Los museos que exponen patrimonio de naturaleza histórica relacionada con las culturas autóctonas de los pueblos, resultan ser los más numerosos del planeta. Una gran parte son museos pequeños, incluso muy pequeños, pequeñísimos – una sola habitación -. Son museos locales que muestran un pasado relativamente reciente en muchos casos, también mostrando elementos preindustriales fundamentalmente. Hay quien los denomina museos de folclore, concediéndoles el mismo significado que a los museos de artes, tradiciones y costumbres populares. Estos museos de carácter etnográfico y antropológico tienen un claro precedente en los «gabinetes de curiosidades» de los siglos XVI y XVII, en los que se mostraba, a los amigos y visitas del propietario de la casa, colecciones de «artilugios» y «artefactos» de pueblos y civilizaciones primitivas. A partir del siglo XVIII, con la llegada de la Ilustración, estos gabinetes particulares evolucionarían institucionalmente hasta convertirse en los primeros museos de la humanidad reconocidos como tales – como ocurrió con el Museo Británico -. Afortunadamente, lo que surgió para goce y deleite exclusivo de las capas sociales más cultas, ahora está al alcance de todos los países y son, o deberían ser, para todos públicos.
Los gabinetes de curiosidades o maravillas fueron el germen de los museos etnográficos modernos
Viajando al destino que vayamos, nos podremos encontrar con un museo etnográfico. Visitando estos museos a lo largo y ancho del mundo podremos comprobar que hay grandes diferencias entre los museos locales del norte de Europa y los que encontramos en Europa del Sur, Latinoamérica, África y Asia. Los anglosajones, por ejemplo, muestran en los museos etnográficos – folclóricos – los vestigios que se han ido recogiendo durante su muy intensa actividad colonialista, presumiendo de ello. Disponen de instituciones como es el National Trust en Inglaterra, que cuida del patrimonio local y que, con la ayuda inestimable de personas mayores ya jubiladas que no cobran por hacerlo, están abiertos todo el año para el público que quiera visitar estos lugares – que es mucho -. Resulta toda una experiencia porque, además del patrimonio interior expuesto, se puede ver un fantástico patrimonio exterior: palacios, jardines, paisajes exquisitamente cuidados, algunos hasta tienen fantasmas de los que asustan. En el caso de los museos etnográficos locales de los países del norte de Europa, germánicos y escandinavos, se distinguen por sus exposiciones autóctonas muy modernas y con la organización de talleres activos – son los pequeños museos que más actividades ofrecen para los niños -. No nos extenderemos con los casos de Asia, África y Oceanía, que implicaría escribir una entrada por cada zona. Pasaremos a comentar directamente lo que ocurre en el sur de Europa y Latinoamérica.
La National Trust inglesa es un ejemplo de orgullo sobre el patrimonio histórico nacional, que se muestra a todos los que lo quieran visitar, y con la participación activa de los ciudadanos locales
Los museos etnográficos «de habla española», se caracterizan generalmente por ser el resultado de un enorme esfuerzo por parte de un grupo de particulares, habitantes locales, que los hacen posible. Hay cientos de pequeños museos locales exponiendo patrimonio etnográfico que han sido montados por los propios vecinos de la zona donde están situados. Es la forma más abreviada que hemos encontrado para definir este tipo de instituciones, muchas de ellas, las más pequeñas, con exposiciones montadas en propiedades privadas. Cada ciudad española o latinoamericana tiene su museo particular, o casi. La gran mayoría de estos museos locales carecen de discurso museológico, muchas veces porque no se conoce esa posibilidad o manera de hacer las cosas, sencillamente se han ido colocando objetos creando una exposición abierta al público. Su museografía es esa: colocar objetos con cierto gusto estético y algunos, con enorme esfuerzo, se exponen añadiendo un contexto. Si se apoyan en ayuda institucional, como son las que puede ofrecer los ayuntamientos, pueden mejorar sus instalaciones, pero tampoco se ve mucha mejora en general. Y no estamos criticando esta forma de hacer las cosas, mucho mérito tiene que existan estos pequeños museos, solo queremos mencionar las razones que los distinguen de otras instalaciones en el resto del mundo.
Los museos locales que reproducen modos de vida del pueblo, son muy populares sobre todo en el norte de España y de Cataluña
Las temáticas de estos museos etnográficos locales suelen ser muy parecidas. La diferencia estriba refiriéndonos a un museo de una zona industrial, post-industrial, agrícola y ganadera o marítima. Las diversas zonas de producción geográfica definen un tanto la forma en como están montadas las exposiciones, incluso por el clima, sobre todo en lo referente al contenido, obviamente. Pero como decíamos, hay algo en común para todos los pequeños museos locales: la gran mayoría adolece de recursos para modernizarse, con poca inversión dedicada a ponerse a la altura de las expectativas de los visitantes de hoy en día. Son pequeños museos que resultan de poco atractivo para sumar visitas. Desde aquí nos gustaría decir que, apoyándonos en experiencia profesional, renovarse no es caro, es cuestión de orden e ideas consultando con profesionales. Es así, no hay otra forma. Las ideas pueden abarcar un amplio espectro de soluciones que mejorarían los museos locales sin grandes inversiones, ni mucho menos. Ideas para buscar financiación por ejemplo; ideas para aplicar conocimientos museológicos y museográficos que modernicen las instalaciones y generen actividades para la participación activa del público. Cada zona dispone además, casi con toda seguridad, de profesionales que son proveedores muy valiosos a la hora de construir soluciones previamente diseñadas por un museógrafo. Si el museo pequeño es visitado, genera visitas, será rentable y podrá activar incluso la economía de una zona que necesita del turismo, que necesita generar ingresos. Esto último no es una aspiración relacionada con la museografía, es una realidad que hemos podio comprobar en sitios que lo han conseguido.
Los niños pueden convertirse en un gran activo para los museos locales siempre que se ofrezca actividades bien programadas
Se pueden construir soluciones museográficas actualizadas sin necesidad de hacer grandes inversiones, solo se necesitan buenas ideas y ponerlas en práctica
Algunos museos locales derivan sus actividades al exterior con la participación de la ciudadanía y que, con una buena programación y organización, se acaban convirtiendo en grandes fiestas y festivales de interés turístico
La gastronomía local, incluida en el proyecto museogáfico, puede formar parte de la experiencia de la visita al museo de una forma diferente
¡Excelente!, con tu permiso lo reblogueo
Por supuesto Ser de Luz, estás en tu casa. Muchas gracias por seguirnos. Un abrazo
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Los museos etnográficos, son importantes para sus localidades