10 Opiniones Expertas Sobre el Futuro de los Museos

10 Opiniones Expertas Sobre el Futuro de los Museos

Que especulemos sobre el futuro de los museos viene de muy largo, es incluso una reflexión que se remonta aún más lejos que la existencia del propio museo, algo totalmente cierto, aunque suene a paradoja. Un siglo y medio antes de que las puertas de las colecciones principescas de Europa fueran abiertas al público, los filósofos de diferentes corrientes de pensamiento soñaban con construcciones de museos, y así nos lo hicieron saber. Estas instituciones imaginarias surgieron de ensoñaciones utópicas, sobre todo las que se dieron en la primera parte del siglo XVII. Es el caso de Sir Francis Bacon, con su «Nueva Atlantis» (1627), donde se describe un edificio que representa «la totalidad de la historia natural». De hecho, como Andrew McClellan nos explica en su libro «Del museo de arte de Boulle a Bilbao» (2008), las propuestas visionarias del neoclásico arquitecto francés Étienne-Louis Boulle, en la década de 1780, llegarían a influir en los planos de la lumbrera de la Gran Galería de París. Las especulaciones visionarias, en ocasiones, se hacen realidad en el futuro, siendo ejecutadas por generaciones posteriores.

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Los museos han estado siempre tan preocupados con el futuro como con la preservación. Hablamos del cuidado del pasado y del presente, que también implica hacer una declaración de intereses sobre lo que será importante para su futuro. Estas «visiones» conllevan a menudo la búsqueda de nuevos modelos o aspiraciones. En una conferencia que hemos recuperado de 1889, titulada «El futuro del museo», un conservador del Smithsonian Institution en Washington DC, predijo: «El museo del futuro tiene que estar a la par con la biblioteca y el laboratorio». Más de un siglo después, se mantiene el sueño de volver a dibujar los límites del concepto de museo. Esta tendencia ha sido especialmente visible recientemente, con todo tipo de diferentes sugerencias y explicaciones, algunas de estas opiniones parten de la propia naturaleza evolutiva de la institución. Por poner algunos ejemplos de «evolución sostenible», mencionar dos ejemplos en Holanda: el Museo van Hedendaagse Kunst, en Amberes, se convirtió temporalmente en una escuela de arte y el Museo Van Abbe, en Eindhoven, se dedicó en exclusiva al «arte útil» (2013-2014). Y poniendo un ejemplo poético, en Inglaterra (ex Europa), el coreógrafo francés Boris Charmatz, redefinió la Tate Modern como la «musa de la danza».

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Snøhetta, la empresa de diseño y arquitectura de la que hablamos hace unos días, creó la nueva escalera del Museo de Arte Moderno de San Francisco (SFMoMA). Este es uno de otros tantos ejemplos que abren una era en la que la forma del museo, lo que significa y cómo funciona, se está reconfigurando rápidamente. La asistencia a los museos nunca ha sido tan alta y nunca ha habido tantos edificios nuevos en curso. Aún así, al mismo tiempo, las diferentes formas de avanzar nunca han sido tan discutibles. Para nosotros prima el contenido sobre el continente, no creemos en los arquitectos estrella, creemos en las buenas colecciones y en la mejor manera de que sean expuestas al público, con sentido y sensibilidad.

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La extensión de los diferentes elementos de este terreno tan movedizo de la especulación visionaria, es sugerido en una lista no muy breve por Marcos Walhimer, en su libro «Museos 101» (2015): «inclusión, globalización, los medios sociales, la garantía social, el crowdsourcing, crowdfunding, la movilidad, la colaboración, la comercialización, la educación en línea y la mercantilización». La mayoría de los debates actuales, se centran sobre la cuestión de cómo encontrar el puro equilibrio entre todos esos factores. Como, por ejemplo, el equilibrio entre generar los placeres más antiguos de la mera contemplación del objeto y la implicación del público en acciones de participación. ¿Cómo se logra este equilibrio, mientras se replantea el canon del museo moderno? Otra preocupación: ¿Cómo pueden las colecciones públicas seguir el ritmo de las colecciones privadas? O bien, en vista de los recortes en la financiación estatal y municipal a los museos: ¿Cómo se genera proximidad entre las instituciones públicas y los intereses privados?

