El cambio climático es un problema vital, y hay un público que se preocupa profundamente por ello. Activistas «verdes» están tomando las calles, las instituciones y la puerta de entrada de la ONU para llamar la atención del mundo. El gobernador del estado de Washington, Jay Inslee, manifestó, en el segundo debate democrático de las primarias, que el cambio climático es la lente a través de la cual debemos observar todos los demás temas. Desde el acuerdo climático de París, hasta los nuevos objetivos de desmovilización climática de Nueva York, se está generando una política que repercutirá en la forma en que los museos afrontarán estas cuestiones en el futuro.
Los museos ciertamente han estado en primera línea de combate educando al público sobre el cambio climático – a través de sus exposiciones y programación dinámica -, pero tal vez sea hora de empezar a ser más reflexivos y analizar nuestros propios edificios, las operaciones internas y las políticas de gestión energética. Se estima que los edificios son responsables del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero en las ciudades, por lo que los 55.000 museos registrados en todo el planeta podrían tener un gran impacto sobre el cambio climático si decidieran afrontar ciertas restricciones.
Creemos que para transformar el mundo hay que comenzar por cambiar la forma de abordar todas estas cuestiones. Antes de que los museos den el paso para reemplazar las bombillas incandescentes con LED, debemos adoptar una estrategia integral orientada hacia el cambio ambiental – algo más complejo que un simple enunciado -, y promover un salto a las energías renovables. Se trata de cambiar intencionalmente las perspectivas, transformar nuestras expectativas y crear una cultura organizacional amplia de responsabilidad ambiental.
Hacer que todos se suban al carro.
Para hacer esto de manera efectiva, necesitamos convocar a la dirección y al personal, a fin de redactar una declaración de impacto ambiental y desarrollar una política que la apoye. Se trata de formular algunas preguntas difíciles. Por ejemplo, ¿qué significa el cambio ambiental para cada individuo? ¿Qué protocolos hay que formalizar para el museo en su conjunto? ¿Qué sacrificios hay que hacer? ¿A qué obstáculos nos enfrentamos? ¿Qué esfuerzos deberían priorizarse? ¿Cuánto tiempo necesitaremos estar comprometidos? ¿Qué apoyo y recursos se necesitan para tener éxito? Asegurémonos de resaltar también lo que vamos a ganar. Valoremos los ahorros de costos a largo plazo sobre objetivos tales como reemplazar equipos obsoletos o generar energía renovable a través de paneles solares. Debemos enfatizar sobre los beneficios que nuestros esfuerzos aportarán a nuestra comunidad, a las futuras generaciones y al planeta.
Nuestra declaración y política medioambientales deberán abordarlo todo, incluidas las operaciones, el uso de energía, la conservación del agua, la compra y la elección de productos sostenibles, la evaluación de contratistas, el reciclaje, el transporte y la participación activa del personal. Han de contemplarse oficinas administrativas, colecciones, espacios de exposición y exteriores, así como los servicios minoristas (cafetería y tienda).
Pasar de la política a la práctica.
Una vez que dispongamos de nuestra política medioambiental, deberemos asignar el personal que estará a cargo del trabajo. Podemos crear lo que denominaremos un «Equipo Verde» para dirigir las operaciones, que estará compuesto por personal y miembros de la junta. Pero llegados a este punto surgirán algunas preguntas: ¿cuáles son los roles y responsabilidades del equipo? ¿Cuáles son las líneas de comunicación entre ellos y el resto de la organización? ¿Cómo se monitorean los trabajos? ¿Qué herramientas se deben crear para proporcionar un enfoque estandarizado en todos los departamentos? Finalmente y lo más importante, ¿cómo podemos entusiasmar y capacitar al personal para convertirlos en campeones ambientales?
Se nos ocurren muchas maneras de involucrar a nuestro personal, aunque esté sobrecargado de trabajo – que lo estará seguro -, para que se alinee formando parte de los grupos de responsabilidad ambiental del museo. Comencemos por reconocer que los cambios que se produzcan pueden aumentar la carga de trabajo, exigiendo que vuelvan a formarse en el aprendizaje de sistemas o procedimientos nuevos. Asegúrate de proporcionarles la capacitación necesaria para cumplir con estas nuevas expectativas. Cuenta con expertos para explicar los cambios complejos o para compartir consejos y protocolos. Mejor aún, anima a tu personal a que hablen con sus compañeros en la hora del almuerzo, por ejemplo, y les comuniquen sus esfuerzos y logros.
