¿Existe realmente la necesidad de utilizar palabras en un museo? ¿No es suficiente con poder ver imágenes, objetos, dioramas y maquetas? ¿No están nuestros museos modernos lo suficientemente cargados de mensajes de todo tipo? ¿Pueden los visitantes aprender todo lo necesario de las exposiciones sin tener que recurrir a la palabra escrita? ¿Puede sustituirse la palabra escrita por un busto holográfico?
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Nosotros somos enemigos acérrimos de utilizar masas de texto en las exposiciones, pero que muy enemigos. No obstante, hemos de decir que utilizar material escrito, siempre y cuando no se trate de rellenar docenas de etiquetas o cartelas y redactar insufribles resúmenes que no va a leer nadie, puede ser muy valioso si lo hacemos y aplicamos bien. No siempre podremos instalar un busto holográfico que nos narre la historia, no hay dinero para ello. Podemos recurrir, por ejemplo, sin meternos en disquisiciones semióticas y semiológicas, a la utilización de palabras sencillas para definir el material de una exposición. También podemos usar las palabras para dar una nueva y más profunda dimensión a nuestra experiencia visual. Las palabras nos hacen pensar, y nuestros pensamientos evocan imágenes en nuestra mente. ¿No es a través de nuestras imágenes mentales cómo vamos descubriendo el mundo que nos rodea?
Un texto aplicado a una exposición tiene que soportar más competencia que la mayoría de otros materiales escritos. Tiene que competir por la atención de los visitantes con todos los demás materiales a la vista, y tiende a ser lo último en llamar nuestra atención cuando acompaña a las exposiciones. El visitante deberá leer el texto de pie, si es que ha llegado a captar su atención, probablemente después de haber dado un largo y agotador paseo por las diferentes salas del museo. La luz suele escasear en las modernas exposiciones si la comparamos con las lámparas de lectura de nuestras casas, y es imposible variar el ángulo de lectura como con un libro o un periódico. Para poder leer lo que el museo nos quiere mostrar con el uso de la palabra, lo vamos a tener casi todo en contra, y la única manera de superar estos obstáculos es hacer que el texto resulte muy fácil de leer.
Desde hace años, existen instituciones educativas que trabajan en la publicación de libros fáciles de leer para adultos. Una condición para obtener el apoyo financiero necesario para la publicación de estos libros es que los escritores escriban de una manera simple y directa. Sin embargo, esto no significa que haya que simplificar ni el lenguaje ni los temas. Las frases son cortas, se prefiere el orden normal de las palabras y las líneas de texto no tienen más de 45 caracteres. Al dividir el texto en líneas, lo ideal es dejar que el final de una línea coincida con el final de una frase natural. Se evitan cláusulas subordinadas, construcciones atributivas complicadas y construcciones adverbiales innecesarias. En otras palabras, no existe en el mundo de la literatura de museos el usual perifollo erudito, que tan insufrible la hace. Podemos poner un ejemplo del tipo de texto que se puede leer en un museo: «La mayor parte del estiércol se extendió durante el invierno cuando todavía había nieve en el suelo, pero parte de ese estiércol también se extendió en el verano». Un texto correspondiente de fácil lectura sería expresado de la siguiente manera:
«Los agricultores echan el estiércol en el campo a finales del invierno y en verano».
¿Se pierde el lector algo esencial en la última versión? En absoluto. La información dada en ambos casos se refiere al momento en que el estiércol se extiende. La versión fácil de leer favorece la forma activa del verbo, el sujeto que confronta al lector con el orden natural de las cosas. Además, no hay división en las sílabas cuando se imprime un texto fácil de leer. El material de lectura en el museo contiene, a menudo, división de sílabas, algo que no resulta ni fácil de leer ni sugerente para el ojo humano. En el siguiente ejemplo parece que la longitud de la línea es lo que la convierte en agotadora (esto es muy típico en los museos):
«El comercio de los distritos costeros del norte del continente pasó por la capital del país más importante de esa zona geográfica, que por consiguiente se convirtió así en un importante centro de transbordo de personas y de movimiento de mercancías».
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Pongámonos en situación: nos piden que escribamos los textos de una exposición. Digamos que se nos dan cinco meses antes de que se inaugure la exposición. El concepto de la exposición ya está decidido, y también la distribución espacial, pero no se ha hecho el diseño final. Acababan de empezar las obras. La documentación para cada una de las zonas de la exposición está aún en el horno. Nuestra primera tarea es leer sobre el tema de la exposición para poder hacer nuestros propios juicios. La información «científica» deberá ser proporcionada por terceros.
En realidad, el trabajo de redacción de los textos para una exposición no suele llevar más de dos meses. Los textos se basan en datos recopilados por los responsables del museo y a partir de las conversaciones que se mantienen con el productor y el diseñador en cada una de la áreas donde se va a mostrar un texto en particular. Es importante empaparse en cada caso del área de la exposición, aunque aún esté vacía.