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Hoy en día, la tensión entre el museo como un espacio cívico con una responsabilidad social y sus imperativos comerciales, es una realidad cada vez más palpable. Desde principios de la década de 1990, las críticas sobre el equilibrio «cultura-comercio» se han vuelto más comunes, discutiendo sobre los lucrativos acuerdos de patrocinio, exposiciones y eventos de marca en gran medida, junto con la expansión, de manera espectacular, de las tiendas del museo. Recordemos el pequeño revuelo causado a finales de 1980 por una infame campaña de Saatchi & Saatchi: «V & A: Una buena taza de café con museo adjunto». Una vez más, éste es un debate con una larga historia. Ad Reinhardt, en su reflexión, allá por 1940, se preguntaba: «¿Cómo será el museo de arte moderno del futuro?» Y también: «¿El museo es un negocio? Sus preguntas sigue resonando en nuestros oídos. Hace dos años, Claire Bishop actualizaba el título de Reinhardt en su libro «Museología Radical»: ¿Qué hay de «contemporáneo» en los museos de arte contemporáneo? Su reflexión se abre con el argumento de que: «el aumento de escala y una proximidad creciente a las grandes empresas han sido dos características centrales del movimiento a partir del cual el modelo de museo, como una institución pública y social, da paso al patrocinio de la cultura de élite, borrando del todo aquel concepto que existía en el siglo XIX, el museo como un templo del pueblo dedicado al ocio y al entretenimiento».

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La década de 1990 se caracterizó por lo que el diario The New York Times definió como el «más grande, más ambicioso, auge del museo en la historia». Pero esa década estuvo casi inactiva para los estándares de evolución de hoy en día, en un momento, por poner un ejemplo, en el que el gobierno chino se ha comprometido a abrir 1.000 nuevos museos. Durante los dos últimos años, se ha vuelto difícil hacer un seguimiento de la cantidad de nuevos edificios, ampliaciones y fundaciones privadas que se han creado. El más alto perfil en la apertura de este año fue, sin duda, el elogiado Museo Whitney de Arte Americano en Nueva York, de Renzo Piano, aunque el movimiento dejó un vacío muy querido, el edificio de Marcel Breuer en el Upper East Side. En marzo, se volverá a abrir con el nombre de «Met Breuer«, anexo del Museo Metropolitano dedicado al arte moderno y contemporáneo, una medida temporal mientras se construye el ala nueva de David Chipperfield. (Se espera que esté terminado en 2020.) Para no ser menos, las galerías del MoMA también se expanden. El proyecto será supervisado por Diller Scofidio + Renfro, que actualmente se encuentran muy ocupados trabajando en la costa oeste de Estados Unidos: el Museo Broad acaba de abrir en Los Ángeles, mientras que el Museo de Arte de Berkeley (BAMPFA) se acaba de inaugurar hace pocos meses.

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Este último, es uno de los dos nuevos museos del Área de la Bahía de San Francisco: la extensión del SFMOMA, creada por el estudio Snøhetta, ya se puede visitar. Al otro lado del Atlántico, el OMA de Rem Koolhaas, ha completado, además, dos fundaciones privadas en los últimos 12 meses – Fondazione Prada en Milán y Garage Museo de Arte Contemporáneo de Moscú – mientras que, el año pasado, Frank Gehry entregó el museo de la Fundación Louis Vuitton en París. Durante este verano, Herzog abrirá para el Tate Modern Project De Meuron – un edificio de 11 pisos, en una pirámide de ladrillos de celosía -, ampliando el museo más visitado del mundo del arte moderno y contemporáneo, en un 60 por ciento. Y, en el Golfo, el controvertido Louvre Abu Dabi de Jean Nouvel, estará abierto en diciembre. Pero no todo son museos relacionados con el arte, aunque sí la mayoría.

