Museos y Ferias Mundiales (World Fairs)

Museos y Ferias Mundiales (World Fairs)

A menos que uno profundice un poco en el conocimiento de estos temas, cualquier conexión entre las ferias y los museos del mundo puede resultar un poco forzada. Las ferias mundiales, después de todo, parecen «totalmente el ayer». La mayoría de la gente no tiene idea de que las ferias mundiales, a veces llamadas exposiciones o exposiciones internacionales, todavía existen, como la feria mundial que se celebró en el año 2017 en Astana, Kazakhstan, entre otras muchas que han pasado ya. Los museos, por otra parte, aunque algunos resulten anticuados, tienen la decidida ventaja de ser inmediatamente reconocibles como instituciones culturales, con historias profundamente arraigadas en sus comunidades, regiones y estados-nación. Las ferias mundiales parecen parques temáticos efímeros de otro tiempo; los museos se relacionan más con los pilares tanto de la comunidad como de la nación.

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En resumen, sería imprudente presumir una comprensión general de la relación que existía históricamente entre ferias y museos del mundo. Por lo tanto, antes de abordar una revisión de la literatura académica sobre exposiciones internacionales, este post comenzará con una breve reseña de las mismas ferias para luego detenernos un poco en la carrera de G. Brown Goode, el Subsecretario de la Smithsonian Institution y una de las personas clave que forjó la cadena que uniría ferias y museos del mundo en el último tercio del siglo XIX.

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Las ferias mundiales tienen su origen en la Gran Exposición de Londres de 1851, con el tema central de las Obras de Industria de todas las Naciones, más conocida como la Exposición del Palacio de Cristal (Crystal Palace). Su éxito lanzó un movimiento de ámbito mundial que, en 1900, ocupó gran parte del globo. Las grandes metrópolis europeas, entre ellas Viena, París, Amsterdam y Bruselas, acogieron importantes ferias, al igual que las ciudades de la periferia, vistas por los europeos como los centros de sus imperios. Las ferias coloniales se multiplicaron por el sur de Asia, Australia y el norte de África como ejercicios de ese poder europeo. Al mismo tiempo, las ferias mundiales se hicieron públicas en los Estados Unidos, desempeñando un papel crucial en la reconstrucción cultural del país después de la Guerra Civil. Los espectáculos relacionados con la «civilización» y el «progreso» (innovación) atrajeron a decenas de millones de personas a sus instalaciones sobre industria, arquitectura, antropología, etcétera. Una sola feria mundial, la Exposición Universal de París de 1900, vio pasar a más de 50 millones de personas a través de sus instalaciones durante los seis meses que duró. En el transcurso de la Primera Guerra Mundial, pocos dudaron de que las ferias del mundo habían dado forma al perfil del mundo moderno.

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Después de la Primera Guerra Mundial, con el surgimiento de otras formas de entretenimiento más modernas, especialmente las películas, el interés por las ferias del mundo disminuyó temporalmente. Pero para reconstruir ese interés público, para reforzar posiciones y la legitimidad de sus empresas coloniales, los gobiernos francés, británico y belga relanzaron el medio de exposición de nuevo. Más tarde, a finales de los años veinte y principios de los treinta, cuando las economías capitalistas a nivel mundial se desplomaron, el gobierno de los Estados Unidos, con el apoyo de las grandes corporaciones, reavivó la tradición de la exposición estadounidense con una serie de espectaculares ferias en la época post Depresión, que culminarían en 1939 con la celebración de la Feria Mundial de Nueva York.

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Como muchos de nuestros «queridos amigos eruditos» han atestiguado, estas ferias fueron eventos extraordinariamente complejos que sirvieron para completar múltiples funciones, entre ellas los laboratorios de arquitectura, aulas de investigación de campo antropológicas, parques proto-temáticos, motores del consumismo, ejercicios de nacionalismo y espacios para construir ciudades de ensueño aparentemente utópicas, e imperiales, del mañana. Las ferias mundiales también se apoyaron y contribuyeron al desarrollo de los museos. Los museos de Victoria & Alberto, así como el Museo de Ciencias de Londres, el Museo Nacional de Artes Africanas y Oceanía de París (hoy ya desaparecido) y el Museo de Ciencia e Industria de Chicago, debieron sus orígenes respectivamente a la Exposición de Crystal Palace de 1851, a la Exposición Colonial de 1931 en París y la Exposición del Siglo del Progreso de Chicago. Numerosos museos, entre ellos la Smithsonian Institution, aumentaron sus colecciones con material de las exposiciones organizadas por primera vez como ferias mundiales, siendo posteriormente enviadas a dichos museos para ahorrar costes de reenvío en la devolución de los objetos a sus países de origen. Sería fácil entonces establecer la relación existente entre las ferias y los museos, pero las conexiones entre estas instituciones fueron marcadas por un puñado de individuos que se tomaron muy en serio la importancia de construir la infraestructura cultural de las naciones emergentes, entre ellas los estados de la era victoriana. Uno de estos individuos fue G. Brown Goode.

