Museos y Sistemas de Comunicación Intercultural

Museos y Sistemas de Comunicación Intercultural

 

Se puede considerar la exposición de un museo como un canal informativo de la cultura, como «un todo semántico» que supone una unidad organizada de sus contenidos constitutivos. El contenido de la exposición tiene tres funciones principales: generar nueva información, trasmitirla y consolidar la memoria (almacenar información). En estos procesos, la museografía ejerce, en su mayor parte, la función creativa, generando nuevas maneras de «transmitir esa información», es decir, se involucra en el acto de comunicación entre el museo como emisor, y sus visitantes como receptores, en su sentido más amplio.

Por otro lado, existen varias formas de enfocar la creación de una exposición de museo como plataforma cultural, dependiendo de las limitaciones temporales y espaciales de las diferentes formas de representarla, así como de la relación entre su planteamiento museográfico y los visitantes. Sin ello, la información nunca podría ser concebida como una herramienta de comunicación del conocimiento, un todo semiótico que convierte la información del museo en un sistema de lenguaje intercultural. Esta es la memoria material, un proceso de comunicación simple que se vuelve intercultural.

Las ideas son las razones que nos proporcionan la oportunidad de recordar algo o, incluso, de reconstruir fenómenos culturales e históricos, a partir de representaciones visuales y guiados por nuestras propias expectativas de lo que pueda suceder. Los objetos no solo poseen características utilitarias y funcionales, también son portadores de cierta información, un rasgo peculiar. Un objeto fabricado por el hombre suele tener una vida más larga que su propio creador; una cosa comienza a existir separada de su dueño. Desde que nace, el objeto pasa al espacio temporal de la próxima era y, posiblemente, a la cultura, para una nueva conciencia; algo que procede de la realidad del pasado es producto de sus creadores.

El ser del presente no se concibe sin el ser del pasado. La conciencia de «aquí y ahora» es imposible sin una comprensión de «allí y entonces», sin pensar en «algún lugar del pasado». El punto del proceso de comunicación intercultural de hoy se puede señalar sólo en ese sistema de coordenadas de tiempo. No podemos tocar, sentir los objetos del futuro. Sólo se puede especular sobre ellos a partir del conocimiento intuitivo o sobre la base de hipótesis científicas. El pasado se puede «ver», ya que ha tenido lugar y se puede llegar a mostrar en la realidad material. En este sentido, el custodio de todo el pasado material puede residir en manos del museo, con la ayuda del cual es posible «la restauración del pasado».

Independientemente de la actitud de la sociedad hacia la cultura – o hacia la historia en su conjunto -, diferente para cada época, el museo conservará y mantendrá su función principal. Hoy podemos distinguir una gran cantidad de tipos de museos, pero todos con un principio básico: «proteger y transmitir tradiciones culturales que están amenazadas de extinción, ya sea bajo la influencia del progreso o durante la lucha de varias culturas. Así, el museo cumple la función más importante del sistema cultural: asegurar la continuidad del conocimiento, universal, nacional, social».

El museo puede convertirse, como mencionábamos, en una especie de crónica de la época, un sistema de comunicación intercultural. Al preservar y presentar exposiciones, nos ofrece información sobre el proceso histórico, como una fuente escrita. La naturaleza semiótica de cualquier exposición de museo se expresa mediante una combinación de signos que transmiten conceptos e ideas sobre los fenómenos naturales y las actividades humanas. Por ello, un complejo de exposición de museo puede considerarse una especie de texto con información sobre el pasado que encierra el mismo significado para todos. En este sentido, cabe señalar la complejidad de cualquier exposición museística, así como la transferencia de conocimiento con la que está comprometida. En toda exposición – en todo museo -, el significado es un único sistema, y posee propiedades de representatividad y contenido informativo «acompañado de conceptos». Así, la exposición sería una especie de «texto cultural» y el museo una de las formas para su autoidentificación.

Vemos entonces que la principal distinción entre las categorías de museos se basa en la diferencia funcional y semiótica, en el significado de sus exposiciones en sí mismas. Sin embargo, con esta diferenciación, también hay algo que une a los componentes individuales de varios museos. Podemos nombrar un universo determinado, cuya posesión permite a cada objeto «realizar su cometido en el proceso de transmitir el texto cultural de museo». Esta propiedad universal hace que cualquier exposición sea, ante todo, un signo: «una exposición de museo es un objeto material que actúa como representante de algún otro objeto, propiedad o relación y se utiliza para adquirir, almacenar, procesar y transmitir mensajes (información, conocimiento), caracterizar fenómenos y mensajes en el proceso de aprendizaje de la comunicación» (Frolov A. I., Founders of Russian museums. – M., 1991 .S.7).

