Cómo se Escucha a un Museo

Cómo se Escucha a un Museo

 

Hoy exploraremos cómo los museos están experimentando con los contenidos sonoros para mejorar la interpretación y la mediación con sus colecciones. Intentan provocar respuestas emocionales en sus visitantes, equilibrando la estimulación y la reflexión que les permitan comprender mejor las ventajas del uso del sonido en un entorno multisensorial. El sonido puede ayudar a los museos de formas diversas: como parte de la colección del museo, herramienta de interpretación, dispositivo de participación de los visitantes, revelación arquitectónica, oportunidad creativa para los artistas y como modelo conceptual capaz de describir nuestra relación con el mundo. ¿De qué manera está implicado el sonido en la comprensión de los visitantes sobre sí mismos y su relación con la historia y la cultura? ¿Cómo debe ser el sonido del museo para que se oiga «firme, empático y desafiante»?

En general, se asume que los museos están exclusivamente orientados hacia nuestro sentido de la vista. Pero desde la aparición de las primeras colecciones públicas y privadas en Europa, la cultura del sonido ha seguido, reflejado y desafiado los valores y objetivos de nuestros museos. La presencia y ausencia de sonido es parte integral de los conceptos cambiantes sobre el modo en que visitantes, investigadores o personal, experimentan el museo. El uso del sonido se ha ido transformando paralelamente en el tiempo con la visión y misiones cambiantes de los museos.

Vale la pena echar un vistazo rápido a la historia para comprobar que la cultura del sonido ha formado parte del curriculum del museo desde que se concibió como tal. El «coleccionismo» de la era del Renacimiento y la Ilustración generó – y a menudo lo hace todavía – el contenido y la experiencia de los museos actuales. Ambas épocas demostraron una fascinación especial por la cultura del sonido tangible e intangible a través de la música en vivo. Isabella d’Este (1474-1539), una mujer noble del Renacimiento que marcó tendencias y que vivía en la ciudad italiana de Mantua, creó sus propias salas de estudio en las que exhibía una colección de joyas, pinturas, esculturas e instrumentos musicales (IDEA: Archivo Isabella d’Este ”; Prizer). La experiencia visual de esas salas ponía en valor la cultura musical: la intarsia detallada de los gabinetes de almacenamiento de la colección de pared a pared y el techo decorado incluían su «banda sonora» musical, así como imágenes de instrumentos populares de la época de Isabella. Para las familias del Renacimiento en Italia, las colecciones privadas de arte, objetos y artefactos ponían de manifiesto su influencia, utilizando el patrocinio y el consumo para afirmar y demostrar su poder (Hooper-Greenhill 1992). De la misma manera que los primeros museos se imaginaban a sí mismos al servicio de un segmento privilegiado de la sociedad, el estudio privado de Isabella D’Este acogió sólo reuniones selectivas de la élite cultural y social (Campbell 2004).

El modelo de museo del siglo XIX fue consolidando gradualmente una relación muy devocional y casi religiosa con sus colecciones, privilegiando el sentido de la vista y priorizando así la necesidad de generar un ambiente tranquilo. Los visitantes debían hablar en voz baja y los niños tenían que permanecer callados para evitar perturbar la exclusividad en el disfrute visual de las obras de arte. Incluso el «Cubo Blanco» del siglo XX, que surgió como modelo normativo para muchos museos de arte moderno y contemporáneo, parecía únicamente orientado hacia lo visual, mientras que sus espacios napoleónicos generalmente descuidaban – y todavía descuidan – el bienestar o la experiencia acústica de los visitantes.

Ahora sabemos que el «museo silencioso» no existe. Como espacios públicos, los museos son, en esencia, «ruidosos». A lo largo del siglo XX, artistas de galerías de vanguardia tan diversos como Marcel Duchamp, László Moholy ‐ Nagy, Bruce Nauman, Christian Marclay, Christina Kubisch o Janet Card, por nombrar solo algunos, han incluido el sonido como forma de expresión, teniendo en cuenta, e incluso impulsando, el uso de la espectacular evolución tecnológica de su época. Casi dos décadas después del comienzo del siglo XXI, la mayoría de los museos de arte contemporáneo presentan obras sonoras o audiovisuales. De manera similar, en esas dos décadas, la atención a los visitantes y el interés expreso en facilitar la accesibilidad ha llevado a los museos a ampliar el alcance de las experiencias en su oferta, a fin de explorar diversos protocolos de participación del público con sus colecciones. Las conversaciones sobre el sonido en los museos se han desarrollado en múltiples direcciones. Muchos museos de la era actual se esfuerzan por ofrecer un «menú» de experiencias, dentro y fuera de sus muros, entre las que los visitantes pueden auto-seleccionar aquellas que combinan lo sensorial con lo cognitivo, emocional e intelectual. En la práctica actual de los museos, los profesionales suelen invocar los términos «multisensorial» e «inmersivo», reconociendo el papel de ambos conceptos en la comunicación del museo al público y en la creación de experiencias emocionales y memorables para todos. Estos enfoques experimentan con la creación de encuentros multidimensionales aplicados a las diversas necesidades, habilidades y deseos de los usuarios.