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Muchos están (estamos) convencidos de que los museos van a tener que cambiar enfoques que no sean simplemente ser cada vez más grandes y centrados en la arquitectura de las estrellas. El novelista turco Orhan Pamuk, cuyo Museo de la Inocencia se abrió en Estambul en el año 2012, ha argumentado: «Es imperativo que los museos se hagan más pequeños, más individualistas y más baratos». Como Hal Foster sugiere en su ensayo «Después del cubo blanco», publicado en la London Review of Books a principios de 2015, hace énfasis sobre el dilema apremiante que es la gran variedad de espacios de exposición requeridos por el arte contemporáneo. Mientras que el cubo blanco no está completamente desaparecido, Foster concluye, «se han vuelto más diversos»: cajas negras para nuevas producciones y cajas grises (lo que el MoMA denomina «Bahías de Arte») para la danza y la interpretación. Para nosotros es un complejo galimatías, no hay que darle tanto al tarro. ¿Qué sucede a continuación, después de esta oleada actual de construcción de tantos nuevos proyectos? ¿Es el fin de una era del expansionismo o el inicio de una nueva fase? Podríamos dirigirnos, en cambio, hacia la creación de instituciones que estarán emplazadas en múltiples sitios, como son las franquicias de hamburguesas, todas conectadas en red, generando proyectos de colaboración o incluso con un perfil inmaterial.

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Vayamos con las opiniones de expertos en la materia:

Abdellah Karroum

Abdellah Karroum es directora del Mathaf: Museo Árabe de Arte Moderno, en Doha, Qatar, y directora artística de L’appartement 22, en Rabat, Marruecos.

«Las formas de arte evolucionan continuamente a medida que la expresión toma forma y adopta los lenguajes comunes de nuestra época. El graffiti es el medio más antiguo, y también el más nuevo como forma de expresión, que se encuentra tanto en las cuevas prehistóricas, así como son las huellas de nuestros tiempos presentes sobre las paredes urbanas. Los museos en 2040 continuarán actuando como archivos de vida y espacios para explorar el arte, la historia, las ciencias y las expresiones creativas de otros tiempos y lugares. Además de ser los sitios que guardan nuestra memoria colectiva, los museos también actúan como escenarios en los que pensar acerca de cómo nuestros cuerpos se relacionan con el espacio y el tiempo, la forma en que recordamos el pasado, nuestra relación con otro lugar y el modo de proyectarnos hacia el futuro. Preveo un museo que será parte de la vida cotidiana, un espacio que coexistirá con los sistemas de transporte que aún no se han inventado. Los museos serán parte de los vuelos entre Shanghai y Los Ángeles, o aldeas flotantes en el Mediterráneo entre Tánger y Beirut. Más allá de 2040, el museo de la humanidad, podría ser accesible en la luna o en el espacio exterior. Sin embargo, un museo es también un espacio para reflexionar sobre nuestro presente y expresando este momento a través del lenguaje innovador. Y esto es lo que debemos cultivar, ahora y más allá de 2040».

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Maria Balshaw

Maria Balshaw es la directora del Whitworth, Manchester, Reino Unido (ex Europa).

«Las tecnologías futuras sin duda ofrecerán enteramente nuevas experiencias para los visitantes de museos, pero éstas sólo vendrán se harán realidad si se inspiran en las colecciones y en las ideas que expresen los artistas, y si luego se conectan a nuevos públicos. El museo en el 2040 será un espacio de contacto y conexión entre las personas, objetos e ideas. Será un faro para la participación democrática cultural en una ciudad próspera, con una gran colección todavía en su centro. La aspiración que debemos tener para el futuro, es que haya más gente comprometida con nuestras instituciones museísticas».

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Charles Esche

Charles Esche trabaja en el Van Abbemuseum, Eindhoven, Holanda, y en el Afterall, London, (ex Europa). Es curador de la Jakarta Biennale, que se inauguró en Noviembre de 2015.