La exposición de museo, a diferencia de una obra de arte, no solo representa lo que el maestro creador quiere narrar; a través de la comunicación con él, se produce un diálogo de épocas, culturas, es decir, un proceso de comunicación intercultural. Ante nosotros no son solo objetos, sino conceptos que nos han llegado de otra época. Y solo el museo recopila y almacena toda una paleta de monumentos culturales móviles, brindando la oportunidad al visitante de que satisfaga su interés por ellos. Este interés se basa en la curiosidad inherente del hombre, cuyas formas, tipos y capas son tan diversos que difícilmente pueden describirse de manera detallada. Es precisamente esa curiosidad, el deseo de aprender sobre lo que sucedió una vez, de unirse a las tradiciones culturales y de ser empujado a comunicarse con las exposiciones del museo, lo que lo alienta: «Ponerse en contacto con el patrimonio cultural a sabiendas de que son parte integral del patrimonio cultural nacional y mundial» (Frolov). El museo se presenta como un fenómeno sociocultural universal a partir de sus características funcionales, y se transforma hoy en una exposición, un teatro o una biblioteca, donde se desarrolla el proceso de comunicación intercultural.

Respecto al fenómeno del museo en sí, es muy interesante lo que recoge Nikolai Fedorov, un filósofo ruso que dedicó muchas de sus obras al contexto de los museos: «los museos no deberían ser simplemente depósitos de objetos que quedaron tras la filtración de vida, así como las bibliotecas no deberían ser sólo depósitos de libros ni deberían servir para divertirse y para leer fácilmente, los museos no pueden servir únicamente para satisfacer la curiosidad vacía; los museos y las bibliotecas son las escuelas para adultos, es decir, las escuelas superiores, y deben ser centros de investigación obligatorios para todo ser racional, todo debe ser objeto de conocimiento para el que sabe». Tras estas palabras, Fedorov llega a otra conclusión no menos relevante sobre la naturaleza del museo: «se trata de una explicación de los posibles caminos del libro, biblioteca». Con ésto, el autor nos lleva a la idea de que el museo, gracias al signo de su exposición participando en el proceso de comunicación – entre el visitante interesado y el conocimiento difundido -, se convierte no solo en un lugar de actividad expositiva sino que posee, además, una función educativa. Ilustrando vívidamente los eventos descritos en libros y documentos, hace que el proceso cognitivo sea visual, empírico. La exposición del museo es también un libro, un texto especial que no está escrito en el lenguaje verbal habitual, sino en el de la cultura, en el lenguaje museográfico.

De este modo, una exposición de museo puede ser el segundo criterio para el lenguaje, es decir, una indicación del significado de una palabra. Los acontecimientos históricos expuestos en numerosas interpretaciones se vuelven para nosotros realmente existentes, revividos. El lenguaje del museo es una prueba del lenguaje de los libros, especialmente el que tiene un origen biográfico e histórico. Este es el idioma de la declaración, un idioma único. El número de elementos del lenguaje es igual a la totalidad de las exposiciones de los museos del mundo, las del presente y las del futuro. Nadie nos enseña a «leer» la información de un museo, sucede a nivel intuitivo. «Aprender» es algo paralelo a la percepción y la lectura (es decir, una guía o una guía especial explica al visitante los detalles de cada cosa) ayuda a comprender la comunicación intercultural.