La práctica del museo está cambiando a una nueva era adaptándose a las personas y a sus comunidades, reflexionando y actuando sobre las diferentes necesidades de comunicación y los diversos estilos de aprendizaje de sus públicos. Dado que los humanos vivimos en un mundo cada vez más orientado a lo multimedia, con la presencia universal de los soportes digitales portátiles, el sonido constituye ya una parte vital de estos cambios. Tanto si un individuo posee capacidad audiológica total, como si es parcial o nula, las experiencias con el sonido informan a nuestros sentidos sobre el lugar, los sentimientos de pertenencia o exclusión, y sobre nuestros recuerdos y aspiraciones. La evolución tecnológica nos ha permitido comunicarnos a través del sonido o recurrir a él para dar sentido a nuestras experiencias. Incluso las personas con poca o ninguna capacidad auditiva han de navegar en un mundo centrado en la audición, como lo atestigua la obra de un artista sordo. La omnipresente tecnología contemporánea basada en las plataformas web que proporcionan locuciones y música a través de listas de reproducción y podcasts compartidos, por ejemplo, anima a cada oyente a ser el curador de su propio mundo sonoro. Parece que los profesionales de los museos están siendo llamados a integrar este nuevo entorno y su compromiso renovado con el mundo exterior, donde las conversaciones en torno al sonido (o su ausencia) nos informan sobre el desarrollo del contenido, las experiencias de los visitantes y sus actividades cotidianas.

Este es un momento adecuado para llamar la atención sobre la importancia del sonido en los museos a través de la investigación y las teorías emergentes. No se trata tanto de separar el tema de las conversaciones sobre otros sentidos (que están profundamente entrelazados en la práctica), sino de destacar su particularidad. El abanico de posibilidades refleja las perspectivas que existen tanto en el campo de la museología como en el la museografía -la teoría y la práctica de los museos-, así como sobre los estudios sonoros aplicados a la práctica del arte, a través de los cuales se puede abrir una puerta al pensamiento contemporáneo, proporcionando también un recurso para profesionales en el terreno museístico. Esta riqueza de perspectivas ayuda a abordar los obstáculos que a menudo aparecen en los proyectos de los museos o en los procesos de producción de contenidos: la tendencia a aislar roles u objetivos, y la falta de comunicación entre profesionales, cuando deberían estar intercambiando información entre ellos durante las etapas conceptuales, de desarrollo y de ejecución de cualquier proceso proyecto pequeño o grande.

Los profesionales de los museos solemos correr el riesgo de atrincherarnos en nuestras funciones o en áreas de interés específicas, pero el trabajo exige un enfoque racional de las mejores prácticas que lleguen a incorporar múltiples perspectivas. Los visitantes nunca se encuentran con el trabajo de los museólogos, curadores, museógrafos, arquitectos de edificios e ingenieros acústicos de forma aislada. A pesar de que el trabajo en nuestros museos es profundamente multidisciplinar, supone un desafío constante comprometerse con nuevas perspectivas compartidas por personas a partir de la creación de roles, intereses o experiencias muy diferentes de las pasadas, especialmente cuando nuestros esfuerzos a menudo recaen en divisiones piramidales. Se deberían crear archivos, más museos sobre la historia del sonido, experiencias digitales, museos de música basados ​​en géneros (como el clásico, el rock o el estilo popular de “salón de la fama”) e instalaciones o galerías de arte conectadas al sonido contemporáneo. Por lo general, se percibe que estos tipos de museos comparten diferentes espacios, enfoques u objetivos, pero nuestras acciones y estrategias normalmente no tiene en cuenta esas posibilidades.

Existen datos sobre cómo y por qué el sonido puede aumentar la experiencia de la comprensión de los visitantes hacia las colecciones y contenidos iluminando ideas, hitos o momentos de la historia. Por otro lado, los instrumentos musicales y otros objetos que generan sonido se pueden abordar desde multitud de direcciones: como herramientas de aprendizaje, como significantes performativos y como conductos capaces de provocar emoción y nostalgia. Existen soluciones que brindan orientación para incluir el sonido entre los muchos elementos de la experiencia del museo, pero también desafían su capacidad para el desarrollo de contenidos conectados a la experiencia del visitante. Actualmente, podemos encontrarnos desde propuestas de museos con «sonido portátil» hasta museos especializados dedicados a instrumentos musicales.

A través de nuestra experiencia profesional y conocimiento, hemos aprendido que el sonido es tanto alegría como ansiedad; tanto simbólico como literal. Está claro que queda mucho por hacer para medir el impacto del sonido en los museos. En los próximos años, esperamos que surjan investigaciones capaces de generar nuevas formas de interacción con (todas) las colecciones de nuestros museos. Creemos que un enfoque en el papel holístico de la experiencia sonora en el museo puede enriquecer el pensamiento y la práctica con (o «en») nuestras instituciones. Ojalá entre todos podamos mejorar nuestra comprensión sobre el papel de los museos en un cambio de era y hacerlo mirando hacia el mundo multifacético que tenemos hoy.

Recurso bibliográfico:

Kathleen Wiens y Eric de Visscher (2019): How Do We Listen To Museums? The Curator Magazine.


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