«El estado de las cosas en el mundo actual, es sentido como algo demasiado urgente, propiciando así que hagamos vacías especulaciones. Pero si realmente queremos proyectar una trayectoria lógica de hoy en adelante, al 2040, creo que es probable que veamos las marcas de grandes museos extendiendo su control sobre las grandes ciudades, museos provinciales que serán conocidos a nivel mundial; más programación para el museo del pueblo y con colecciones menos diversas; una expansión global del «canon» que amplía su base de contenidos, pero en lucha por mantener las estructuras de poder existentes intactas; cierres de museos en Europa occidental y sus reaperturas en otra parte; una colaboración más estrecha entre el mundo comercial y el sector «público» tradicional. (¿Existirá un «MoMA Gagosian»o un «Google Tate», por ejemplo?) No habrá aumento en la desigualdad de oportunidades entre los museos; sí habrá instituciones insurgentes, nuevas y viejas. Se hará popular el crowdfunding de grupos de apoyo para socavar la corriente principal de la universalización de los museos y así ofrecer nuevas formas de acción y ayuda a las comunidades más pequeñas. Aparecerá la idea de un «museo de los comunes», que rompa con la propiedad y la lógica comercial, para servir a nuevos grupos y generar un espacio político e intelectual diferente de los territorios que ya están cansados de tanta modernidad. En realidad, espero que la trayectoria actual de caída en una crisis completa se acabe antes de 2040, para que la realidad de los museos se vuelva mucho más interesante de lo que es ahora».

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Bice Curiger

Bice Curiger es directora de arte de la Fundación Vincent van Gogh, en Arles, Francia. Desde 1993 a 2013, ha sido curadora en Kunsthaus de Zurich, Suiza.

«¿Cómo pueden estar protegidos los museos de los tecnócratas? Esta parece ser la pregunta más urgente. El museo es una máquina de necesidades, generando convenios para ver quien es el más grande y que, por necesidad, se descomponen. También es un lugar paradójico que combina el pasado con sorpresa y las nuevas formas de ver la realidad. Lo ideal es que el museo tenga un aura de desinterés imaginativo. Esto está en contradicción con el espíritu del campo museológico hiperactivo, con su programación populista, las comunicaciones apisonadora, el ruido del merchandising y las marcas metropolitanas. Mi generación luchó para abrir y democratizar los museos, y para conseguir una definición más amplia del arte. Hoy en día, se trata de reafirmar la pertinencia del museo en la sociedad de cara a las intenciones mercantiles de la ingeniería del entretenimiento optimizado, con los jugadores implicados en un juego, como si los museos fueran parte de la industria de la moda. El museo del futuro será testigo del grado de inteligencia, del amor y la sensibilidad con la que se ha desarrollado la sociedad. Como la mayoría de las innovaciones en la sociedad de hoy en día, son impulsadas por la tecnología. Debemos imaginar que los museos, también concederán prioridad a las nuevas tecnologías. En pocos años, las presentaciones de 360º y en 3D, basadas en los algoritmos de nuestras preferencias personales, ya no serán una evocación de musa en nuestra imaginación. Unos efectos especiales, el factor sorpresa, se asegurarán de que nuestra experiencia no sea puramente lo que esperamos. Lo que espero, sin embargo, es que el museo sobreviva como un lugar donde a las cosas que estén ya fuera del tiempo se les permita sobrevivir, como si esperasen que, algún día venidero, se despierten con un beso inspirador de una princesa o príncipe».

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Lawrence Rinder

Lawrence Rinder es el director del Berkeley Art Museum y del Pacific Film Archive, Berkeley, Estados Unidos.

«Dentro de 25 años, los museos habrán evolucionado para ser mucho menos doctrinarios y limitados en sus estilos de presentación y formatos de lo que lo son hoy en día. A excepción de ciertas exposiciones (aquellas que intentan una precisa recreación histórica de estilo modernista, por ejemplo), habrá desaparecido en gran medida el enfoque del cubo blanco. Rara vez se dará el museo que vea su papel como un iluminado, principalmente sobre períodos históricos o los logros de la humanidad. La gran mayoría de las instituciones han adoptado un enfoque instrumental y experimental en el que el objeto (de cualquier tiempo o lugar) se entiende como una herramienta para lograr algún tipo de impacto o impresión en los visitantes. El mayor desafío al que se enfrentan los museos será que, si bien habrá un mayor enfoque en la experiencia subjetiva del espectador, también se dará un aumento proporcional en la demanda de medidas cuantitativas (o al menos cualitativas): los museos tendrán que demostrar a los donantes que están alcanzando sus metas de impacto. En el lado positivo, la presentación de objetos (especialmente los únicos) seguirá siendo una dimensión de gran alcance en los programas de los museos. Sin embargo, la línea entre «excepcional» y lo que es más que notable llegará a ser considerablemente más borrosa. Si tenemos suerte, el museo del futuro no será como el museo de hoy, será tan convincente y transformador, si no más».

