Museo Esencial vs. Museo Adaptativo

Museo Esencial vs. Museo Adaptativo

 

La investigación se considera una de las cuatro prácticas museísticas fundamentales, al igual que coleccionar, preservar y exhibir. Y como tal, se entiende que sirve de base para muchas otras actividades que se llevan a cabo en los museos. No obstante, sigue siendo un componente desconocido – a veces totalmente invisible de cara al público – y poco tocado en el ejercicio de la museología, con solo unas pocas publicaciones sobre el tema desde su reinvención disciplinar a principios de los años 90.

La museología es la disciplina que estudia los museos como instituciones públicas, desarrollando un concepto teórico sobre su papel y función en la sociedad. Con la reinvención disciplinaria desde la «vieja» a la «nueva» museología (Vergo, 1989), el antiguo interés en el saber hacer y en los aspectos prácticos de la gestión del museo, fue reemplazado por un análisis preciso de su situación socio política y relevancia ética, conservando una mirada crítica hacia la administración de las estructuras organizativas sobre las que se fundan los museos. En el libro «The New Museology» de Vergo (1989), se explica que la museología contemporánea hace de las bases socioculturales y filosóficas de los museos su principal tema de estudio, con el objetivo de mejorar la relevancia de estas entidades para las comunidades en las que están integrados. A partir de este giro y en adelante, la museología ha sido influenciada por la teoría poscolonial que aplica una lente de agencia, autenticidad, gubernamentalidad, inclusión, género y ética. Más recientemente, el vuelco hacia una perspectiva visual, así como los análisis de cultura material en humanidades y ciencias sociales, han reforzado aún más a la museología como un campo crítico de estudio. Esta renovación teórica genera «un nuevo conjunto de expectativas para el museo, que incluyen una mayor responsabilidad, sensibilidad y apertura» (Marstine, 2006, 21). Sin embargo, el estudio de los museos como instituciones investigadoras ha tenido una atención limitada en la renovada agenda museológica. Son los componentes centrales de la práctica del museo – coleccionar, documentar, preservar y exhibir – los que han gozado de mayor protagonismo. En consecuencia, la investigación museística sigue siendo un tema marginal dentro de la museología contemporánea, y el discurso organizado entre los profesionales de los museos sobre esta práctica central resulta ser relativamente raro.

Aparte de algunos manuales fáciles de usar sobre la gestión y administración de la investigación, y determinados documentos de posición referidos el estado de los mismos, el enfoque museológico sobre los museos como lugares para la producción de conocimiento ha sido escaso a lo largo de la historia de la museología. De manera similar, las antologías fundamentales y los libros de texto, cuyo papel es restablecer el escenario para la museología crítica, solo contemplan marginalmente este tema. Por último, las dos compilaciones editadas que abordan sistemáticamente la investigación en los museos, si bien son informativas y esclarecedoras, ya tienen más de una década. Este descuido y vacío académico crea una oportunidad para un mayor enfoque hacia estas instituciones cuyo principal interés está en la búsqueda de la verdad.

Existen dos líneas principales de la investigación que llevan a cabo los museos. La primera se centra en la relación general entre ellos y la producción de conocimiento, sin discutir directamente la investigación como tal; la segunda, está relacionada con el estado y estatus de la investigación, poniendo más énfasis en los relatos descriptivos de proyectos de investigación particulares que en la articulación teórica o contextualización con otros campos de investigación.

Estudiosos en la materia han establecido el impacto fundamental que han tenido los museos no solo en la formación del conocimiento en el mundo occidental, sino también en la forma que ha tomado ese conocimiento (Bennett, 2018; Haxthausen, 2003; Hooper-Greenhill, 1992; Macdonald, 2007; Pearce, 1995; Whitehead, 2009). Tucker (1992) describe los museos como metarrelatos a través de los cuales se constituye la sociedad. Estudios iniciales dentro de la disciplina abordan el desarrollo temprano de los museos y sus relaciones con otras formaciones que buscan el conocimiemto, como la construcción de disciplinas académicas, la ciencia y las universidades (Conn, 1998; Haxthausen, 2003; Hooper-Greenhill, 1992; Whitehead, 2009). Se puede considerar que estos estudios constituyen un tema aparte dentro de la museología, donde se examina y analiza críticamente la naturaleza de la producción de conocimiento, y su racionalización y legitimación dentro del espacio del museo.

