El concepto «Centro de interpretación» es relativamente moderno. Arranca de las definiciones de Freeman Tilden (teórico de la interpretación del patrimonio cultural) y se comenzó a aplicar por primera vez en la museografía norteamericana. El término «exponer», del latín exponere, hace referencia a «la acción de presentar una materia con claridad y bajo un método»; por otra parte «interpretar», de interpretare, significa «revelar el sentido de una cosa». La museografía tiene como objetivo ambas acciones: presentar una materia con claridad y método y, al mismo tiempo, desvelar su sentido: el sentido evidente y el oculto; el que tuvo en su origen y el que tiene actualmente. Aunque ambos términos parecen sinónimos, no lo son. En una tienda, por ejemplo, se muestran los productos en el escaparate de una forma atractiva de cara al potencial comprador, es decir, se presentan con claridad y método. Este, que representa un concepto útil para un diseñador de escaparates, no es un elemento suficiente consistente para un museógrafo bajo las premisas museológicas. La museografía no solo debe exponer sino que debe interpretar, es decir, revelar el sentido de lo expuesto.
La idea de «interpretar» es algo que no le interesa al diseñador de escaparates, ni al diseñador gráfico, ni al creativo publicitario. El señor Tilman define «interpretar» como «el equivalente a lo que se ve y experimenta». El proceso de interpretación tiene que tener en cuenta que cada objeto o elemento patrimonial posee un triple significado:
· Significado funcional: «¿para qué?» y «¿cómo se usa?».
· Significado simbólico: «¿qué valor tiene para mi?».
· Significado contextual: «¿en qué situación o escenario se halla?».
Para descubrir al público cualquier elemento patrimonial surgen múltiples preguntas, y ello nos conduce a desentrañar el triple significado que hemos apuntado anteriormente, con el que hay que proceder en consecuencia. Dicho esto, nosotros entendemos como «centro de interpretación» un equipamiento situado en un edificio cerrado, o a cielo abierto, que normalmente no dispone de objetos originales y que tiene por finalidad revelar el sentido evidente u oculto de aquello que se pretende interpretar. Para que un centro de interpretación sea eficaz es necesario que cumpla con el decálogo siguiente:
1. Transmitir información sobre los elementos o hechos de la vida cotidiana pasados y presentes.
2. Su objetivo ha de ser instruir, emocionar, provocar o sugerir ideas.
3. Debe tener en cuenta a todos los públicos, su capacidad de entendimiento y edad.
4. No solo ha de tratar de informar, también hay que inducir a la interpretación en los visitantes.
5. Organizar los contenidos siguiendo varias pautas: cronología, importancia, nivel de interacción con los visitantes, etc.
6. Destacar lo que verdaderamente es importante. Obviar lo irrelevante.
7. Incluir elementos de juego.
8. Ha de estar construido siguiendo el diseño de los nuevos recursos museográficos didácticos.
9. Debe hacer de la interpretación un hecho global y no parcial.
10. Interpretar objetos y elementos patrimoniales sin necesidad de que sean originales.
Cualquier lugar, pueblo o ciudad, con muchos o pocos habitantes, con un territorio extenso o limitado, con multitud de recursos económicos o no, está dotado de patrimonio (tanto tangible como intangible) susceptible de ser interpretado.
Pero ¿ cómo se puede crear un equipamiento ante la inexistencia de legislación concreta para los centros de interpretación y la absoluta falta de guías básicas que ayuden a definir cómo deberían ser exactamente estos equipamientos?. Entre los únicos intentos de crear una guía básica de interpretación del patrimonio, encontramos la realizada por profesionales competentes y con la voluntad de desarrollar un instrumento eficaz, editada por la Diputación de Barcelona en el año 2006 –una vez que ya estaban construidos todos los centros de interpretación que, en este caso, España era capaz de asimilar y alguno más –
La falta de planificación estratégica va acompañada de una falta de análisis sobre qué características debe tener un centro y cómo deben plantearse los objetivos de planificación e interpretación. Esa ausencia analítica de modelos también ha empujado a la improvisación. Es por esta razón que , además del decálogo que hemos apuntado anteriormente, deberían considerarse algunos otros conceptos fundamentales y prácticos. Alguno de ellos, referidos exclusivamente a la gestión, son fundamentales a la hora de comenzar el proyecto de la creación de un centro de interpretación: legislación, planificación previa, edificio, recursos humanos, producción, etc.
Como ya comentamos en otros artículos, la proliferación de los centros de interpretación ha seguido el mismo ritmo que la burbuja inmobiliaria. Había dinero y los ayuntamientos de localidades pequeñas – normalmente eran éstos los promotores de la construcción de los centros de interpretación – se apuntaron a la moda de hacerse con un equipamiento de estas características en su concejo. La gallina de los huevos de oro murió de un ataque al corazón con el descenso dramático de las subvenciones europeas y la explosión de la burbuja inmobiliaria. El resultado de este desastre es la existencia, aquí y allá, de equipamientos abandonados, o casi, y muchos de los que están abiertos lo hacen a duras penas. Por supuesto, hay excepciones, y nos enorgullece ver cómo algunos siguen funcionando muy bien con gran esfuerzo – aunque son los menos, esa es la cruda realidad -. Pero hoy no queremos hacer leña del árbol caído sino dibujar un escenario diferente. Se trata de repasar las claves para construir un centro de interpretación ganador, de los que no se mueren a pesar de las dificultades, porque las personas los visitan y los niños se lo pasan bien en ellos y, sobre todo, aprenden cosas nuevas. Son centros que sobreviven también gracias al esfuerzo, trabajo y dedicación enorme que nos regalan muchas personas anónimas.
Hay que tener muy en cuenta que nosotros somos lo que somos gracias a los objetos, que conforman nuestra identidad como personas, forman parte de la historia y son testimonio de esa realidad pasada y presente.
Un centro de interpretación debe ayudar a conocer y entender el patrimonio, a divulgar ese conocimiento para que sea respetado y pueda ser integrado en la identidad de cada lugar. También es cierto que, ante la ausencia de patrimonio, hay otros recursos que pueden ser perfectamente interpretados; se puede reconstruir la historia o explicar un habitat, o lo intangible, como el viento.
Lo buenos o malos que puedan llegar a ser estos centros estará en función de los promotores y de la capacidad de los profesionales que los construyan y monten. El objetivo de que se conviertan en una herramienta pedagógica eficaz, dependerá de la manera en la que se enfoquen los proyectos desde su más primitivo comienzo, cuando es solo una idea en un papel o incluso ni eso. Ha habido mucha improvisación y se ha contado poco con la ayuda de especialistas, os lo podemos asegurar. En muchos casos ha existido el miedo a no tener dinero para pagar a estos últimos y luego se ha evidenciado que ese supuesto ahorro ha llevado al fracaso. La ausencia de análisis y de planificación ha sido un error muy común. Es por esta razón que queríamos plantear el decálogo anterior sobre el que fundamentar un buen planteamiento de centro de interpretación eficaz. No mencionaremos, por ahora, todo lo que tiene que ver con la gestión, que es fundamental a la hora de plantearse su construcción, y a la que dedicaremos una entrada aparte próximamente.
Recursos bibliográficos asociados:
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Fotografía: CJWHO – The new visitor center in Trollveggen, Noruega.
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