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Así se comienza a escribir los textos, mucho antes de que se terminen de construir la áreas de la exposición. Los primeros esfuerzos de llegar a algo concreto siempre son borradores en papel. Podemos apoyarnos en otros para recibir sus puntos de vista, algo que no resulta fácil ya que aún no se les podrá ofrecer una idea definitiva de cómo se verá la exposición. Para empezar, se lee y garabatea mucho para familiarizarse con el tema, y las reacciones que normalmente se obtienen al hacer ese ejercicio son las de recibir inspiración y sentido de la dirección. Es muy importante que el concepto general tenga un principio, un desarrollo y un final que pueda aplicarse al conjunto e la exposición. Las personas responsables del proyecto pueden tener acceso a los textos para aportar sus puntos de vista. Cada nueva versión y discusión puede que obligue a hacer cambios significativos, peor no hay que desesperarse. El espíritu de estas discusiones de revisión debe ser abierto y crítico. Es muy posible que llegados a este punto los textos sirvan también para proporcionar ideas que se puedan aplicar al diseño de las salas de exposición. Este método de describir el material puede resultar lento y tedioso, pero funciona. Elegir el tema, ponerlo en palabras, rechazar algunas partes y alterar otras, es un proceso que requiere tiempo. Es importante testar los textos, el trabajo es más fácil si los interlocutores tienen ideas muy definidas sobre lo que la exposición debe transmitir al público. Si no hay ideas claras, pues habrá que tener paciencia y perseverancia para intentar generarlas y trasmitirlas bien al resto del equipo.
Normalmente los textos son revisados también por aquellos que aportan la documentación. Una vez que nos vamos acercando a la versión final de los textos llega el momento de comprobar cómo funcionan visualmente en el entorno físico de la exposición. Es muy importante mantenerse en contacto físico con cada zona de la exposición mientras el trabajo está en progreso, evitando así que se genere lo que nosotros denominamos «material de sofá». Los textos deben ser parte integrante del entorno de la exposición, y probablemente se tendrán que borrar y cambiar partes que ya se aprobaron cuando se hicieron las lecturas anteriores. Los textos ahora presentados en la sala de exposición dan una impresión totalmente diferente a la que se pretendía. Se escriben de nuevo con una tipografía determinada, se prueban diferentes tamaños de tipo para la legibilidad y se colocan en soportes rígidos para tener una idea lo más clara posible de cómo serán los resultados finales a la vista. Aún así, somos conscientes de que dicho resultado final siempre nos tendrá guardadas una o dos sorpresas, ya que la impresión general final depende de una combinación de muchos elementos, entre ellos la iluminación.
Cuando escribimos textos para exposiciones, tenemos que condensar el material y eliminar todo lo superfluo, hasta que permanezca el mínimo necesario que comunique el contenido esencial. Esta obligación demanda grandes ejercicios de estilo. Las palabras deben estar muy bien elegidas, ser precisas, y cada frase ha de ser concreta y clara para permitir al lector que asimile la información de forma fluida y sencilla. Esto no significa que un texto deba parecer «seco» como un desierto; el lenguaje puede estar lleno de asociaciones y proporcionar alimento para el pensamiento. Podemos concentrarnos en los textos a un nivel casi poético, aunque el objetivo no sea escribir poesía. También debemos estar atentos a los sonidos y al ritmo. Incluso en un texto de exposición, es importante tener en cuenta que el lenguaje depende de la interacción entre los diferentes sonidos del lenguaje, especialmente las vocales. La melodía producida por esta interacción puede atender a propósitos rítmicos, y un ritmo adecuado hace que un texto sea más fácil de leer.
En una exposición, el proceso histórico, científico o técnico, se ilustra en fragmentos, mostrando la vida y en el trabajo de determinadas personas, de las acciones de otros seres no racionales o de la propia naturaleza, o todo junto. Podemos trabajar en exposiciones inversivas, con una alta integración escenográfica. Se redacta al mismo tiempo que la exposición va tomando forma, como ya hemos visto. Si hubiéramos visitado antes la exposición, al haber vivido y sentido las emociones que producen su recorrido real, podríamos haber escrito seguramente textos más auténticos. Este es sólo un ejemplo de cómo el escritor ha de estar siempre en contacto con lo que ocurre en la sala de exposiciones y, por supuesto, considerar que el problema se agudiza en las etapas finales, cuando todo el mundo nos presiona señalando el reloj porque se nos acaba el tiempo.
Foto principal y para redes sociales: Present & Correct
Muy buen artículo. En una exposición siempre me fijo en los carteles y cómo están redactadas. Es muy importante el tipo de letra, el fondo, etc…y aveces la verdad habría que llevarse una lupa para leer.