Existen museos que contratan, si se lo pueden permitir, a un equipo de profesionales externos para la creación y producción de exposiciones. Dentro de estos casos, el de los museos a salvo de la crisis salvaje, podríamos hacer una distinción entre lo que denominaríamos la contratación de un equipo profesional «compacto» (cuando el presupuesto es bajo), o de un equipo «multidisciplinar» (las menos de la veces). Los miembros de un equipo compacto participarán activamente en las actividades principales para la creación de la exposición, y en la correspondiente toma de decisiones «todos a una» (desarrollo del contenido, diseño y producción). Los miembros de los equipos multidisciplinares (los menos) desempeñarán papeles funcionales puntuales, que estén bien definidos y son concretos; no se requerirá su participación continua o intensiva durante todo el proceso de creación. Nos podríamos encontrar, por ejemplo, con un museo que pudiera disponer de un equipo compacto de profesionales para el diseño y producción de exposiciones, y que estaría formado por: un gestor del proyecto, un especialista de contenido y de un diseñador o dos (3D y gráficos).
Todos estos profesionales, haciendo equipo, pueden asumir las labores de supervisión de producción, siempre bajo la atenta mirada de un gestor/director. Si nos podemos permitir ampliar el equipo, contrataremos a un gestor de seguimiento del proceso, a un diseñador de iluminación especializado, a un conservador de la exposición, a un especialista en educación y a un coordinador de programación (Siskel, 2002). El equipo central reportaría directamente al «cliente» (la dirección el museo), y todos los demás miembros del equipo lo harían, a su vez, a sus coordinadores o directores de área de responsabilidad. Estamos hablando de jugar en primera división.
En cualquier caso, creemos que la estructura-tamaño del equipo no garantiza el éxito. Cuando los roles en el proyecto están claramente definidos, – como es típico en los procesos de creación y producción de una exposición -, la naturaleza misma de las unidades de trabajo multifuncionales puede reducir la eficacia del equipo en su conjunto. Siempre se supone que es la suma de profesionales, desde el punto de vista de su especialidad, la que contribuye al buen resultado final de la exposición. Sin embargo, pueden surgir algunas dificultades en el desarrollo de los proyectos debido al tipo de dedicación de los profesionales individuales asignados a su especialidad. Esto ocurre cuando tienen querencia a trabajar de manera personalista, poniéndose al margen del proceso general de creación de la exposición y de su correspondiente toma de decisiones. Normalmente esto pasa cuando el profesional siente la obligación de actuar dentro de las limitaciones de su competencia [estereotipada], o cuando se le ha asignado un rol delimitado y muy centrado en su especialidad profesional (y de ahí, ni te muevas).
La bibliografía reciente relacionada con el área de la innovación de procesos, nos cuenta que se consiguen resultados más efectivos cuando asignamos mayor grado de responsabilidad a los miembros del equipo, haciendo que se sientan parte del resultado final de la exposición. Cuando los participantes en el proceso se consideran «fabricantes de la exposición», y no sólo «conservadores», «diseñadores, «educadores», «gestores», etcétera, obtenemos siempre mejores resultados. Esta investigación también apunta a que, una excesiva cohesión social entre los miembros del proyecto, puede perjudicar al resultado final. Para mantener las buenas relaciones sociales dentro del equipo, los miembros participantes deben «estar de acuerdo», y llegar al consenso deseado en la toma de decisiones, en lugar de adoptar enfoques individualistas que puedan causar un conflicto (volvemos a a la idea de que a los egos los carga el diablo).
Muchas opiniones que hemos venido recogiendo de profesionales adscritos al trabajo de creación y desarrollo de exposiciones, manifiestan la necesidad de crear un perfil profesional especializado como «creativo de exposición», convirtiéndolo en una ocupación perfectamente definida. Sería una especialidad profesional con un enfoque único: la creación y producción de exposiciones innovadoras.
En una encuesta realizada hace ya algunos años, Rondas y McIlvaney recabaron información sobre el proceso de trabajo en equipo en 92 museos (de una muestra de 192). De esos 92 que respondieron, casi todos utilizaban el proceso de trabajo en equipo convencional, o una leve variación del mismo. Los autores reconocieron que muchos, si no todos los que no respondieron, probablemente estarían utilizando enfoques mucho más tradicionales, como el sistema de trabajo lineal, el sistema jerárquico vertical de antaño, totalmente alejado del proceso creativo.
