona a los museos una gran variedad de formas a la hora de ofrecer información y compartir conocimientos con el público. Los nuevos métodos de exposición y curaduría digital permiten que las colecciones y contenidos museológicos se experimenten y perciban de maneras diferentes y más interactivas, modificando así el papel del visitante. De ser un observador pasivo, se convierte ahora en usuario y participante, ya que es capaz de interactuar con los objetos y, a veces, incluso participa en el proceso creativo en el museo. Los nuevos estilos de curaduría dentro del espacio expositivo generan una variedad de formas de autorrepresentación y comunicación, eliminando los marcos establecidos de interpretación y clasificación desarrollados en la historia del arte, arqueología, etnología y otras disciplinas académicas.
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