También podemos ofrecer incentivos, como ayudas que promuevan el uso del transporte público, o el suministro de estaciones de carga para automóviles eléctricos en el estacionamiento, lo que podría facilitar al público la elección de comprar un automóvil eléctrico en lugar de uno de gasolina – ¿Suena utópico, verdad?, pero no hacer nada suena peor -. Asegúrate de recompensar el éxito y otorgar el reconocimiento adecuado cuando un departamento del museo alcance su punto de referencia ambiental, o cuando alguien del personal desarrolle una práctica exitosa.
Invertir en tus objetivos.
Se deben establecer prioridades estratégicas de alto nivel para el museo en su conjunto, pero es crucial marcar objetivos departamentales alcanzables que puedan vincularse con metas más amplias de la organización. A cada departamento se le debe dar la misma lista de verificación y los mismos puntos de referencia medioambientales generales, que serán hacia los que deba dirigirse el esfuerzo de todo el museo. Más adelante, dependerá de cada departamento determinar cómo puede contribuir mejor, en función de sus propias limitaciones. Por ejemplo, las oficinas administrativas podrían reducir el uso de energía ajustando el termostato cuando estén cerradas. Los archivos no pueden permitirse hacerlo, ya que la colección ha de mantenerse a una temperatura constante. También se pueden estudiar ahorros similares haciendo una auditoría energética que indique si es necesario optimizar, mejorar o reemplazar aspectos ineficaces de su sistema HVAC (H heating, calefacción – V Ventilating, ventilación – AC air conditioned – aire acondicionado).
Puede ser útil crear un protocolo que solicite a cada departamento que evalúe dónde se pueden implementar las seis R de responsabilidad ambiental. Hemos de pensar y reflexionar sobre cómo reutilizar, reciclar, reducir, remediar y, si es necesario, reemplazar (y mejorar).
Asegúrate de usar objetivos SMART: específico, medible, alcanzable, relevante, basado en el tiempo. En lugar de lanzar el mensaje «usar menos papel», podríamos utilizar «lancemos una iniciativa de correo digital, que reemplazará gradualmente los correos impresos en papel en el transcurso de los próximos tres años».
El éxito es contagioso.
Seamos sinceros, el cambio ambiental es costoso, tanto en tiempo como en capacitación y recursos financieros. Nuestra junta y su personal solo pueden avanzar significativamente de modo interno. Eventualmente necesitaremos recursos y soporte desde fuera de la organización. El plan debe incluir formas de aprovechar el esfuerzo para obtener apoyo de la comunidad en general. Con él podremos hacer frente a iniciativas más costosas, como reemplazar el sistema HVAC del museo, colocar una matriz de paneles solares sobre el estacionamiento o instalar un techo vivo encima del edificio.
Organicemos una conferencia de prensa para anunciar el lanzamiento de nuestra nueva política ecológica. Consideremos crear un blog, o un podcast, para mostrar nuestro trabajo. Asegurémonos de mencionar nuestras luchas y éxitos. Hagamos que la comunidad sepa que necesitamos su ayuda. Desarrollemos una lista de empresas que podrían convertirse en nuestros patrocinadores y comencemos a establecer relaciones con ellos. Invitemos a otras organizaciones sin ánimo de lucro a la mesa y compartamos su enfoque. Animemos a nuestros visitantes a modelar los esfuerzos y multiplicar sus efectos en el resto de la comunidad.
Tú enséñame lo «verde» y yo te mostraré el dinero.
Con un poco de investigación, es posible capitalizar las campañas locales, regionales, estatales y nacionales de reducción del impacto climático, así como las fuentes de financiación que las acompañan; de este modo podremos lograr los objetivos ambientales. Nuestra declaración ecológica, con su correspondiente política, ayudará en gran medida a mostrar qué recursos están relacionados con nuestro trabajo. Un seguimiento de éste aportará la prueba continua de la reducción de la huella de carbono del museo, dándonos una posible ventaja competitiva en la financiación de subvenciones.
Demos un paso adelante; la cola se formará detrás.
Después de leer todo esto, es posible que te preguntes si el esfuerzo que tu organización debe realizar tendrá una correlación directa con su impacto en el medio ambiente. Nuestra respuesta es que si logras crear una cultura de responsabilidad ambiental dentro de tu museo, o de la zona de influencia personal, ese impacto será exponencial. El museo no solo habrá reducido sus emisiones de carbono y desechos, también habrá alentado al resto del personal a concienciarse, motivando a sus visitantes a comprometerse y desafiando a otras organizaciones a que hagan lo mismo que has hecho tú.
Recurso:
Amy Hollander (2019): Climate Change – Can Changing the Way Museums do Business, Change the World? Social Impact Museum Next: https://www.museumnext.com/article/climate-change-can-changing-the-way-museums-do-business-change-the-world/
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