La singularidad del lenguaje del museo también radica en el hecho de que sus objetos constituyentes no son reproducibles. Los productos de la música, la creación literaria y, especialmente, las formas de arte contemporáneas, como el cine o la fotografía, pueden replicarse de forma ilimitada. La base de la riqueza del museo son las fuentes gráficas, que inherentemente no poseen la capacidad de reproducir. Por supuesto, las posibilidades modernas de la impresión y el diseño por computadora son muchas, pero la reproducción de una pintura no es una pintura en sí misma. Un libro autografiado, el bolígrafo de un científico en particular, el instrumento de trabajo de una persona del pasado, la primera copia de un automóvil: todos estos objetos no pueden volver a reproducirse. Todos son únicos. El espíritu de su tiempo, de la época, de su dueño creador, yace sobre ellos. Los intentos de superar la importancia de las exhibiciones genuinas solo demuestran la singularidad de los originales. Los museos modernos de Internet, que tratan de reflejar la diversidad de la cultura, por muy alto que sea su nivel técnico, nunca podrán compararse con los museos tradicionales y sus originales. Al destruir la «copia real», se destruye todo el significado de su copia. Partiendo de este tipo de razonamientos, podemos hablar con seguridad de la necesidad de un museo como guardián cultural de los objetos significativos que son la memoria de la historia universal, sus anales visuales. Sin embargo, copiar pinturas o crear museos en Internet juega un papel especial en la vida del museo como tal. Son, por así decirlo, divulgadores de la cultura, actúan como anuncios de valores culturales de almacenes, galerías y salas de exposiciones.

La exposición del museo, que captura en sí misma un instante del pasado, se convierte en propiedad del presente. En las colecciones, el contenido, el objeto, pierde toda correlación con el entorno en el que desempeñaba sus funciones. El museo necesita crear hileras de exposiciones «parlantes» que lleven no solo una carga estética sino, principalmente, una carga informativa. Cada exposición contiene una determinada codificación, una serie de componentes icónicos que se vuelven significativos no solo para comprender e interpretar el objeto del museo sino el de toda la colección, lo que permite interpretar el sentido general de la exposición en su conjunto. Lo expositivo se convierte en un fragmento del texto, un sintagma que tiene su propio significado al leer la historia completa.

Recorriendo las salas del museo, el visitante ha de «adaptarse» al nuevo entorno. Aunque no siempre es así, y muchas veces la exposición, el espacio expositivo en su totalidad, comienza a adaptarse a una sola cosa. Resulta, pues, que existen dos tipos de interacción entre un objeto y el espacio. Una sola cosa encaja en un entorno temático ya existente. El espacio, la exposición ya formada, actúa en este caso como un elemento activo que parece absorber los objetos, sin que prácticamente digan nada por sí mismos. Tal exposición, como ninguna otra, es valiosa por su integridad, unidad e imposibilidad de separación.

Los objetos son ciertamente importantes para los visitantes del museo, pero lo son solo en un contexto único y cuando existe una relación entre ellos. Este método de presentar información a través de la suma de signos artísticos es típico de los museos históricos. Cada uno de esos signos tiene, por supuesto, su propio significado «individual». Algunos son importantes desde el punto de vista estético; otros, desde el práctico. Sin embargo, la tarea informativa es contar lo que sucedió una vez, y ésto solo se puede hacer en conjunto. Sin la mediación de la exposición, es posible que se pierda algún conocimiento sobre el fenómeno que estamos «describiendo», pues es un elemento necesario.

Consultas: info@evemuseos.com

Recursos bibliográficos:

A.A. Belyaev et al. y M. (editores) (1989): Politizdat Aesthetics: dictionary / under the general. S. 347.

Fedorov N. F. (1995) Letter to the editors of the Russian word // Fedorov N. F. Collected works: en 4 vols. – M. T. 3. – P. 243.

Bestuzhev-Lada I.V. (1976): Ozernaya M. Museum in the cultural system // Decorative Art. Nº. 9. – S. 7.

Konev V. A. (1998): Ontology of culture. – Samara: Publishing house of Samara University. S. 28.

Frolov A. I. (1991): Founders of Russian museums. – M. S. 7.

Arzamastsev V. P. (1989): On the semantic structure of the museum exposition. – M. S. 43. 124

Dyachkov A. N. (1989): Social functions of the museum: disputes about the future // Museology. On the way to the museum of the XXI century: Sat. scientific tr – M .: Scientific Research Institute of Culture, S. 96.

Fedorov N. F. (1995): Catherine’s exhibition in the Voronezh Provincial Museum from November 6 to 10, 1896 // Fedorov N. F. Collected Works: in 4 volumes – M.  T. 3. – S. 160.

Mariia V. Rubtcova y Oleg V. Pavenkov (2019): Museum exhibition as an information text of intercultural communication. WRFER – International Conference on Business Management and Social Innovation. (ICBMSI) Vizag, Andhra Pradesh, India.

Foto principal: MoMA.


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