Museos y CoCreación

Museos y CoCreación

El mundo de los museos parece estar cada vez más interesado en conceptos sociales, como la participación y el compromiso con sus comunidades. Hoy resulta fácil oír hablar de estos temas en las conferencias sobre museos de todo el mundo. Son numerosas las opiniones recogidas en torno a las grandes posibilidades que ofrecen Internet, las redes sociales y las tecnologías digitales, explorando caminos que orientan activamente a sus visitantes para que se transformen en «usuarios», más que en sujetos pasivos. Observamos que hay museos comprometidos con estos conceptos que ya están desempeñando un gran trabajo, y lo están haciendo muy rápido, particularmente cuando ya tienen una relación cercana con sus comunidades locales. Utilizan tecnologías digitales para conseguir que sus visitantes se conviertan en agentes activos, aportando al museo sus propias ideas y generando todo tipo de material (fotografías, opiniones, críticas, etcétera) relacionado con las colecciones. Algunos museos también recurren al voluntariado como una forma de trabajar hombro con hombro con los miembros de su comunidad para el cuidado y la interpretación de sus colecciones. Otros, consultan ampliamente a su público cuando planifican nuevas exposiciones, trabajan directamente con comunidades específicas en interpretación o diseño de exposiciones, o invitan a personas a crear sus propias exhibiciones en determinados espacios del museo.

Este tipo de colaboración entre el museo y la comunidad podríamos denominarlo «co-creación», e implica trabajar con los visitantes (tanto existentes como nuevos) para crear algo en común, bien sea el significado de la interpretación, bien un espacio o exposición, o incluso un recurso en línea o una respuesta colectiva; las posibilidades son muchas y variadas. Preferimos hablar de la «co-creación» más que de la «co-producción», ya que la primera implica un poco más apertura en el tipo de colaboración con todos los participantes. En lugar de producir algo que puede estar relativamente predefinido, estamos creando elementos nuevos entre todos.

La co-creación no necesariamente conlleva que el museo trabaje asociado a la comunidad, compartiendo un esfuerzo con ella lo más equitativamente posible. En The Participatory Museum, Nina Simon ofrece un análisis coherente, identificando cuatro tipos diferentes de participación para los visitantes en los museos. Utiliza conceptos de las ciencias sociales, proyectos científicos que involucran a personas que no son profesionales de los museos (Simon, 2010: 185-7). Estos tipos de participación difieren en función de dónde reside el poder de decisión para definir y resolver el proyecto.

  • La «contribución» solicita a los visitantes que proporcionen objetos, ayuda en acciones o ideas específicas para un proceso controlado desde el museo.
  • La «colaboración» invita a los visitantes a servir como socios activos en la creación de un proyecto para el museo que es originado y, en última instancia, controlado por el museo.
  • Para Simon, la «co-creación» se produce cuando los visitantes y el museo trabajan en equipo desde el comienzo de un proyecto para definir sus objetivos, creando el programa o exposición en función de los intereses de la comunidad.
  • Simon ha agregado una cuarta categoría: «alojamiento», que se produce cuando el museo cede algunas de sus instalaciones y recursos para que los grupos externos los utilicen como deseen, organizando programas o eventos que ellos mismos desarrollan e implementan. Cabe señalar que Simon no considera que unas categorías sean más valiosas que otras. No cree que los museos deban tener como objetivo el «alojamiento» para obtener un mejor resultado, ya que implica la entrega al exterior de un poder considerable. El punto de vista más razonable, creemos, es que los museos deberían ser conscientes, por un lado, de qué tipo de trabajo participativo se ajusta más a sus visitantes y promoverlo para que participen, y  por otro, de cuáles son las implicaciones finales de esta estrategia para su institución.

Sin embargo, el concepto que manejamos de co-creación se queda un poco justo, ya que se mueve dentro de un discurso sobre el control. Esto puede resultar problemático si deseamos repensar nuestra práctica co-creativa. A diferencia de Simon, muchos otros defensores de la co-creación de museos parecen equiparar el mayor rendimiento del poder institucional con el tipo de trabajo participativo que resulta más útil para el museo (Lynch, 2007; Mulhearn, 2008). Por otro lado, se produce paralelamente una creciente preocupación sobre lo de «ceder poder» a nuestros visitantes. Polariza el debate de co-creación y lo reduce simplemente a una cuestión de democracia versus elitismo, cuando se trata de algo mucho más complejo que todo eso. En realidad, es muy poco probable que los museos cedan control; incluso creyendo que deberían hacerlo, instarlos a ello no ha demostrado hasta ahora ser una estrategia particularmente efectiva. Cuando dejamos de hacer de la transferencia de poderes un objetivo central de la co-creación, se dan muchas más posibilidades de lograr un trabajo colaborativo interesante con el público.

Podemos avanzar a partir de una definición más amplia del trabajo de «co-creación», una que no se basa solo en la representación de los intereses de la comunidad, o que lo hace en cuanto a la transferencia del poder, aunque ambos temas podrían ser perfectamente parte del proceso. Es una definición que abarca las nociones de Simon: «contribución», «colaboración» y «co-creación». Todos estos conceptos están relacionados con el trabajo mano a mano con nuestros visitantes para lograr algo nuevo. Precisamente cómo se desarrollará el proceso co-creativo puede y debe dejarse abierto a los participantes, tanto profesionales de museos como no profesionales, con el fin de determinar el modo de configurar sus proyectos juntos. Además, existen varias posibilidades respecto a los diferentes tipos de co-creación, con una amplia gama de beneficios que ésta puede ofrecer, además del poder compartido. La co-creación básicamente implica que los profesionales de museos trabajen con sus públicos (los ya existentes y los potenciales) para crear algo nuevo juntos.