Lo que tienen en común todas estas líneas de trabajo es resaltar la amplia gama de prácticas de conocimiento, etiquetándolos, instalándolos y exhibiéndolos, sin contextualizarlas en el discurso contemporáneo de las políticas de investigación. Del mismo modo, un área recurrente de estudio es la relación entre las colecciones y la ciencia, pero con una reflexión limitada sobre el impacto de la práctica museística actual en la jerarquía de la ciencia y la investigación. Se ha demostrado el papel fundamental que han tenido, desde el Renacimiento en adelante, los objetos de colección en la formación de disciplinas como la historia natural y las ciencias empíricas (Daston y Park, 2001; Findlen, 1994; Freedberg, 2002; Pratt, 1992), la historia del arte y la arqueología (Hooper-Greenhill, 1992; Preziosi, 2003; Whitehead, 2009), la antropología y la etnología (Clifford, 1988; Bouquet, 2001; Karp y Lavine, 1991; Stocking, 1985). De todos estos autores, las opiniones de Hooper-Greenhill son las más influyentes, ya que contemplan las interrelaciones entre el conocimiento y los museos. En su primera obra, Hooper-Greenhill describe el papel de éstos en el desarrollo de hitos del conocimiento a lo largo de diferentes períodos históricos. Su trabajo ilustra cómo las formas de conocer y comprender se expresaron a través de modos particulares de coleccionar y exhibir, mapeados en períodos foucaultianos: el Renacimiento, el período clásico y el período moderno. De manera similar, Whitehead (2009) explora las historias paralelas de los museos y la formación de la historia del arte y la arqueología como disciplinas académicas. Al igual que Hooper-Greenhill, enfatiza el papel de generadores de conocimiento de los museos al explicar «cómo las acciones culturales como coleccionar, clasificar, conservar y exhibir son, de hecho, formas de teorizar el mundo» (Whitehead, 2009, 20). Otros museólogos han discutido la relación entre los museos y el conocimiento desde la perspectiva del poder y la política (Bennett, 1995, 2018; Hetherington, 2015; Macdonald, 2007).

La yuxtaposición de la investigación y la programación pública, en cuanto a actividades museísticas en competencia, se presenta como un objetivo fundamental en todo el discurso museológico. Los museólogos son claros en sus críticas sobre cómo los modelos de financiación neoliberales han presionado a estas entidades para que se conviertan en instituciones de servicios centradas en la responsabilidad presupuestaria y la eficiencia de gestión (Appleton, 2007; Hafsteinsson, 2014; Mason, Robinson y Coffield, 2018; Weil, 1999). Como señaló Krauss (1990) en su influyente ensayo «The Cultural Logic of the Late Capitalist Museum», la introducción de la ideología neoliberal en el campo de la producción cultural marcó un cambio profundo en la identidad y la programación de las instituciones culturales públicas. Los museos no solo se han enredado en la naturaleza corporativa de los contextos en los que operan, sino que este desarrollo se encuentra estrechamente relacionado con el surgimiento de la globalización y respaldado por el flujo de capital, la movilidad humana y las nuevas tecnologías de la comunicación (Mathur, 2005); Hafsteinson, 2014). En consecuencia, los proyectos de investigación que requieren mucho tiempo y recursos son menos urgentes que las exposiciones de gran éxito, el entretenimiento y los eventos públicos atractivos. Bounia (2014, 2) describe este hecho como «la priorización de personas en lugar de objetos», un desarrollo que ha provocado debates sobre el papel y la función de la investigación en los museos (Anderson, 2005; Cavalli-Bjorkman y Lindqvist, 2008; Graham, 2005; Lehmann-Brauns, Sichau y Trischler, 2010a). En este clima político, los museólogos critican cómo los curadores han sido relegados y su trabajo se ha dejado en manos de los gerentes de servicios y de asistencia técnica (Anderson, 2005; Appleton, 2007; Roth, 2008; Schubert, 2009; Viau-Courville, 2016). Esta permanencia de las líneas divisorias entre ambas actividades no es sólo una consecuencia del modelo de financiación neoliberal.

El reciente establecimiento de departamentos museísticos separados también ha contribuido a este desarrollo, donde el personal educativo hace el trabajo de la programación pública al tiempo que los curadores realizan su trabajo en la colección entre bastidores (Roberts, 1997; Lord, Lord, y Martin, 2012). Esto no solo crea divisiones internas entre el personal, sino también una desconexión entre la investigación y su difusión. De esta manera, en opinión de Spalding, los museos corren el riesgo de convertirse en dos instituciones separadas: una institución de investigación tras bambalinas y un popular parque temático al frente (Spalding, 2002). En una nota similar, Fink (2006) nos muestra cómo el entretenimiento popular en los museos ha llevado a reducir el uso de archivos y material de investigación primario albergado en ellos, y Bounia (2014, 2) analiza cómo este desarrollo amenaza con dejar la investigación curatorial tradicional al margen, considerada «elitista» y de «importancia secundaria» para los líderes de los museos y los organismos de financiación. O’Neill (2006) ofrece un compromiso interesante entre los dos roles. Describe estos hechos como una tensión entre «el museo esencial» por un lado, y «el museo adaptativo» por el otro, siendo ambos peligrosas naturalizaciones de lo que es un museo. El primero ve a los museos como instituciones permanentes y esencialistas cuya prioridad es realizar investigaciones especializadas sobre su colección, independientemente de los cambios sociopolíticos que los rodeen (O’Neill, 2006, 96). El segundo plantea la obligación principal de los museos como un servicio a sus visitantes (O’Neill, 2006, 97). Appleton (2007) llega, incluso, a decir que el enfoque actual sobre la inclusión social es una distracción de la colección, algo que considera como la responsabilidad principal del museo.