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Cuando falleció en 1896 a la edad de cuarenta y cinco años, los homenajes a G. Brown Goode se sucedieron por todo el mundo. Tan profundo fue su sentimiento de pérdida, que amigos y colegas organizaron una reunión conmemorativa que dio lugar a una elegía de 515 páginas. Había múltiples razones por las que tantas personas lamentaron la muerte de Goode. Era un excelente naturalista que había estudiado bajo Louis Agassiz en Harvard. Tenía una reputación internacional como experto ictiólogo y una reputación creciente como primer historiador de la ciencia de América. Poseía un conocimiento profundo de la antropología y era miembro activo de una gran variedad de sociedades profesionales en Washington, DC, incluyendo el «local chapter» de la asociación americana de arquitectos (véase Alexander 1983, Kohlstedt 1991). Pero la pasión de la vida de Goode fue su devoción por lo que el sociólogo cultural Tony Bennett ha llamado acertadamente el «complejo expositivo», la red emergente de ferias y museos mundiales que proporcionaron los fundamentos culturales para el desarrollo del estado-nación moderno. Como explica Bennett, la esencia del complejo expositivo, fue persuadir al público:

[…] identificarse con el poder, verlo como si no fuera directamente suyo y, después, indirectamente, no apoyar la fuerza regulada y canalizada por los grupos gobernantes de la sociedad, sino hacerlo para el bien de todos: ésta era la retórica del poder encarnada en el complejo expositivo – un poder que se manifiesta, no en su capacidad de infligir dolor, sino en su capacidad para organizar y coordinar un orden de cosas y producir un lugar para el pueblo en relación con ese orden -. (Bennett 1995: 67).

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Las implicaciones para los museos estaban claras. «El museo del pasado debe ser puesto a un lado, reconstruido, transformado de un cementerio de anticuallas en un vivero de pensamientos vivos» (1901a: 243). «Los museos del futuro en esta tierra democrática», agregó, «deben adaptarse a las necesidades del mecánico, del operador de la fábrica, del jornalero, del vendedor y del empleado, tanto como los del profesional y el hombre del ocio «(1901a: 248). El museo, en otras palabras, debe apelar a las mismas clases sociales que las ferias mundiales, pero con esta diferencia. Los museos, según Goode, debían ser vehículos para la educación de adultos y, al igual que las bibliotecas, convertirse en «reformadores sin pasión» dedicados a «la continuación de la civilización moderna» (Goode 1901b: 239). Debido a que su deber era dejar entrar a las masas y recordar a la gente el valor de la civilización, «el museo del pueblo» – ésta era una frase tomada por Goode de Ruskin – «debería ser mucho más que una casa llena de especímenes metidos en frascos de vidrio. Debe ser una casa llena de ideas, arregladas con la más estricta atención al sistema «(Goode 1901a: 249).

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¿Qué pensó exactamente Goode cuando sugirió que un museo para las masas debería ser «una casa llena de ideas» sistemáticamente construida? Uno sólo tiene que percatarse de la trascendencia del trabajo de Goode en las ferias del mundo para encontrar una respuesta. A medida que se sucedían sus modelos conceptuales y las instalaciones de exposiciones, tal y como pusieron en claro al comienzo del Centenario, la perspectiva general de Goode sobre el mundo descansaba en la suposición de que existía una continuación jerárquica entre algo llamado «salvajismo» y algo más llamado «civilización». Estaba convencido que el mundo podía ser medido en términos de progreso y clasificado por la ciencia. De estas convicciones se desprendía que el deber supremo del museo era organizar las lecciones sobre la civilización y el progreso para que pudieran ser aprendidas por las masas, haciéndoles buenos ciudadanos del moderno estado-nación. Éste, al menos, fue el resultado de su ensayo de 1894, «Museos y buena ciudadanía». «Será un día feliz para nuestro país», escribió, «cuando cada ciudad y pueblo tenga su biblioteca pública y museo en un cómodo pequeño edificio que contendrá también una sala de lectura, salas de reunión y salas de conferencias para el uso de los clubes y sociedades culturales locales. ¿Podría cualquier cosa ser más conducente a la buena ciudadanía? «(1894: 8). Nosotros creemos que no.

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Foto principal y para redes sociales: Rhea Silvya

 

3 comentarios en «Museos y Ferias Mundiales (World Fairs)»

  1. Una pena que estas ferias no siguen haciéndose. Ahora tenemos las grandes ferias del Arte en diferentes lugares del mundo, como el ARCO recién terminada en Madrid. Pero me gustaría haber estado en algunos de esos en París.

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