Posiblemente nuestra percepción del Arte, la vuestra y la nuestra, a nivel individual, varía según qué tipo de persona hemos llegado a ser. Decir también que creemos que el Arte es producto de dos variables: la técnica del artista (incluido el soporte y materiales que usa en su obra), y el tema elegido por el mismo, y que influyen totalmente en como percibimos la obra cada uno de nosotros – cada uno preferimos un color predominante sobre otro, por ejemplo -. Nuestro tono vital – nuestra experiencia en la vida -, está directamente conectada con la percepción personal del Arte. Nuestra experiencia en la vida está directamente relacionada con nuestra particular visión e interpretación de la obra artística. Y hay algo que marca la diferencia claramente en relación a la lectura del Arte y es que se sea artista – o proyecto de artista – o no. Si se es un artista frustrado, o no. Nuestra percepción del Arte está condicionada por el hecho de haber tenido una dura formación artística, de haber desarrollado un alma de artista.
El artista es una persona, un ser humano como todos nosotros. Sufre los mismos males cotidianos como el resto de los mortales. El artista se diferencia del resto de los seres humanos solo en una cosa: conforme va pasando el tiempo se va alejando de este mundo nuestro, mientras que nosotros, los demás, permanecemos y permaneceremos siempre en él hasta el último día de nuestras vidas. Puede ocurrirle un día u otro, pero acabará abandonando este mundo no para morir, sino para aislarse en su mundo personal, único e intransferible. Su arte es la única forma que tiene el artista de seguir conectado al «mundo real». Su expresión artística es una necesidad umbilical. Sin el arte el artista se convierte en un vagabundo emocional. El artista vive para su arte, es esclavo de su arte, su arte lo domina e invade todo. Tanto es así, que el artista deja de comprender, de vivir el mundo material al que no le cede un gramo de importancia. El artista que se vuelve mercantilista es que ha dejado de ser artista y se ha vuelto especulador. Ese artista ha abandonado su mundo para regresar al de los demás. Nosotros desconfiaremos de él.
Pues bien, dicho todo esto, pasemos a hablar de Don Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech, o simplemente «Dalí» para no complicarnos la vida. Pues necesitamos desatar nuestras opiniones a partir de nuestra experiencia personal con el Arte. Dalí es el último gran genio del arte moderno; ya no ha habido más genios. Su maestría con el dibujo es absoluta. Su dominio de la perspectiva, de la luz y del color es total. Su temática es absolutamente personal e intransferible, dando lugar a una identidad como artista de un potencial único. Es un artista fascinante; consigue que podamos estar delante de una de sus obras horas viendo como se revolvía en su mundo, que es lo que nos ha querido contar, como compartía con nosotros su mundo interior. Era un artista dotado de una extraordinaria capacidad para narrar emociones muy personales con el uso de su arte y hacer que nosotros se nos permita acercarnos a ellas. Nadie más ha sido capaz de crear una fascinación tan grande sobre nosotros desde su desaparición. Tanto es así, que en lo relacionado con el arte moderno o Arte Moderno, para nosotros es la referencia a la hora de medir las emociones que nos produce la obra del resto de los artistas desde su generación hasta hoy en día. El resto de los artistas nos dejan bastante fríos, tal ha sido nuestra admiración por Dalí.
Cristo de san Juan de la Cruz, un referente del total dominio de la técnica artística y de la temática surrealista
Lo que nos aleja de él fue la parafernalia que construyó en su vida a partir de los 50 años. Nunca lo entendimos. La gente de PortLligat, los pescadores, los agricultores, los albañiles que tuvieron relación con él lo recuerdan como una persona absolutamente normal salvo por su aspecto extravagante, por decirlo de alguna manera, que ya se había convertido en marca de la casa. No entendemos su empeño por hacer creer a la gente que estaba como una cabra – es cierto que desde muy pequeño, marcado por sus duras experiencias cuando era niño, tuvo tendencia hacia la depresión y la melancolía -, y que era capaz de hacer cualquier locura exhibicionista para llamar la atención. Nuestra teoría es que a partir de un momento de su vida el mercado se apoderó de él. Creemos que estuvo a partir de ese momento vital – cuando comenzó a ponerse gomina en el bigotito -, rodeado de gente muy mala, muy mal asesorado, cercado por especuladores y el glam de la época (la imagen del beso de Dalí a Warhol en el 54 de Nueva York resulta patética). Por otro lado, la posición de Gala respecto a todo esto no la entendemos muy bien. Creemos que agotada por tanta tontería, llegó un momento en el que se apartó de Dalí y éste se desmadró definitivamente. No era la «Yoko Ono» de Dalí, ni mucho menos, era el estímulo creativo, la musa, la conexión de Dalí con el mundo real, el amor de su vida, el sentido común como buena compañera que había sido y era para él. Evidentemente, Dalí podía ser y hacer lo que le diese la gana, faltaría más, pero su obra quedó comprometida por un el halo de su insistente estupidez. Se le fue la mano.
Cuando Gala murió Dalí se apagó
Dalí había sido siempre un gran admirador de los grandes maestros del Arte Universal rallando la obsesión: Leonardo, Miguel Ángel, Rafael, Bronzino, Zurbarán, Vermeer y, por supuesto, Velázquez. El academicismo lo entendía como la base fundamental de la expresión artística, algo así como decir: primero domina la técnica y luego podrás hacer lo que te de la gana. El mercado es el peor enemigo del artista si no se tiene hambre.
Mostrar el lado derecho de su rostro a la cámara con expresión de haber pisado una caca de perro era una de sus señas de identidad absolutamente innecesarias
Nos queda su maravillosa obra.