Aunque la visión de O’Neill (2006, 99) sobre el trabajo como «fabrica de saberes» de los museos que «integren todas las formas de conocimiento que los museos adquieren, producen, implementan y difunden» es quizás demasiado amplia, su enfoque ha servido como punto de partida para un acercamiento a los museos como «instituciones del conocimiento».

Hemos explorado tendencias y actitudes recurrentes hacia la investigación museística dentro de la literatura museológica de las últimas tres décadas, más o menos. Vemos cómo la doble agencia de la investigación del museo, con un impacto simultáneo en los campos de la ciencia y la cultura, favorece la producción de la misma, lo que la hace única entre las prácticas de investigación convencionales. Se han identificado brechas y señalado puntos ciegos a la hora de desarrollar una teoría consistente, remarcando el tema recurrente de yuxtaponer la investigación con otros componentes centrales del trabajo profesional en museos. Este enfoque dual es, más bien, contraproducente y contribuye a una visión segmentada y compartimentada de la práctica del museo; una visión que favorece el enfoque neoliberal de la cultura.

A medida que la nueva museología abogaba por museos socialmente integrados y actividades culturales impulsadas democráticamente, estas instituciones mejoraron sus servicios para visitantes y relaciones públicas, dejando menos terreno para el trabajo de investigación. Como se ha mencionado anteriormente, únicamente articulando las distintas cualidades en la creación de conocimiento en el proceso de investigación del museo, incluidos sus métodos y medios de difusión, podemos crear un espacio adecuado para ello, no solo dentro de la museología sino también como práctica general de estas instituciones. Al identificar el papel de lo material, lo temporal, lo espacial y lo sensorial en la investigación museística, podemos generar conocimiento y contextualizarlo dentro de otros campos científicos. Y solo mediante la comprensión de estas cualidades estaremos mejor equipados con herramientas para debatir el contenido de dicho conocimiento.


Recursos:

Conn, S. (1998): Museums and American Intellectual Life, pags. 1876–1926. Chicago: University of Chicago Press.

Daston, L. y K. Park (2001): Wonders and the Order of Nature, pags. 1150–1750. Nueva York: Zone Books.

Findlen, P. (1994): Possessing Nature: Museums, Collecting, and Scientific Culture in Early Modern Italy. Berkeley: University of California Press.

Freedberg, D. (2002): The Eye of the Lynx: Galileo, His Friends, and the Beginnings of Modern Natural History. Chicago: University of Chicago Press.

Whitehead, C. (2009): Museums and the Construction of Disciplines: Art and Archaeology in Nineteenth-Century Britain. Londres: Bloomsbury.

Macdonald, S. (1996): Theorizing Museums: An Introduction. En: Theorizing Museums: Representing Identity and Diversity in a Changing World, editado por S. Macdonald & G. Fyfe, 1–18. Cambridge, MA, EE.UU.: Blackwell.

Macdonald, S. (2007): Exhibitions of Power and Powers of Exhibition: An Introduction to the Politics of Display. En: Museums and Their Communities, editado por S. Watson, pags, 176–196. Nueva York: Routledge.

Macdonald, S. (editado) (2011): A Companion to Museum Studies. Oxford: Blackwell.

Macdonald, S. y P. Basu (editores) (2007.): Exhibition Experiments. Malden, MA, EE.UU.: Blackwell Publishing. Macdonald, S. & G. Fyfe, editores. Theorizing Museums: Representing Identity and Diversity in a Changing World. Cambridge, MA, EE.UU.: Blackwell.

Pearce, S. (1995): On Collecting: An Investigation into Collecting in the European Tradition. Londres: Routledge.

Krauss, R. (1990): The Cultural Logic of Late Capitalism. Octubre 54: pags. 3–17.

Hooper-Greenhill, E. (1992): Museums and the Shaping of Knowledge. Londres: Routledge.

Hooper-Greenhill, E. (2000): Museums and the Interpretation of Visual Culture. Londres: Routledge.

Haxthausen, C. (editor) (2003): The Two Art Histories: The Museum and the University. Williamstown, MA, EE.UU.: Clark Art Institute.

Bennett, T. (1995): The Birth of the Museum: History, Theory, Politics. Nueva York: Routledge.

Bennett, J. (2010): Vibrant Matter: A Political Ecology of Things. Durham: Duke University Press.

Bennett, T. (2018): Museums, Power, Knowledge. Nueva York: Routledge.

Vergo, P. (editor) (1989): The New Museology. Londres: Reaktion Books.

Marstine, J. (editor) (2006): New Museum Theory and Practice: An Introduction. Malden, MA, EE.UU.: Blackwell.

Marstine, J. (editor) (2011): The Routledge Companion to Museum Ethics. Londres: Routledge.

Ólöf Gerður Sigfúsdóttir (2019): Blind spots: museology on museum research, Museum Management and Curatorship.

Tucker, M. (1992): Who’s on First?: Issues of Cultural Equity in Today’s Museums. En: Different Voices: A Social, Cultural and Historical Framework for Change in the American Art Museum, editado por J. B. Cole & L. L. Cott, pags. 9–16. Nueva York: Association of Art Museum Directors.

Fotografía: Inhabitat – Denmark’s Natural History Museum in Copenhagen has a Walkable Green Roof.


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