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Yilmaz Dziewior

Yilmaz Dziewior es el director de Museum Ludwig, Colonia, Alemania.

«Preveo dos escenarios posibles:

1) El distópico, pesimista. En el año 2040, los museos serán definidos más por su concha arquitectónica que por las colecciones y actividades que contienen. Este desarrollo se inició con el Guggenheim de Bilbao y llegará a su apogeo con los museos »Arquitecto Estrella tipo Abu Dabi». Ya no será necesario distinguir entre la financiación pública y privada, ya que todas las instituciones dependerán totalmente de sus clientes y el patrocinio empresarial. Como resultado, los museos sólo acogerán espectáculos de gran éxito, diseñados para maximizar el número de visitantes.

2) El utópico, optimista. En el año 2040, los museos serán capaces de centrarse totalmente en la conservación, la investigación y la comunicación, ya que el público habrá reconocido la importancia de la institución para engendrar su funcionamiento en el marco de una sociedad civilizada. La calidad tendrá prioridad sobre la cantidad. Los objetos que se exhiban ya no serán vistos como objetos divorciadas del contexto social del que surgieron.

Además, el canon orientado hacia el oeste del arte moderno se habrá extendido, con la incorporación del arte de África, Asia y América Latina, así como obras de artistas de otras regiones todavía marginados actualmente. Con la entrada libre a todos los museos, y el aumento de los esfuerzos por parte de las instituciones para comunicar su contenido democráticamente, el arte y la cultura ya no será patrimonio exclusivo de las clases medias y altas».

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Andrew McClellan

Andrew McClellan enseña Historia del Arte en la Tufts University, de Massachussetts, Estados Unidos, es autor de numerosos libros y artículos sobre la historia de los museos, el más reciente se titula «The Art Museum from Boullée to Bilbao (University of California Press, 2008). Actualmente está terminando un libro sobre el desarrollo de la formación curatorial en Estados Unidos.

«En los próximos 25 años, la globalización se acelerará, como la tecnología de la voluntad; como consecuencia, las fronteras habituales entre naciones, culturas y medios serán más fluidas, desafiando la forma del cómo se organizan los museos y cómo conectar con sus audiencias. Será fundamental el empuje para seguir siendo relevante y de última generación, lo que favorece la modernidad sobre lo histórico, compitiendo sobre un accionamiento simultáneo de los museos para actuar como un respiro de la incesante cultura 24/7, en un ritmo envolvente. En un mundo efímero, a menudo confuso, los museos aspirarán (para el público en su mayoría burgueses) a ser como un oasis de «lo real», que ofrezca acceso a productos atemporales de la creatividad humana y fantasías de la belleza trascendente, no complicadas por las fuerzas sociopolíticas que traen las obras de arte. Así, los museos podrán ser paliativos, actuando como plataformas para el diálogo mundial, prosperando en la medida en que definan con éxito sus identidades duales como zonas de combate y de ocio. El dinero, siempre es importante, pero aún lo será más. En un foro común rara vez se reconoce que sin la riqueza privada no habría museos «públicos». Cobrará mayor importancia la inversión pública en cultura y disminuirán los proyectos privados basados en la vanidad de sus promotores. Pero los ricos se harán más ricos, con desafortunadas consecuencias para las comunidades desfavorecidas y fatal para el ideal acariciado de los museos ‘para todos’. Aquellos afortunados que tengan acceso a los museos del futuro, serán más felices que nunca».