Los resultados del estudio sugieren también que la mayoría de los equipos constan de cinco o más miembros, y que el tamaño del grupo está relacionado con los presupuestos anuales operativos (es decir, los equipos en los museos con presupuestos más grandes tienen más miembros, algo evidente por otro lado). Las funciones adscritas a los equipos (por orden de frecuencia) son: diseñador, educador, curador, coordinador y desarrollador. Las variaciones en los roles están relacionadas con cada tipo de museo. Así, por ejemplo, los museos de arte son más propensos a tener un conservador en lugar de un desarrollador de contenidos, pero añadiendo, eso sí, un profesional de relaciones públicas. Los museos de historia se inclinan más por un gestor de colecciones que por un creativo. Los investigadores de audiencias, generalmente aparecen en los equipos de los museos con presupuestos operativos anuales que superan el millón de euros al año. En los museos más pequeños, las responsabilidades recaen en perfiles de profesionales que son más gestores que creativos.
Los equipos y los procesos de trabajo descritos por los propios museos son variantes del enfoque del trabajo en equipo. Las tres cuartas partes de los museos que respondieron a la encuesta, informaron de que sus equipos tomaban las decisiones por consenso. En la mayoría de los casos, cuando se les preguntó qué punto de vista tenía más peso para ellos (es decir, cómo podía ser la toma de decisiones), los entrevistados manifestaron que tanto el curador como el especialista de contenidos tenían la decisión final. En el resto, principalmente los museos pequeños, existía un jefe de equipo designado, que podía ser cualquiera de los miembros del equipo, y que era el profesional responsable de tomar las decisiones clave. No es de extrañar la importancia que se le da normalmente al curador o especialista de contenido, máxime teniendo en cuenta que este último es el modelo conceptual para la creación de exposiciones que la mayoría de los museos utilizan, y con mayor frecuencia. En cualquiera de estos casos, el creativo brilla por su ausencia.
Como apuntábamos en una entrada anterior, hay cuatro enfoques diferentes con respecto a la forma en que funcionan las exposiciones desde el punto de vista de los visitantes: El modo soporte de contenidos, la comunicación de ideas, el visitante participante y el medio ambiente expositivo (OP & A, 2002b). De los cuatro, los dos que predominan en los museos, en cuanto al planteamiento de sus exposiciones, son el modo soporte de contenidos y la comunicación de ideas. Bajo esas dos orientaciones más frecuentes, el profesional con experiencia en estos temas debería tener un voto decisivo en la toma de decisiones.
Actualmente, observamos cierto movimiento por parte de los museos en cuanto a que marcan cierta distancia con el enfoque del trabajo en equipo bajo régimen de consenso. Esto no se hace por razones metodológicas que atienden a lo que es el trabajo de creación de las exposiciones, creemos más bien que se debe a razones prácticas. Los problemas que surgen con los equipos de trabajo suele ser un tema de conversación recurrente en nuestro campo de acción:
- Tiempo. En muchas ocasiones se piensa que el énfasis actual que se le otorga al «acuerdo en equipo» está sobrevalorado, que consume una extraordinaria cantidad de tiempo, sobre todo porque las cuestiones son analizadas en muchas ocasiones en ausencia de uno o más miembros del equipo.
- Calendario. Los retrasos en el programa de trabajo son directamente proporcionales al tamaño del equipo; en otras palabras, el proceso de realización de exposiciones requiere de más tiempo cuanto más grande es el equipo.
- Uniformidad. En los museos, debido a la implicación de los mismos equipos para la realización de cada exposición (una sí y la siguiente también), y estando todos obligados a estar de acuerdo, muchas de las exposiciones comienzan a parecerse en exceso.
- Calidad. No tenemos muy claro que las exposiciones creadas por un equipo de consenso sean «superiores» a las creadas por un solo profesional con la ayuda y apoyo de otros.
Archivo EVE
A partir de todas esta consideraciones, surgen discusiones informales en las que se habla de riesgos, de creatividad y de innovación. Algunos colegas reconocen que las exposiciones que parten del enfoque de equipo, tienen menos probabilidades de llegar a un consenso, sobre todo a la hora de asumir determinados riesgos en cuanto al contenido, la interpretación o el diseño. Se dice que las exposiciones producidas en equipo son menos creativas e innovadoras que las producidas con modelos que responden a un solo creativo. Entre alguna de esas opiniones, nos encontramos con la siguiente afirmación: «Utilizamos un enfoque de trabajo en equipo que tiende a trabajar hacia un objetivo común muy bien definido, por supuesto, pero así se tiende a no desviarse ni un milímetro del guión, intentando evitar polémicas y discusiones internas que quitan frescura y dinamismo al proceso creativo».