Como decíamos anteriormente, existen museos involucrados en el trabajo co-creativo, y están muy orgullosos de lo que ellos y sus visitantes han logrado juntos. La riqueza de estudios de casos recientes presentados por Simon incluye muchos ejemplos positivos y exitosos, entre los que se encuentran museos que han diseñado sistemas simples pero con grandes resultados, como es el caso del museo Wing Luke en Seattle (EE.UU.), donde la co-creación con la comunidad local es una forma de vida que informa y dirige todo lo que hace el museo (Simon, 2010). Estos museos se muestran muy satisfechos cuando describen el momento en que los participantes de la comunidad trabajan con ellos en su definición, o haciendo una performance teatral junto a objetos históricos de enorme valor. Muestran su alegría sobre aquello que, tanto los profesionales como los participantes, obtuvieron de la experiencia en términos de confianza, habilidades o nuevas perspectivas de las cosas (e incluso una nueva red social).

Pero no nos engañemos, la co-creación es también un área de trabajo del museo plagada de dificultades prácticas y de concepto, y en la que los logros pudieran no estar a la altura de los ideales. Se ha comprobado que existe una necesidad urgente de sistematizar este tipo de colaboración con la redacción de un manual práctico sobre cómo crear museos participativos (¿alguien se anima?). Una idea central para este sistematización es que los museos deben diseñar directrices para la participación;  argumentan que pedirle a la gente que empiece a pintar en un lienzo en blanco puede parecer lo último en gestos democráticos pero, de hecho, supone una barrera real para la mayoría de la gente, y no ayuda a avanzar. Nosotros mismos podríamos aportar muchas sugerencias prácticas sobre cómo los museos son capaces de proporcionar todo tipo de estructuras que empujen a los visitantes a participar, a interactuar con los objetos y entre ellos mismos.

La co-creación con el público entendemos que es, pues, un área vibrante, fascinante, difícil, a veces disputada del trabajo museístico, y en la que el interés crece rápidamente. Cuando funciona bien, es fantástico. Los proyectos co-creativos más exitosos parecen, a menudo, relativamente pequeños y de alcance limitado. Tienden, por lo general, a involucrar a comunidades bastante definidas – geográficas, étnicas, comunidades de interés – en proyectos que se relacionan directamente con sus vidas, con su experiencia, historia o identidad cultural. Muy frecuentemente, estos proyectos se desarrollan hacia una exposición finita y definida, normalmente en una galería o sala comunitaria, o como una concentración «amable» mantenida en la tierra virtual del ciberespacio. Existen proyectos excelentes que pueden florecer en línea, mientras el museo real se va adaptando poco a poco. Sea como sea, sabemos que es una tarea difícil de realizar y sostener, particularmente cuando se trata de proyectos de co-creación que proponen trabajar directamente con personas cara a cara y no en línea – aunque, incluso en las redes, pueden surgir problemas -.

¿Cómo podemos realmente ampliar el alcance del trabajo co-creativo con nuestros visitantes, no solo en la creación de una exposición con la colaboración de una comunidad en particular, o un gran proyecto virtual, sino haciendo algo mucho más ambicioso en términos del trabajo con los museos? ¿Por qué la National Gallery no está haciendo el espectáculo de Ticiano co-creado? ¿Dónde está la finalidad total co-creada, en el espacio real del museo? ¿O la reescritura de cada cartela y pieza de interpretación tanto en el museo como en línea, con la ayuda de nuestros públicos? ¿Qué podría aportar o quitarnos este tipo de emprendimientos? , ¿Cómo podemos animar a los profesionales de los museos que son reacios a colaborar para que se tiren de una vez a la piscina de la co-creación (incluso aquellos que tienen una afición al riesgo relativamente baja)? ¿Cómo deberíamos abordar algunos de los problemas conocidos hasta ahora sobre el modo de llevar este tipo de trabajo a la práctica, entre otros la gestión de asuntos de riesgo y control, de expectativas y de entrega de un buen proyecto final? ¿Qué podemos aprender al trabajar co-creativamente con nuestros públicos desde contextos ajenos a los museos, incluidas otras partes del sector cultural, como las artes escénicas?

Podríamos utilizar algunas referencias para encontrar respuestas a tantas preguntas; algunas de ellas se encuentran en la literatura empresarial sobre el aprovechamiento del poder de la creatividad colectiva. También observamos puntos de referencia en dos áreas particularmente útiles de la teoría del liderazgo (respecto a cómo liderar organizaciones espontáneas o ágiles, y el liderazgo colaborativo) y en la co-producción en los servicios públicos. En cualquier caso, hablamos de conceptos que deben ser explorados con más detalle y profundidad, poniendo nuestra atención en algunos ejemplos de acciones que están funcionando – incluso fuera del campo museístico – y que ya son tendencia. Hay varias compañías de artes escénicas que actualmente realizan un trabajo co-creativo particularmente innovador y ambicioso con los miembros de su público. También admitimos sugerencias sobre lo que ésto podría significar en términos de liderazgo y co-creación en museos y galerías, y hacia dónde creéis que nos dirigimos desde este punto de partida.


Recursos:

Dra. Louise Govier (2008): Leaders in co-creation? Why and how museums could develop their co-creative practice with the public, building on ideas from the performing arts and other non- museum organisations. MLA Museums Clore Leadership Fellow 2008-9.

Simon, N. (2010): The Participatory Museum. Santa Cruz, California, EE.UU.

Fotografía: Northwest Travel Magazine. Top City Museums in the Pacific Northwest.


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