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Suzanne Cotter

Suzanne Cotter es la directora de la Fundação de SerralvesMuseu de Arte Contemporanea, en Oporto, Portugal.

«En veinticinco años a partir de ahora, me imagino que el museo reflejará la convergencia de los diversos modelos de hoy en día; que será un lugar de recogida y exposición, de la educación y la discusión, de la interacción individual, de grupo y de la acción. El alcance de los contenidos, si bien varían según el contexto, continuará expandiéndose para abarcar las formas futuras, así como las relaciones entre el cine, la arquitectura y la literatura. Sin lugar a dudas, los mercados financieros mundiales se bloquearán de nuevo, y, posiblemente, el mercado del arte también entre en crisis, pero las colecciones de los museos mantendrán su relevancia por su valor simbólico e intrínseco, debido al trabajo de los curadores y los directores de los museos. Es difícil saber donde nos llevará la tecnología, pero, si actualmente forma parte de nuestras vidas, los museos en 2040 serán lugares donde la gente navegue con los sistemas de comunicación personal; la interacción con el público siguen siendo valorada, pero el énfasis estará en la fidelización del visitante. El museo será cada vez más un espacio socializado, una plaza donde la gente pase el tiempo juntos. A juzgar por los cambios geopolíticos que estamos presenciando hoy en día, el museo es probable que se convierta en un santuario necesario para el libre intercambio de ideas y la tolerancia cosmopolita. Mi esperanza es que no tendrán que erigir barricadas para proteger su libertad».

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Mariana Castillo Deball es una artista que trabaja en Berlin, Alemania. 

«El museo del futuro ofrecerá una experiencia convincente basada en la premisa del silencio. Rodeados como estamos hoy en día por abrumadores estímulos visuales y auditivos en nuestra vida cotidiana, el museo ofrecerá salas de meditación donde los visitantes podrán experimentar el vacío. Serán pioneros de un enfoque radical del tiempo y el espacio. Preveo que el futuro museo será construido en el sitio de una antigua estación de tren, y se extenderán por millas a lo largo de las vías muertas, ofreciendo un recorrido por el arte y la meditación. Los visitantes podrán caminar por horas, cruzando una serie interminable de salas, que se alternarán entre galerías llenas de pinturas de viejos maestros y espacios libres adecuados para la contemplación tranquila. Atravesando todo el espacio a pie, observando cómo las salas están cada vez más vacías, los visitantes llegarán a estar gradualmente más y más agotados, hasta que, finalmente, se den cuenta de que no hay camino de vuelta».

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Solveig Øvstebø

Solveig Øvstebø es director ejecutivo y jefe de curadores de la Renaissance Society, Chicago, Estados Unidos, entidad que ha celebrado su centenario en 2015.

«La privatización del campo institucional seguirá siendo dominante a través del aumento de las colecciones de un solo propietario, exhibidas en edificios del museo cada vez más extravagantes, que imitarán las colecciones del castillo de aristócratas europeos del siglo XVI. Para bien o para mal, estas colecciones tendrán la apariencia de ser instituciones públicas, pero seguirán siendo manifestaciones del gusto privado. Las actividades de las mega-galerías se expandirán más allá de sus atribuciones, asumiendo funciones públicas a través de programas educativos, conferencias, archivos y bibliotecas. Con unas pocas excepciones, en las instituciones públicas sin fines de lucro, de tamaño medio, se desarrollarán en los centros de investigación más pequeños, ya que serán incapaces de competir en términos de presupuesto, de espacio o de difusión pública. Estos institutos »proporcionarán plataformas independientes para la producción artística, la investigación y la experimentación institucional». Los próximos 25 años serán testigos del desarrollo tecnológico y la transformación, en una escala que va a reducir la necesidad de mano de obra humana y alterará por completo nuestra visión pública. A medida que las potencias de nuestros dispositivos personales crecen, nuestra capacidad para percibir y el cuidado de nuestros cuerpos permanecerán como nuestros rasgos humanos mas característicos. Un nuevo público interactuará sobre modelos institucionales glocales. La próxima Documenta será curada por un miembro del público».

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Foto principal: Fast Company

 

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