Se observa una relativamente baja utilización del modelo desarrollador de un creativo líder en los museos actuales, pero, sin embargo, está ganando aceptación como alternativa al enfoque añejo de equipo. Nos encontramos con el modelo de creativo único principalmente en tres situaciones. En la primera, aparece en museos que buscan creativos de exposiciones externos de alto nivel, en general, con un contrato para una exposición muy específica. Estos casos son similares a aquellos en los que un «invitado» curador se añade temporalmente al personal del museo. En ambos casos, el forastero tiene autoridad y una responsabilidad considerable, pero depende del museo anfitrión para desempeñar todas sus funciones, y para trabajar con los profesionales interinos. La segunda situación implica a los museos que son sometidos a una renovación y reorientación de sus colecciones. En este último caso, suelen utilizar el modelo de creativo individual subcontratado. Cuando ésto ocurre, el creativo es valorado como un profesional que aporta una perspectiva «innovadora» a la exposición, en contraposición con el enfoque curatorial viejuno que ya se tenía. En tercer lugar, los creativos de exposiciones se contratan en museos que necesitan o desean ofrecer determinado contenido a comunidades concretas, así como generar exposiciones muy especializadas. El modelo de creativo externo suele ser una rareza en los museos de arte de tamaño medio, ya que trabajan siempre con su propia plantilla.
Las organizaciones o instituciones que no son museos, que llevan a cabo el desarrollo e implementación de sus exposiciones, utilizan un modelo similar al modelo de creativo único, a veces con la contratación de diseñadores «estrella», incluso de mercenarios de la creatividad multimodal, que ahora, con la crisis, se han hecho mucho más asequibles. Mientras que los museos utilizan a miembros de su personal como especialistas en desarrollo de contenidos, las empresas comerciales tienden a depender de contratistas independientes como expertos en la materia. Esta orientación requiere una visión previa muy bien definida del contenido a exponer (y comunicar, que podrá haber salido de su estrategia de responsabilidad social corporativa); deberá tratarse de algo concreto y aislado, que no forme parte de un todo corporativo más generalizado.
La forma en la que los museos se acercan actualmente al papel de educadores en el proceso creativo, se ha convertido también en un tema de debate profesional. En el enfoque original del trabajo en equipo del museo, se asigna un papel importante a los educadores: desarrolladores de contenido, intérpretes, planificadores del programa educativo, estudiosos de la audiencia y evaluadores. En estos casos, el curador o el diseñador creativo, asume las funciones de interpretación y representación de la audiencia, mientras que el educador se encarga principalmente de la planificación de programas didácticos públicos y otras actividades accesorias a la exposición. El referente sistema Kellogg de creación de exposiciones didácticas, no está basado en la posibilidad de que un solo profesional realice varias funciones, o en los posibles conflictos que surgen con las asignaciones de roles múltiples. Los sistemas de trabajo deben plantearse siempre a partir del uso del sentido común: ¿Puede un especialista de contenido valorar las dificultades de compresión que los visitantes potenciales podrían tener con aquellos conceptos que son evidentes para el especialista? ¿Debería recaer esta responsabilidad en las manos de un solo creativo?
Existen defensores de la idea de que los museos deberían implicar a los visitantes durante el proceso de creación de la exposición, haciéndoles partícipes de una especie de equipo creativo. Nosotros también defendemos esa idea, nos parece que tiene mucho valor como parte del proceso. Downey (2002), por ejemplo, hace un llamamiento a los museos para que impliquen al público en tres etapas durante el proceso de creación: antes del diseño (evaluación del concepto), durante el diseño (evaluación de prototipos) y después de la instalación (evaluación final). En la actualidad, muchas de las políticas y procedimientos hacen hincapié en la importancia de la evaluación a partir de la opinión de los visitantes, aunque la evidencia es que esa aplicación tienen un enfoque limitado. Los museos son más propensos a realizar evaluaciones posteriores a la inauguración de la exposición, sin incluir alguna de estas evaluaciones en el proceso de creación del concepto, o en la evaluación de los prototipos como parte del desarrollo de la exposición. Que no se haga desde el principio del proceso creativo nos parece un gran error.
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Foto principal y para redes sociales: Zentrum Paul Klee
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